jueves, 23 de febrero de 2017

Mamitis aguda.





Bueno, si hay algún médico en la sala; y digo la sala, porque es como me siento cuando me siento –valga la redundancia- ante el monitor y comienzo a teclear, como si estuviera hablando con algún viejo amigo,  en una de las visitas que antes solía hacerles. Sí a aquellos a los que no había que llamar para aparecer y no porque no hubiera teléfono, porque sí había y también había algo que no puede faltar en una amistad que es la confianza, tampoco es que yo sea muy confianzudo; ahora reconozco que a veces me excedía, pero es que me recibían tan bien que era imposible dudar de aquella buena voluntad.
Como les iba diciendo, si hay algún médico en la sala, pensará que hablo de alguna enfermedad y tendrán razón, solo que esta es una dolencia con síntomas del alma y se puede manifestar de múltiples formas, una de ellas es la que estoy sintiendo hoy. Es la segunda vez que tengo una crisis de este tipo, los síntomas son varios pero el que más afecta es el de la temperatura corporal. Comienza con un desánimo total y de momento estás con fiebre.
Hacían ya dos años que había llegado a Río, cuando la sentí por primera vez.  Dos años sin ver a mi madre Santa, que ni siquiera pudo ir a despedirme al aeropuerto, pues para irme tranquilo y dejarla protegida a su vez, dos días antes de salir de Cuba, la coroné y así sin siquiera decirme adiós, la imagen que de ella me llevaba era toda de blanco en su trono yoruba. Eso justificó el poco equipaje con el que salí de la isla, pues para ello vendí todas mis pertenencias y pienso que también justifica la cantidad de cosas que tengo ahora.
Mi amiga Aracelys cuando me fui a despedir de ella se asombró mucho y me dijo: cómo tú te vas a ir, si padeces de “Mamitis aguda”, y sonriendo sin pensar muhco en lo que me acababa de decir, me despedí y me fui.
Los primeros 11 meses fueron buenos pues la fecha no estaba vencida, pero al cumplírseme el tiempo legal, comencé a flaquear; sabía a lo que me estaba exponiendo, pero seguí adelante; estaba dicho y escrito: Aquí no te puedes quedar habían dicho las cartas, los caracoles, los chamelongos y cuanto medio de adivinación consulté y así lo hice. Me quedé.
El primer alivio lo encontré en la telefonía que “me comió como a Nicolás por un pie” y el segundo era poder mandarle todo lo que pudiera, con los que fueran. Así mi salario que en sus inicios era ínfimo se resumía en comunicación y regalos para Cuba, pero eso un día falló, al quedarme sin trabajo y con deudas que solo aumentaban cada mes por el no pago del servicio telefónico. 
Dejé de escuchar la voz de mi madre y no podía mandarle nada de regalo como solía hacer. Comencé a agonizar por las esquinas y tiendas; si entraba en una librería, no podía siquiera leer postales dedicadas a las madres.
Así pasaron semanas y meses, cuando un buen día,  me vi solo en esta casa, postrado en la cama con una fiebre altísima, que me llevó al delirio.  Lo que experimenté en aquel momento no sé si fue, delirio, visión, espejismo o un fenómeno sobrenatural, sólo sé que primero,  sentí  una presencia en el cuarto, la cama se hundió a mi lado y una mano se posó en mi pecho, sentí su olor y escuché su voz que como un canto, una nana conocida, que me arrullaba al oído diciéndome:   “…en el bosque de la China un chinito se perdió y como yo era un perdido, nos encontramos los dos…” . se calló y me dijo en un susurro:   Tico, ya está todo bien, aquí está tu madre. Al unísono, me dormí hasta el día siguiente.
Desperté y aún sentía su presencia, mi temperatura se había estabilizado y el júbilo de pronto volvió.  En la tarde, una llamada telefónica me asaltó, era un amigo contratándome para un trabajo de traducción simultánea, con la que pagué mi deuda de teléfono y estabilicé mis cuentas.   Pude llamar nuevamente a Cuba y lo mejor; constatar que sí, había sido ella, pues al indagarle había soñado lo mismo.
Hoy en la mañana, amanecí con fiebre, sin motivo aparente y recordé de nuevo este episodio de Mamitis aguda, pero esta vez soy yo quien cogerá un pasaje y aparecerá en La Habana.

Dedicado a todos los que por una razón u otra, -como yo- hemos tenido que dejar a nuestras madres en Cuba.




Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Precioso relato de tus vivencias y te creo perfectamente. Sé de lo que hablo y esas experiencias no se borran nunca. Dichosos aquellos que pueden experimentar esas sensaciones.

Unknown dijo...

Gracias.