Cuánta maldad en aquellos adolescentes
que por uno o dos años de diferencia, los hacían “instructores” y pensaban que
podían hacer con los menores lo que les daba la gana. Los mismos que los
sábados inventaban el robo del dinero a uno de ellos mismos y luego se les veía
cómo los vi yo en alguna ocasión repartiéndose el dinero en Coppelia. Delincuentes en potencia. Al final lo hacían
pero pienso que la vida les habrá cobrado su cuota y los habrá puesto en su
debido lugar. Aprendices de criminales, infelices que se vanagloriaban de su
mayoría de edad, para por un pelo en un jabón, o u empañe en el piso no dejar
dormir a 80 niños de entre 11 y 12 años, que salidos de sus casas, de su seno familiar
no sabían cómo lidiar con esa impuesta superioridad. Luego de secar el piso, o de estar horas de
pie en el vestíbulo de un albergue, nos iban dejando entrar uno por uno, a las
2, las tres , y las 4 de la madrugada, para luego despertarnos a las 5 y 45, al
son de Los compadres en Amanecer cubano e ir a enfrentarse a un surco de café,
boniato, papa, plátano en labores de adultos , por 4 horas y luego bañarnos e
ir para las clases. Qué aprovechamiento docente se podía tener? Qué amor por la escuela, por el trabajo, por los
propios compañeros de estudio. Recuerdo
que no me despedía nunca de nadie a final de curso y no podía quejarme con mis
padres porque había sido muy difícil entrar en aquella escuela (ver “Adiós
Toqui, adiós Violeta”)
La comida me sabía a odio y el dolor de
la lejanía me hacían tragar lágrimas en vez de las lentejas y chícharos del
almuerzo o la comida. Eso sí, se nos
alimentaba muy bien, pero igual éramos la fuerza de trabajo agrícola del país.
La Reforma agraria, le había quitado la tierra todos lor terratenientes y a su
vez le había dado estudios los campesinos y sus hijos. No había quien trabajara la tierra y a mi
generación le tocó ser parte de plan del “hombre nuevo”. Herederos directos de los que habían luchado
en y por la Revolución, teníamos un compromiso y una deuda a pagar, sólo
saldada con la salida del país. Hoy encuentro en facebook a grupos completos de
aquel período. Normal, los hijos de los jóvenes rebeldes de su época, que por
ADN llevaban esa rebeldía que los hizo encarar todo tipo de imposición y escapar
del grito, de Albergue 3. De pié, que se hacía extensivo a todos los sectores
de nuestra convivencia. Luego lo
sufrimos en el trabajo y hasta hoy lo llevamos en el alma, como a “La Bayamesa”
Me hicieron un ser desconfiado y experto en descubrir a las malas personas con solo
sentir el sonido de su respiración. Algo
que no sé si deba agradecer, pero que me pone al tanto de todo antes que a muchos,
que dudan de mis deducciones y luego me
tienen que dar la razón.
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