Bueno, si hay algún médico en la sala; y digo
la sala, porque es como me siento cuando me siento –valga la redundancia- ante
el monitor y comienzo a teclear, como si estuviera hablando con algún viejo
amigo, en una de las visitas que antes
solía hacerles. Sí a aquellos a los que no había que llamar para aparecer y no
porque no hubiera teléfono, porque sí había y también había algo que no puede
faltar en una amistad que es la confianza, tampoco es que yo sea muy
confianzudo; ahora reconozco que a veces me excedía, pero es que me recibían
tan bien que era imposible dudar de aquella buena voluntad.
Como les iba diciendo, si hay algún médico en
la sala, pensará que hablo de alguna enfermedad y tendrán razón, solo que esta
es una dolencia con síntomas del alma y se puede manifestar de múltiples
formas, una de ellas es la que estoy sintiendo hoy. Es la segunda vez que tengo
una crisis de este tipo, los síntomas son varios pero el que más afecta es el
de la temperatura corporal. Comienza con un desánimo total y de momento estás
con fiebre.
Hacían ya dos años que había llegado a Río, cuando
la sentí por primera vez. Dos años sin
ver a mi madre Santa, que ni siquiera pudo ir a despedirme al aeropuerto, pues
para irme tranquilo y dejarla protegida a su vez, dos días antes de salir de
Cuba, la coroné y así sin siquiera decirme adiós, la imagen que de ella me
llevaba era toda de blanco en su trono yoruba. Eso justificó el poco equipaje
con el que salí de la isla, pues para ello vendí todas mis pertenencias y
pienso que también justifica la cantidad de cosas que tengo ahora.
Mi amiga Aracelys cuando me fui a despedir de
ella se asombró mucho y me dijo: cómo tú te vas a ir, si padeces de “Mamitis
aguda”, y sonriendo sin pensar muhco en lo que me acababa de decir, me despedí y me fui.
Los primeros 11 meses fueron buenos pues la
fecha no estaba vencida, pero al cumplírseme el tiempo legal, comencé a
flaquear; sabía a lo que me estaba exponiendo, pero seguí adelante; estaba
dicho y escrito: Aquí no te puedes quedar habían dicho las cartas, los
caracoles, los chamelongos y cuanto medio de adivinación consulté y así lo
hice. Me quedé.
El primer alivio lo encontré en la telefonía
que “me comió como a Nicolás por un pie” y el segundo era poder mandarle todo
lo que pudiera, con los que fueran. Así mi salario que en sus inicios era
ínfimo se resumía en comunicación y regalos para Cuba, pero eso un día falló,
al quedarme sin trabajo y con deudas que solo aumentaban cada mes por el no
pago del servicio telefónico.
Dejé de escuchar la voz de mi madre y no podía
mandarle nada de regalo como solía hacer. Comencé a agonizar por las esquinas y
tiendas; si entraba en una librería, no podía siquiera leer postales dedicadas
a las madres.
Así pasaron semanas y meses, cuando un buen día,
me vi solo en esta casa, postrado en la
cama con una fiebre altísima, que me llevó al delirio. Lo que experimenté en aquel momento no sé si
fue, delirio, visión, espejismo o un fenómeno sobrenatural, sólo sé que
primero, sentí una presencia en el cuarto, la cama se hundió
a mi lado y una mano se posó en mi pecho, sentí su olor y escuché su voz que
como un canto, una nana conocida, que me arrullaba al oído diciéndome: “…en el bosque de la China un chinito se
perdió y como yo era un perdido, nos encontramos los dos…” . se calló y me dijo
en un susurro: Tico, ya está todo bien,
aquí está tu madre. Al unísono, me dormí hasta el día siguiente.
Desperté y aún sentía su presencia, mi
temperatura se había estabilizado y el júbilo de pronto volvió. En la tarde, una llamada telefónica me asaltó,
era un amigo contratándome para un trabajo de traducción simultánea, con la que
pagué mi deuda de teléfono y estabilicé mis cuentas. Pude llamar nuevamente a Cuba y lo mejor;
constatar que sí, había sido ella, pues al indagarle había soñado lo mismo.
Hoy en la mañana, amanecí con fiebre, sin
motivo aparente y recordé de nuevo este episodio de Mamitis aguda, pero esta
vez soy yo quien cogerá un pasaje y aparecerá en La Habana.
Dedicado a todos los que por una razón u otra, -como yo- hemos tenido que dejar a nuestras madres en Cuba.
Dedicado a todos los que por una razón u otra, -como yo- hemos tenido que dejar a nuestras madres en Cuba.
Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.
2 comentarios:
Precioso relato de tus vivencias y te creo perfectamente. Sé de lo que hablo y esas experiencias no se borran nunca. Dichosos aquellos que pueden experimentar esas sensaciones.
Gracias.
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