Sabía que le quedaban tres días; él viajaría, entonces tuvo una idea. Tomó lápiz y papel e hizo una lista de anhelos. Algunos les sería difícil; no sólo por el poco tiempo sino también por la lejanía, traducida en distancias y miedos.Lo primero fue hacerse un buen café con leche y unas tostadas con mantequilla, seguido de una ducha con un jabón que sólo usaba para ocasiones. Se fue a la tienda más cercana y ante la mirada de todos se compró aquel vestido de encaje blanco que parecía de novia, lo pagó al contado, no quería dejar deudas, luego pasó por la zapatería y se compró los zapatos de tacón que siempre quiso y que nunca tuvo porque no había ocasión para usarlo. Regresó a la casa y se paró ante el espejo; abrió el necessaire del maquillaje y se pintó como para una fiesta, estrenó las pestañas. Un tul brocado en bmargaritas le cubriría la cabeza, hasta la sien, a modo de turbante. Se dispuso a salir a la calle y salió; llevaban la cartera blanca y el abanico que casi no cabía.


Se sentó en el mismo restaurante donde sabía que él estaría, lo esperó. Él llegó, esta vez solo, lo miró de soslayo, abrió la cartera y sacó el abanico, al abrirlo este sonó y su estrépito llamó su atención; tanto que al final le sonrió; usó el lenguaje del abanico para decir que le acompañara y él así lo hizo. la figura blanca se levantó deslizante hacia la barra, pidió un martini con aceitunas, él pidió un ron carta oro ; al querer pagar su mano se interpuso con viril cortesía y en señal de prohibición pagó. Una mirada bastó para que la subiera a su apartamento, sin una palabra, se desvistieron ambos y se amaron como dos amantes en cautiverio. Salió del apartamento, llegó a su casa se quitó el atuendo blanco, aún con la etiqueta y lo llevó a la tinda para que le devolvieran su dinero, lo mismo hizo con los zapatos. A la noche tendrían otra cita esta vez se puso su terno de lino puro y sombrero Panamá y fueron a cenar los dos al restaurante más caro de la ciudad, ya nada importaba. Salió de casa y al salir rompió la lista. Era el comienzo del fin, era todo, era nada.
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