domingo, 29 de enero de 2017

Martí en mí

Martí en mi vida. 1

 De la beca saque varias experiencias y por supuesto grandes amigos, fue por eso que en el año ’89, estando en 4° Año de la carrera, hube de retomar el camino hacia el campo y encaminarme una vez más hacia Güira de Melena, esta vez no para estudiar si no para aprobar un examen.
Ate Cuba Revolución era una asignatura que se imponía en la carrera y que había que sacar como todas las demás, sólo que llegábamos a ella después de pasar por todos los estilos históricos que iban dejando una secuela y un legado de belleza inolvidable y ahora debíamos enfrentarnos al arte  “Pop” en la Revolución y decir que era lindo, a mí particularmente no me gusta nada, se le acepta a Andy Wharol , por ser de los iniciadores y no es lo mismo el rostro de Marilyn Monroe, en una serie repetida que va mudando la gama de colores al rostro del argentino que participó del proceso revolucionario, que dicho sea de paso, ambos rostros se convirtieron en ícono universal, el de ella por su carismática y sensual belleza que la hacía aparecer bien en las innumerables fotos que le hicieron a lo largo de su corta vida y el de él por una sola foto que le hiciera que le hiciera Korda, donde se mezcla  la belleza masculina con la potencialidad de los estados idílicos del ser humano. 



La foto es un espectáculo hasta hoy, pero no me sensibilizaba verla en esos tonos, como tampoco quería ver a otros líderes –como a nuestro apóstol- ni actos de aquel momento, como si fueran “comics”, a los que tampoco soy muy dado. Me gustan las cosas de verdad. Por tanto la profesora M.P. de esta asignatura me suspendió dos veces llevándome a Mundial.



Se acercaba la fecha del Mundial y recordé que mi amigo de adolescencia Michel Velarde tenía una cartomántica y espiritista tremenda, que lo sacaba siempre de las “peores” situaciones, por lo que ese fin de semana, fui al Parque Manila y allí cogí la ruta 185 que me devolvería a mi pasado reciente. 


Llegué a Güira a eso de mediodía;  para mi suerte, “el Miche”ahí estaba, pues podía haberse ido como solíamos hacer en tiempos antaños, para la playa El Cajío, que está en esa parte del sur de La Habana. 

Playa El cajío de G6uira de Melena.
Luego de explicarle el caso y de salir a saludar a otros amiguitos que por allí vivían, mi querida Olguita Torres, Anita “la gata”, entre otros, nos dispusimos al encuentro de Irma la cartomántica.  Fuimos caminando, a pesar de no ser muy cerca. Vivía Irma en el entronque de Tamaulipas en una casita humilde, casi un bohío, rodeada de animales de corral y de estimación.
Llegamos  y la puerta estaba abierta y Miche se quedó atrás. Di entonces de cara con dos  fotos-carnet ampliadas de dos mujeres, que eran la misma persona, pero en diferentes épocas; peinadas igual; una raya al medio y dos trenzas cruzadas por encima de la cabeza.  La primera en tono sepia por el paso del tiempo y la segunda mejor conservada.  Ambas estaban en un mismo marco de moldura blanca tallada y para cada una había un vaso de compota rusa,  lleno de agua y al centro otro de Marpacíficos moñudos.
De pronto apareció la imagen de la mujer del cuadro y yo palidecí, Miche viró la cara aguantando la risa, pues ya sabía cuál sería mi reacción, conociéndome bien, después de haber convivido conmigo en el mismo alberge por tres años y haber pasado las mismas vicisitudes los dos*.
Nos recibió, como si nos estuviera esperando, colando café y con una hilera de tazas hechas de laticas de compota NENÈ.  Me miró bien percibiendo mi palidez; volteó el rostro hacia las fotos y me dijo feliz; Tata, mi abuela y Tía Tata, que me crió como si fuera mi madre, que murió, al poco tiempo de nacer yo, como eran gemelas idénticas, pongo la foto de una sola, si no parecería una galería de arte; -remitiendo mi pensamiento a Andy Warol y su serie de retratos poli cromáticos-.  Sin saberlo aun, estaba tocando en la yaga.  Pero yo soy como la misma persona y conmigo se rompió el molde, porque no parí.
Tomamos el café en  lo que Miche me presentaba y yo le explicaba -por arribita- a lo que iba.  Se levantó y de otro ambiente que sería el comedor me llamó, ya con las cartas en la manga y digo “la manga”, porque las guardaba en la manga de una blusa de su abuela.  Un tejido que debió ser algodón blanco y ahora –en aquel momento- estaba casi marrón.  Barajeó y me dijo: parte en cuatro partes. 




Viró el monto del centro superior y mirándome, frunció el ceño, como queriendo reconocer en mí a otra persona y solo atinó a decir: 
-         El maestro, a ti te acompaña el maestro.
-         Qué maestro Irma?
-         El único maestro, Martí. Has venido aquí porque él quiso que yo te dijera esto, él quiso que tú supieras que él te acompaña. Tú no eres maestro.
-         No, pero siempre quise. Yo enseño pero en un museo. Soy museólogo y guía de museo.
-         Pero tú no terminas ahí. Tú serás maestro.
Cerrando las cartas, me dio una obra para ponerle al espíritu de José Martí y sonriente me dijo: No estudies, que ya estás aprobado.

Salí de Güira, agradecido y lleno de esperanzas, como si ya hubiera hecho el examen. 
Llegó el mes de agosto y con él, el marcado y esperado día.  Entré al aula,  me senté, en mi pupitre, invoqué a Martí y el lápiz corrió solo por la hoja.
En septiembre estaba ya en 5to. Año de mi carrera de Historia del Arte.
Es por eso que cada año cuando llegan las fechas de su ciclo vital, lo celebro y venero como a un santo y ostento en la sala de mi casa, un pequeño y adorado busto suyo que me trajera  de regalo, de Cuba, una gran amiga, al que lo escoltan una imagen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. y otra de una sevillana, en honor a la gitana de la cartomántica, que me anunciara, su presencia en mi vida.






Ref. Ver: “Adiós Toqui, adiós Violeta”; “Albergue tres de pie”; “A una,otra”.




Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.




sábado, 28 de enero de 2017

Volver a los dieciocho


"Volver a los dieciocho, sin nada en el Frigidaire, 
con veinte kilos de menos y una camisa de láster.
La escuela al campo, la lata e leche, la pasta Perla,
el cepillo e diente. Esperando hasta el domingo, sí, sí, sí.





Juventud, divino tesoro.  A veces me paro a pensar, cómo era que podíamos subsistir, con tan poco? Será que  lo que ahora tenemos no es necesario, y que las carencias eran subsanadas, por el afecto familiar,de nuestros padres y amigos. Porque , como te digo una cosa, te digo la otra: Que de cosas tengo. Aquel escaparate no da para más. Un amigo cubano que vive en España y vino de visita me dijo sorprendido: Pero joder, tío, esto parece una tienda por departamento, hay ropa y zapatos por todos lados. Otros de aquí me lo dicen igual, pero de otra forma. Me hablan del apego a las cosas materiales, y hasta apelan a lo espiritual y me conmueven, pero después digo: Noooooo!




Tengo muy presente la colección de camisas “Yumurí” y el Levis Straus que me regalaron por los 15 años. Que le costó a mi mamá 150.00 pesos y el salario mínimo era 148.00.  por eso nunca lo lavé, me lo ponía sólo los fines de semana.  Estuvo intacto hasta que se lo presté a Ramosito mi vecino y borracho se orinó en él. Me lo entregó lavado; al indagarle, tuvo que confesar. Ese día yo me había puesto su camisa Manhattan con la cara de una muchacha rubia muy linda, que luego resultó ser Olivia Newton John.




Los zapatos me los había traído mi tío Luis de Angola –que EPD-  y esos si no se los prestaba a nadie, decía que tenía hongos en los pies y como en el barrio todos sabían que de niño, había estado dos veces ingresado en "Hijas de Galicia", por eso mismo. Cuando los presté los regalé, ya tenía otros.

Era una alegría al terminar la fiesta y llegar al barrio.  La calle parecía un vestidor, todo el mundo se quitaba la ropa y se la devolvía a su dueño. Todos habíamos crecido juntos, habíamos casado mariposas, jugado al “chucho escondido”, “a la gata paría”, al piti-piteo, a los escondidos, a los cogíos, y hasta algún que otro domingo, Manolo Cazón, nos llevaba con sus hijos  a la Ciudad Deportiva a jugar pelota.




 Era una fiesta coger la 14 en la calzada de '10 de octubre"  e ir hasta allá, pero lo mejor eral el final, que terminaba en la Ward, la heladería que "competía" con Coppelia, no sé si era el mismo helado, pero me sabía diferente -y como todo helado- a gloria.




Es por eso y muchas cosas más que me cuesta tanto deshacerme de mis cosas, un verdadero sufrimiento. Esto de recordar cada detalle de cuándo la vi por primera vez, de cómo la enamoré, mirándola y mirándola, hasta que pude comprarla y estrenármela. Es como los grandes amores; -valga la redundancia porque los amores siempre son grandes. Al menos los míos, que no han sido tantos tampoco.  Bueno así los dejo porque me he puesto sentimental.  Voy a poner a Los Van Van, “como me enseñó mamá, eso y muchas cosas más…”



Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.




Taíno lucha tu yuca

"...no hay solución, no la encuentro, 
sólo me queda el consuelo de llorar,
por dentro"




Ahora trágate las lágrimas, te lo dije que detrás de esa oveja, había una cobra, pero seguiste y seguiste, porque no quieres oír a tu madre, no ves que esta que está aquí , no se tiñe el pelo por gusto, que estas canas, son años y estas arrugas, son dolores y no de parto ni de cabeza; son dolores de aquí, de dentro, que mira como tengo este bajo-seno de inflamado, porque ahí está el alma, que muchos tragos amargo que tuve que meterme con tu padre, y tu abuela y la rebombiá de aquella familia sucia y envidiosa.
Cuando vine a despertar ya estaba con la otra de brazo paseándose por Prado y yo lavando y planchándole la ropa que le compraba y mantenía, pa restregarse con aquella. Haciéndose la señora; favor que me hicieron, al final míralos cómo están, porque lo que brilla no es siempre oro.  Lo vi ayer, que parecía un carretillero y a ella la botaron del trabajo por robarse un bombillo, porque aquí en este plano tierra todo se paga. Haz bien y no mires a quién.  Si no me dan ese impulso, no hubiera encontrado a Génaro, que no es bello como tu padre, yo ya tampoco lo soy, pero me representa y me acompaña, terminó de criarte a ti, para que ahora me vengas llorando por un hombre que se fue con un italiano.  Si eso se venía venir. Cuando lo trajiste que le di el visto, no fue bueno, pero te vi feliz y me dije que escarmiente por su propia cabeza, aunque no sea “barbero”, que es el único aprende por la cabeza de otro.

 Aguanta que todo pasa, hasta la gua-gua. Te me das un baño, te vistes bien y te me perfuma y dale pa la Rampa, que ahí tengo picadillo y tu sabes que a tu madre, le gusta con aceituna. Así que arranca y no olvides que  “el Taíno, tiene que luchar su yuca”


Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.


viernes, 27 de enero de 2017

Algo en común




En el jardín del vecino, hay una rata, 
está gorda, como come, vive a base de claria
y la gata, está ya pa su cartón.
Ella no pása de hoy; no señor. 
Se le acerca y le quiere meter garra;
pero ve a los ratonsitos y se va, 
Se acuerda de sus gaticos, 
ella no puede hacer eso.
 Es que también es mamá.

Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.
   

El que solo se ríe






El que solo se rie....es maldad o esquizofrenia, 
te lo dice tu vecino, que lo ha vivido de cerca, 
no es lo mismo que haya frío, que estar frente a la nevera.
Las monjas están escasas, nadie está pa la cuaresma,
si el sillón se mueve solo, que ese espíritu se meza, 
al final si coges piojos; te pica y no hay quien los vea...





Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.

martes, 24 de enero de 2017

Diplomacia embotellada


"la gente sube a la gua-gua, 
y es tanta que se atropella,
y como, no estoy pa esa salsa
me voy pa la via blanca,
y allí, cojo una botella".




Cuando la cosa del transporte se puso mala –y no quiere decir que alguna vez estuvo buena- por los años ’90, gracias a Dios en el museo nos dieron uniforme, -porque ropa no había tampoco- para atender a los visitantes, algunos de ellos ilustres, y allí me hice de un personaje, que incorporaba cada mañana. A los efectos el personaje era un diplomático, funcionario de la Embajada de Brasil.  Si alguno de ustedes ha ido a dicha sede, que está en la antigua “Lonja de Comercio”, sabrán que aquel edificio espectacular de estilo ecléctico que data de 1905, tiene doble entrada, por tanto yo entraba por una salía por la de atrás, encaminándome hacia la calle de la Amargura para doblar a la izquierda la de Cuba, donde está el conjunto arquitectónico, que comprendía la iglesia de San Francisco, otrora de San Agustín y el museo, otrora también  -valga la redundancia-  convento de San Francisco (1842) y de San Agustín (1639) y que fue construido por Francisco González, según inscripción encontrada en excavaciones. Exactamente en Cuba entre Amargura y Brasil (antigua calle del Teniente Rey)
Una carpeta de congreso con asa terminaba de componerme el atuendo, que me permitía cada mañana ingresar al edificio y estratégicamente abandonarlo, pero hubo un día que la  botella me la dio un señor muy compuesto que para colmo iba a hacer gestiones a la sede diplomática y durante el viaje, me pidió encarecidamente que le pasara los documentos que llevaba a la secretaria, del embajador; yo quise desparecerme, no abrí la puerta del carro y me lancé porque me quiero mucho la vida y en los momentos de desesperación pienso en el helado y el sexo y eso me sostiene y me asegura para no cometer un estropicio contra mi persona.




Al llegar, tomé el sobre y leí el nombre de individuo -que aun no se me había presentado- con una soberana  y soberbia actitud, le dije espéreme aquí, subí  las escaleras y cuando fui a tocar la primera puerta que encontré, una señora, alta blanca tiposa, de me mediana edad me interpeló, cuestionando mi presencia ante la puerta de la que supe luego fuese su oficina. Hay que recordar que en aquel entonces, Brasil a diferencia de España o Estados Unidos no era rumbo para los cubanos, a pesar de la influencia de la novela, que tanto tuvo que ver con el curso de la economía cubana,  ("Vale todo" y las paladares.)
-         Qué desea joven?
-         Entregar estos documentos de urgencia a la secretaria del embajador.
-         No será a la del cónsul. Agregó la señora.
-         Sí pudiera ser también.  Es una encomienda  de un amigo.
-         Entonces es conmigo –me dijo-  Espere a ser llamado.  Su nombre?
-         Alberto Pijuán para servirle
-         Le entregué el sobre y bajé con la misma
Al bajar choque con Orestes Perdomo –ya sabía el nombre-, le dije,: espere será llamado por mi nombre Alberto Pijuán, yo debo retirarme a hacer unas gestiones, y deseándole suerte me escabullí como siempre solía hacer, por la puerta trasera, dejando atrás al diplomático, para volver a la realidad, al  humilde museólogo Pijuán, bueno no tan humilde , la palabra no me gusta, sé que es de personas de bien, pero me suena a humillación y lo que me viene a la mente es una familia sin zapatos  delante de un bohío en Pinar del Río, la madre escuálida sin dientes, siete hijos y un viejo con la cara acabada y un tabaco mojado entre dientes, asumiendo la paternidad.
Pasaron dos años y me vi entonces en la misma situación de Orestes, y lo recordé, preguntándome qué habría sido de él; de hecho no estaría en el país porque nunca más lo vi en la circunvalación de  la salida de san Miguel  y Vía blanca. Esta vez, con el mismo atuendo, entregaba los documentos en la misma oficina y a la misma persona que increíblemente me reconoció y soltó una carcajada al verme, yo me quedé en una pieza. Cuando me dijo:
-         Así que usted es funcionario de la embajada y ahora a quién le trae los documentos.
-          Aún asustado le expliqué que ese día  él me había ayudado a llegar,  yo le había mentido, pero era una “mentira piadosa”, más bien para que me llevara. Le dije quien realmente yo era y la invité al museo, invitación a la que accedió y cumplió, pero bueno, ese es otro cuento, que me les quedo debiendo.

Ref. Ver "El comino y la cruz"


Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.



lunes, 23 de enero de 2017

La fina. Comadreo




Mírala, haciéndose la fina, la recatá y ahora viene con una barriga, sabrá dió de quién será, pa mí que lo que está es gorda o hinchá. Bué así decán de Edelmira y con aquella delgadez le parió al encargao y mira Edelmirito como está ya. Dicen que sale cona la Yoyita, la hija de Yoya. la de vigilancia, Bué ya tiene que vigilar, a ver si deja tranquilo a Gustavo con su negocio de la paladar, que con eso mantiene a la hija de Miami, que se está comiendo un cable, cuidando viejo;. una niña que era de porcelana, pero ese es el precio;. No quiere que sea L'Oreal el champú? pues di tú. y no es de pollo. hablando de so, ya sabes lo del Pollo?. No te asustes que es el Pollo, el hijo de Migdalia, la de la polio. Ahora es testigo de Jeová, con lo malo que fue con la madre y con la abuela. Por eso no creo en nadie y me quedo con mi santería que es más traparente.
Bueno, chao mi amiga que dejé la olla con unos huesos, ya sabes, paque la salá de al lado piense que estoy cocinando. nadie tiene que saber que estoy pasando una brisa que ni el talco.
Besos


Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.




domingo, 22 de enero de 2017

El pedo de Vicente


Me gusta cuando callas, porque estás como ausente,
pero te tiras pedos que me dicen: presente,
si respiro me ahogo, o me trago los diente.
por qué eres así, me castigas Vicente,

Cuando éramos novios eras tan diferente.
lo decía mi madre, él parece decente,
ahora te me comportas como un indigente
ponte hielo Vicente, lo has de tener latente,

Te lo he dicho mil veces, no me tome aguardiente
y tu toma Santero como agua de la fuente
cuando venga Cisnero, el vecino enfrente
le diré que me traiga un extintor de oriente

Un día coge fuego el sofá con la gente
es un arma de guerra, aquello es muy potente
no te rías no es juego, tienes la cara ardiente
si te pongo un termómetro puede ser que reviente

Me gusta cuando calla, es que es mudo Vicente.






Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.

























El día del juicio





La gitana le había profetizado el futuro a todos menos a él;  ya se despedía, sin siquiera mirarlo. Cuando era inminente su partida, la llamó y en tono desesperado le preguntó: A mí no me dice nada?   Ella lo miró, levantándose el velo de encaje negro y ajustándose el mantón de manila del mismo color, le dijo, certeramente: A ti sólo te voy a decir que el día de tu juicio es el 6 de diciembre.

Con esa sentencia amaneció Adrián ese día de abril; agonizó hasta el día 6 de diciembre de 2002; para ello se preparó y se vistió de blanco, canceló todos los compromisos y a las 12:00 meridiano se encaminó hacia la iglesia de Santa Rita de Cassia, de Río de Janeiro, llegó al doblar de las campanas, miró y habían pocos feligreses, sabía que algo le ocurriría, pues lo pronósticos de esa gitana siempre se cumplían, pasaron cinco minutos y un dolor en el pecho se apoderó de él, como un punzón, en el lado izquierdo, le cogía la espalada, el juicio estaba por acontecer Trató de levantarse y lo consiguió, se dirigió al altar mayor para tener un final digno, una monja que notó su palidez lo tomó del brazo frío como un tempano de hielo y le brindó ayuda. Un vaso de agua señor? –Le brindó- él asintió con la cabeza, esta vez ya frente al padre que oficiaba la misa. Los feligreses eran pocos, pero un poco que se distrajeron de la homilía. Apareció la madre con el vaso de agua, el que sin siquiera agradecer bebió de un tirón; pronto saldría la respuesta en el sonido de un gran eructo que sí llamó la atención, Se desvaneció de la pena y del susto al mismo tiempo.  Eran gases el producto de su dolor, percibió que no era el juicio profetizado. 




Iglesia de santa Rita de Rio de Janeiro.


Recordó lo que le había dicho su madrina, cuando al respecto le consultó: Juicio puede ser inteligencia, conciencia. Así lo asumió. Pasaron entonces tres años , cuando llegó diciembre él se centró en Santa bárbara que era el día 4 y se olvidó de ese 6 de diciembre
El 5 de diciembre, una voz masculina conocida retumbó en su ventana, más que conocida, era la voz del amor, de su amor, de hombre por el que había perdido la cabeza, por el que había tomado la decisión de salir del país, no podía ser. Era un regalo de Santa Bárbara. Se asomó a la ventana y no se había equivocado, era él; el mismo que hacía casi veinte años había visto por primera vez al fondo de la ruta 27 y que lo había dejado paralizado con su gallardía, belleza y altivez. Después de esa vez siempre que subía al ómnibus miraba hacia el fondo y ahí estaba como un “David tropical”, un espejismo urbano,  palpable, factible, comestible, imposible.
Lo registró en su mente como algo imposible, digno  de tan solo admiración y deseo. Un hombre es un hombre, no le apetece otro;  aquella gallardía así lo declaraba, pero como dice el dicho; lo que está pa ti, nadie te lo quita.
El año ’91, fue de grandes éxitos, tanto en lo profesional como en lo cotidiano y ahí es que está el asunto, la cotidianeidad hizo que un buen día de agosto de ese mismo año, “como en un sueño sin esperarlo, él se acercara”. Adrián trabajaba en una galería de arte y por ella pasaban aprendices, que podían ser  de “marchand”, recién graduados de la universidad, estudiantes o profesionales del ramo.  A pesar de su juventud, él era reconocido como la persona idónea para tratarlos. No solo por su capacidad si no porque un día también lo fue.
Fue llamado a la oficina para conocer a su nuevo pupilo, cuando se deparó con aquella figura de sus sueños reales. No estaba soñando, se presentaron y por primera vez le escuchó la voz, la misma que ese día había escuchado en su ventana y que le daba aquel salto. 
A medida que fueron trabajando juntos,  se fue inciando,  una amistad, luego, una solidaridad y luego una complicidad que los llevó al juego de del elogio, de la mirada picante hasta el toque total de aquello que le parecía imposible y no por ello dejaba de serlo; al final tenía un compromiso con fecha marcada para casamiento y lo concretó, ante la mirada y el aplauso sentido de Adrián que no se conformaba con migajas,  él quería más y en ese más, era que se perdía el juicio.


Por eso ese 5 de diciembre, inolvidable por demás, después de abrirle la puerta y confesarle que había ido a un evento convocado por la Bienal de Sao Pulo, -ya como Marchand, se había escapado a Río de Janeiro para verlo. Fue lo mejor que hizo en su vida -se dijo él- Ante la euforia del momento no se había fijado en algo; su físico no era igual, pero se lo atribuyó al paso de los años, el rostro más alado y la mirada hundida, sus manos muy enervadas  y una extraña coloración, pero nada de eso diezmó su alborozo y total gratitud.  Comprendía entonces porque debió salir del país, era la única forma de tener a su amor al menos una semana con él en su nido.
El champán siempre en el refrigerador para una ocasión como esta, no se hizo esperar, ambos. 





El juicio comenzaba. 






Firmaron y fecharon la primera botella luego vinieron otras, que los llevaron al lecho, a consumar el precioso acto.  Un gritó de porquéeeee?!, lo estremeció al libar su sabia. Él no entendió nada y le dijo: No me embarazo y sonriente, se levantó a tomar un baño. Hasta dos semanas después, de regreso a su país, cuando unos fuertes cólicos, acompañados de intensas pérdida de líquido lo llevaran casi a la deshidratación y al hospital, donde le hicieron muchas pruebas.





A la semana estarían los resultados, pero lo llamaron a los tres días, debía repetirse un examen, el de sangre, para este el diagnóstico estaba al momento y así fue.. Estaba contaminado con el virus del Siglo, su inmunidad, quedaría comprometida para siempre.  El mundo cayó para él; los médicos trataron de calmarlo, sólo se preguntaba: quién, cómo, cuándo?

Llegó a la casa y fue directo a la botella de Champán vacía, leyó 5 de diciembre. 
El acto fue en la madrugada, ya era 6; el juicio había terminado, la sentencia dada.


Luz para el espíritu de esa gitana.


Ref. Ver: "En nombre de papá", "Ellos nunca se van", "No debió pasar".

Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.

viernes, 20 de enero de 2017

Los pasteles verdes




 Sí, cuando leemos “Pasteles verdes”, lo primero que nos viene a la mente es aquel grupo peruano que a finales de los ’70 llegó a Cuba con la canción “Hipocresía” que tanto gustó, como popular se hizo,  y que yo de cansancio hasta parodié con: Hipocresía, porqué ir a pie habiendo tanta guagua?  Hasta hoy los escucho y no me quedo por ahí; le pedí a un amigo peruano me trajera su disco de Perú y me lo trajo, con todas las canciones lindas de la época; incluyendo Hipocresía.  
Pero de lo que yo voy a hablar es realmente de la hipocresía de la gente y hasta de la propia familia.
Hace un tiempo, estando en Cuba, -cuando ya la cosa comenzó a ponerse con perpuntes gises, -porque clara nunca estuvo- se acercaba el cumple de mi amiga Nora, una virgo del 20 de septiembre, de aquellas cascarrabias y llenas de majaderías, como suelen ser las mujeres y hombres de ese signo, que amo, no sé si por ser el de mi padre o el de mi amiga Silvia. 
El asunto es que a mi a mi amiga le gustaban  los pasteles de hojaldre de guayaba  y a quién no, Estos estaban perdidos, sólo los había en alguna tienda en dólar; $4:00 dólares en pastel de hojaldre, nadie gastaría, habiendo tanta escasez de artículos elementales (jabón, detergente, pura de tomate, comino, aceite etc.)  

Nadie?!  Para que estaba yo que con el esfuerzo del mundo el 20 de septiembre, me aparecí con el estuche  plástico, de 12 frescos y brillantes pasteles de hojaldre. Cuando ella abrió el paquete y vio el interior, dos lágrimas le corrieron y entre sollozos me dijo: no son verdes Pi y se me abrazó a llorar.




A esa hora yo quería entender, pero no le veía pies ni cabeza, a la reacción y mucho menos al comentario, yo que había hecho un gran esfuerzo para hacerlo ese regalo en la Habana de los ’90.  Así fue para la cocina abrió el estuche, colocó el primer pastel en un platico y con  un vaso de agua, poniéndolos encima de la vitrina, encendiéndole un resto de vela.





 Un silencio inundó el recinto, nos llamó a mí y a una amiga común que también estaba y de manos tomadas  inició la oración del Padre nuestro. Sabía que la abuela había fallecido hacía poco, pero no sabía que también era del mismo día, o sea que ella había sido presente de cumpleaños de su abuela.  Al morir su última palabra había sido: Pasteles verdes  Claro que todo eso tenía un porqué que pronto fue explicado el porqué. 
Ellas eran tres hermanas, Zenaida, la mayor, Ana la del medio,  y Luisa la menor, que era su abuela.   





Años atrás su hermana mayor Zenaida, que tenía muchos hijos cumplió años y ella en secreto le envió una caja de pasteles. Ese sería su regalo. Cuando llegó a casa de la hermana, no le brindaron ni agua, tratándola hipócritamente, como quien quiere que se vaya.
Ella no dijo una palabra y se fue, dudando de la persona a quién le había encomendado la entrega.  Al comprobar que dicha encomienda había llegado a su destino, nada comentó al respecto. Vecinas como eran, había querido darle la sorpresa, y así en silencio quedó hasta el día de su muerte; nunca más le dirigió la palabra  a Zenaida;  que a su vez fue desenmascarada por Ana la del medio, que yendo también de visita se le abrió el monedero al pasar al baño,  que estaba en el cuarto.  Tuvo que  agacharse a recoger las monedas, y encontró la caja de pasteles, verdes ya por el paso del tiempo. Sin decir nada fue y se lo comentó a la otra hermana,  abuela de mi amiga, la que dolida tomó la dura desición
Fue por eso que al morir  pronunciara  los "pasteles verdes".  Arrepentida tal vez de no haber hablado en el momento; decepcionada quizás de la hipócrita actitud de la propia hermana. Un dónde están los pasteles y todo se hubiera aclarado. 



Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.