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El sueño |
Cada 15 días, los miércoles iba al policlínico de la
Calzada de Luyanó a vacunarme e iba para el colegio. Llegó septiembre y con él, el nuevo curso
escolar, ya estaba en Sexto grado, pero continuaba con mis vacunas. Siempre fui
fascinado por mis maestras, ella nunca supieron de mi adoración por ellas, por
lo que hacían y como lo hacían, lo que despertó en mí un fuerte deseo de
hacerlo yo también; quería enseñar, que aprendieran conmigo; quería aprender y
que los demás supieran lo mismo que yo. Ese
sentimiento llamado vocación y que pocos descubren a edad tan temprana.
En mi ADN está el maestro que fue mi padre,
que estudió en la Escuela Normal de la Habana, aunque desde que tuve uso de
razón él ya era funcionario del Ministerio de Educación y nunca pude verlo
ejercer su profesión, sé e intuyo que sería el mejor de todos.
Un buen día dieron la noticia de la inauguración
de una escuela para maestros que llevaría el nombre del ex-presidente
de Chile. Escuela de Formación Para Maestros “Salvador Allende”. El alma se me iluminó y me dije: a esa voy
yo.
Guardé mi secreto a “4 llaves”, nadie podría
saberlo. Sería mi sorpresa. Supe que ya estaban pasando por las escuelas
inspecciones con las planillas para inscribirse y esperé con ansias la visita.
Ese miércoles, como los demás, cada 15 días
había ido vacunarme. Llegué después del receso
e inocentemente miré los rostros encendidos de algunos niños; qué habría
pasado en mi ausencia –me pregunté-; al final tuve la triste noticia; la
maestra Ana Josefa, me lo dijo y no pude contener el llanto; ella asombrada me
miró, contemplando consternada la tristeza de un niño que quería seguir su
profesión; un sueño truncado a tan corta edad.
Llegue a casa sumido en la tristeza y al indagarme, nadie se preocupó
por ello, lo tomaron como un capricho de infancia.
Así terminé mi enseñanza primaria en 1976, pero el deseo ya estaba lanzado al
universo y ese nunca me ha traicionado, la espiral vendría hacia mí, de otro modo, pero me
llegaría. Tuvieron que pasar ocho años, para que comenzara a trabajar en el
museo. El año 1984 se me abrió y me dijo
aquí tienes, serás Guía “C” de museo y así llegué hasta la “A”, al unísono
estudiaba en la Universidad e iba haciendo carrera. Un día al terminar una
visita vi a Papá contemplándome al fondo del grupo y al terminar me dijo:
Albertico ya ves, ya eres maestro.
Mirándolo asentí con el rostro, pero yo quería más, quería el aula,
quería los alumnos, no visitantes aleatorios y o furtivos, tenía que lograrlo.
Así pasaron 16 años y salí de Cuba con dolor
de mi alma y sin saber lo que me deparaba el destino. Sólo lo supe cuando de vez me vi en un aula,
dando clases, como profesor de idioma español y con un continente de aprendizaje
extenso que me ha hecho mantenerme fuera
de mi país estos largos 16 años en que me he superado, estudiando en el Curso para profesores del Isntituto Cervantae de Río de haneiro y he entrado en el mundo de la Numerología, su conocimiento me ha llevado a saber que el universo nos
marca al nacer, así como marcó a mi padre con el número “11”, el 14 de septiembre de 1941, me marcó a mí también, el 7 de enero de 1965. Si
sumamos ambas fechas veremos que da “11” total. Número, maestro y de las personas que vienen al
mundo a enseñar, a mostrar algo.
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Con mi padre. Mi mayor maestro. |
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Mis alumnos de siempre. |
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Día del Profesor |
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En el aula. |
Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.
1 comentario:
excelente profe albertico. cumpliste tu objetivo grande abrazo.
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