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Quinta "Covadonga" |
Cuando llegué, ya la sacaban de terapia
intensiva. La “Covadonga” había sido en
su época un hospital muy novedoso, con espléndidos jardines y pabellones
aireados, al igual que soleados, pero el paso del tiempo fue dejándolo atrás;
lleno de tristeza y calamidad, pasaron por allí varias generaciones y ahora la
nuestra.
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Terapia intensiva |
Le vi el rostro a través del cristal de
la sala donde le quitaban el suero y no la reconocí; dónde está el glamour de
antaño - me pregunté -. Me sentía
culpable en buena parte por haberle dado aquella idea que le resultó a mi amiga
Tania y a ella también en buena parte, pero en esas condiciones, no sé si
llevaría al fin su plan. Tania ya no estaba, se había ido casada “por fiancé” con el
primo de de su pareja de hacía siete
años. Una vida juntas, viviendo a
escondidas del qué dirán, hasta que se cansaron. Tenían 19 años cuando se
conocieron en la ENA (Escuela Superior de Arte), aquella clase de expresión
corporal en que la profesora Digna Amaral, que las colocó en pose amatoria,
marcó para siempre sus vidas. Debajo de las sayonas, los pelones y el movimiento
sinuoso de sus caderas. vivían, a partir de entonces, dos leonas que se amarían
hasta las últimas consecuencias.
La primera sedujo a un anciano mexicano
que se enamoró a primera vista de ella al verla en el show del Cabaret Parisien
del Hotel Nacional, con todo el esplendor de aquel musical, en el que ella de
solista bailaba el número “Azuquita en la cintura”. Una invitación a la “Marina Hemingway”, una
compra al día siguiente en la tienda del Tritón y un orgasmo bien actuado la llevaría
al mes siguiente al DF y de ahí a la copa donde le colocó el somnífero que desde
Cuba llevaba consigo. Cuando René se despertó a los tres días ya Mariví Portillo había pasado la frontera con
Estados Unidos y estaba instalada en casa
de Vivian, otra amiga que había hecho igual, con la que montaría una Academia
de Salsa, que para eso ellas sí tenían calibre.
Al contarle a Olivia - sin intención
ninguna - la historia de Tania y Mariví, se le encendió la chispa y no se
detuvo hasta encontrarle una salida a su plan.
Ella, al igual que su madre y su abuela, era muy pajarera, le encantaban
los gays, que le cosían, la peinaban, la maquillaban y lo mejor de todo, la
adulaban. Ellos, en medio de su carencia,
dada por el desprecio de la sociedad, encontraban en aquella mansión de Aldabó
el lugar ideal para desatarse y soltar todas las plumas sostenidas en “MI mayor”
Uno en particular la ayudaría a su
cometido, sabía que Aldo tenía un novio americano que trabajaba en una agencia como
reportero y con este podía fraguar su historia.
Una cena marcada con los tres llevó a John al convencimiento de que sí
la ayudaría, para él era conveniente estar casado pues quería comprarse una casa
y el estado lo ayudaría al saber del cambio de su estado civil. El acuerdo consistía en hacer que ellos eran
novios, que se amaban, aparentarlo sería el dilema. Al este irse de Cuba a la semana siguiente, ella
se presentaría en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos e imitaría a Tania casándose “por fiancé”.
El plan debía llevarse en dos días por
la premura de la partida de John, por lo que movilizaron a todos los pájaros
para crearles ambientes y situaciones que pareciera que se conocieran por mucho
tiempo.
Lo primero y más importante era el anillo y el momento en que John lo
compraba en Estados Unidos, para ello buscaron una esquina de la casa donde
había empotrada una Virgen de la Caridad del Cobre, que de ahí sacaron para
colocar estuches de joyas vacíos y en medio el anillo, que había pertenecido a
su abuela y luego a su madre, a modo de
vidriera.
El supuesto novio tenía el pelo lacio y se
lo rizaron, para una impresión juvenil y un aspecto jovial en su modo de vestir,
el que también cambiaron. Con él era todo
más fácil, Tony “la católica” era el encargado de ella. Para esto había surtido su “necessaire” con
cuanto producto de maquillaje y peluquería encontrara, su meta era hacer que
Olivia pareciera desde más joven y gorda, hasta
más vieja y flaca, o sea rejuvenecerla y engordarla y envejecerla y
adelgazarla; además de pasarla por varias estaciones del año.
Por suerte la casa tenía piscina que
aunque vacía daba para fantasear en ella. Lo primero y peor fue mojarla a ella
y sacarla al exterior en biquini en un horrendo y plomizo día del invierno de
enero. Fue rápido, como rápido el estornudo que inició un leve resfriado. Le siguió a esto una batería de fotos con
ropa de verano, con el pelo muy rojo.
Luego vinieron las fotos de otoño para
ello Tony había llevado la peluca que había usado su recién
fallecida tía hasta el ataúd, la que se le había retirado para el entierro.
Realmente ella era rubia, pero con los sueros se le caería el pelo y antes se
lo cortó y Dora le hizo la peluquita de su propio pelo. Era sólo de la mitad del cráneo para atrás y
el cerquillo, porque no era mucho pelo y la parte central la cubría con una
cinta en combinación con lo que usara y así fue hasta que se marcho de este
mundo. Murió ahogada con un pedazo de
carne; al asustarse por la entrada de una “cucaracha voladora” a la casa,
animal semi-doméstico al que ella le tenía pánico y que entró ese día lluvioso
a la casa mientras cenaba. El pedazo de
carne de la dieta que le daban a los enfermos en fase terminal se le atragantó. Quedó como una palomita, saboreando el tan ansiado bistec.
Para esto, usaría también toda la ropa
de la abuela transformada en modelos de Lady Di, por su modisto Duda que la adoraba y lo hizo todo con pasión y
perfección.
Para las fotos de invierno sí tuvo que pintarse de negro, lo que
demoró un poco, ya se acercaba la madrugada y el novio se iba al día siguiente. Había que imitar varios horarios pero para
eso estaba Mateo, el fotógrafo de su infancia, con toda su antigua pero
efectiva tecnología, deshecha en pantallas doradas y plateadas, filtros y luces
de estudio (Ver “Mateo tira peo”). A las tres de la madrugada ya habían
terminado, luego una única foto de beso en la boca, que para Olivia no fue
difícil pero para John sí, él nunca había besado a una mujer; era por decirlo
de algún modo “raza pura”, fascinado por el arañazo del bigote sin afeitar, que
marcaba y encendía su masculinidad. La piel de melocotón del labio de Olivia lo
convenció aún más que no estaba hecho para el sexo opuesto, pero eso iba en el
acuerdo. Mateo llevaría las fotos
reveladas a la mañana siguiente y estas serían entregadas junto a una carta de
petición de matrimonio en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, el
propio día. Todo salió a la perfección, las fotos lograron el clima que se
requería de desenfado en algunos casos y de amor en otros. Varias fueron las posiciones y
situaciones. Ella muy fina – como era y
él bastante varonil.
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Al salir Olivia de su gestión en la Oficina, comenzó a sentir unos mareos, acompañados de una picazón por todo el
cuerpo, iba caminando e hinchándose. Cogió la ruta 174 en la calla ”G” y el
cuerpo no daba para más ya, y en Calzada del Cerro y Boyeros cerró los ojos, se
desvaneció y solo el ruido del carro "Moskvich"de una empresa de la Academia de
Ciencias la recogió, la trajo en sí, había llegado al cuerpo de
Guardia del Hospital “La Covadonga” en estado grave, intoxicada por tanta
química en su cuerpo entre tintes y
maquillajes vencidos, fue directamente para la unidad de terapia intensiva, en
la que permaneció tres semanas internada.
Llegaba yo en el momento en que la
sacaban acompañada de su madre que en la mano llevaba un sobre y dentro la
aprobación para irse de Cuba inmediatamente, “por fiancé”