miércoles, 1 de marzo de 2017

Leyendo: Emile J Paidar


EMILE J PAIDAR
Increíblemente, fue ese nombre, la primera frase que aprendí a leer.  No olvido a la maestra Vivina de Primer grado, enseñándome a deletrear.   Como era muy chiquito, pues me entraron antes en el colegio; algo lamentable, pues además de truncarme parte de la infancia libre, también me hicieron ser el menor de la clase.  No olvido el llanto diario al dejarme en el colegio.  Eso no se le hace a un niño de cuatro añitos.  Por otra parte no hubiera conocido a mis grandes amigas y amigos del período colegial, a los que mantengo como el primer día con nombres y apellidos y hasta fechas de nacimiento.
Mi madre Santa me pelaba todas las semanas a la “malanguita”, que era el corte de  usanza de la época;  en la misma barbería y con el mismo barbero. A pesar de ser rápido para él, a mí se me demoraba una eternidad y en lo que esperaba, me sentaba en algún sillón de barbería vacío y me ponía a dar vueltas, hasta que me regañaban y me quedaba quieto; era entonces cuando me detenía a ver los “arabescos” que tenían los sillones en el descanso del pie. Arabescos que un día al cumplir cinco años de edad, se me convirtieron en letras y luego en palabras y más tarde en un nombre, que en mi imaginario no dejaba ni dejó de ser árabe.  EMILE J PAIDAR.  




Para mí era un hombre de mediana edad con bigotes y espejuelos, con una imagen de principios de Siglo XX. Aún así lo imagino, pues no encontré retrato ni foto suya.

 Pasó el tiempo y pasó y continuaba repitiendo la frase-nombre, como algo grabado y que utilizaba de válvula de escape de mi pensamiento, una especie de muletilla, que me atraía momentos de antaño, pero de una frescura e inocencia sin igual.
Fue en mi tercer viaje a Cuba que entonces pasé por la barbería que aún conserva su local y sus sillones, ya “El Cabo” y Pantaleón, que eran los barberos pilotos no están pero no pude detenerme a la tentación de sentarme a pelarme y por supuesto hacerme una foto en mi sillón de siempre y al sillón en sí.  



Viniendo a mi mente aquel niño retozón que aún llevo en mí.







Ref. Google. A finales de los años 50, la industria americana de las sillas de barbero vendían 10.000 sillas al año para las más de 100.000 barberías que habían en EEUU. Con sede en Chicago, "Emil J.Paidar company" era el fabricante lider  de sillas de barbero a finales de los 50 con una versión similar a los sillones Koken.



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