miércoles, 30 de noviembre de 2016

Itá no se equivoca.













Hoy hemos tenido un día de preocupación, por la operación de un amigo en Cuba y me viene a la mente cuando me operé en  el 2000, antes de venir. Sí, me operé de varicoceles, porque recuerdo que, en una consulta que me hice, me salió que iba a una mesa de operación. Con la dichosa “FOREVER”, me había dado un golpe en los lugares y me dije pa luego es tarde, por lo que me operé en el “Ameijeiras” (ver: Ellos nunca nos abandonan), pero para ello tuve que recibir un “Orisha”, que en su itá me vino diciendo que no podía vestirme de listas horizontales.  Tenía yo una camisa así mismo que era mi joya y me la ponía para casos y cosas de aquellas tremendas
Cuando me dijeron esto supe que tenía razón pues la única vez que me condujeron a la estación, estaba yo con ella en La Maison. (ver: Cuba-moda ’87). Por lo que no me resistí, además ya la había usado bastante.
Salgo de Cuba con mi itá de no usar listas horizontales y pasa un año, dos y tres; y al cuarto año, viene un amigo de España. Me llama que vaya a verlo a Copacabana, donde estaba hospedado y para allá voy.  Me recibió con aquella alegría que ya sabemos los cubanos, que pensamos que, al salir, nunca más nos vamos a ver; que es algo en lo que no dejamos de tener razón. Me llevó al último piso donde estaba el restaurante del hotel, cenamos  que aquello fue lo más grande de Tejadillo, con la vista al mar, bueno, aquella cosa de la película.  Al despedirnos me dice, espérate que te tengo un regalo. Lo trae deseando que me guste y pidiéndome que no lo abriera allí, para evitar deshacer toda la envoltura. Sólo me fijé que, en medio del paquete, decía El Corte Inglés, lo que era normal, viniendo él de España. Llego a la casa y abro el paquete y, para mi grata sorpresa, era un pullover de mangas largas, color azul y blanco, pero un azul vitral colonial que era un escándalo y en medio de  mi ilusión de con qué ponérmelo y cómo y cuándo, me dije: “aguanta que la están peinando”; si yo no podía usar listas horizontales, a pesar de que estas eran unas franjas bien anchas.
Bueno tanto di que el sábado, en medio de un friito sabroso que hacía, decidí hacer estreno de mi pullover, con un pantalón vaquero blanco y mis zapatos marineros azules ribeteados en blanco. La combinación era un escándalo, pero se me ocurre que me hacía falta un cinto azul, haciendo juego con los zapatos; para ello debía ir a la tienda a comprar el cinto y escogí una tienda masculina, tradicional que hay en el centro de Río.

Me levanté temprano, hice las cosas normales del  día, me bañé y me vestí como había pensado. Arranqué para mi tienda y entrando di de cara con el cinto. Llamé al dependiente y al no venir lo tomé yo en mis manos, al tiempo que viene el dependiente y le estoy explicando todo mi plan, cuando siento un golpe contundente en la cabeza, que me deja atontado, al punto de no poder ni hablar; palidecí, quedándome paralizado y al volver en mí, busco para ver qué me había asestado tan duro golpe y veo al dependiente que en vez de preocuparse por mí, que era su cliente, estaba recogiendo un maniquí de yeso del piso, de aquellos años ’50, con la cara de Errol Flynn y con la misma me doy cuenta de lo que había sucedido, Dios mío, me había caído un maniquí en la cabeza. Al yo ver la preocupación del señor, ya mayor, por aquel objeto y no por mí con el dolor y el susto que había pasado, le fui arriba y en un arrebato, le quité aquel muñecón viejo de las manos y lo cogí por la cintura al tiempo que  inicié una pelea con él, incrustándolo contra el piso; yo quería ver la sangre correr, mientras más tiza le salía de la cabeza. Cuando caí en mí, que me di cuenta de lo que yo estaba haciendo, la tienda estaba paralizada y los clientes riéndose.  Del interior escuché una voz que decía la dirección del lugar y percibí que estaban llamándome a la autoridad.  Miré a Erroll Flynn con todo el odio del mundo y salí corriendo de la tienda con mi camisa de listas y sin el cinto, atravesé una plaza y entré en otra tienda, miré y miré, buscando otra camisa para cambiarme, la que tenía era muy llamativa y me identificarían con mucha facilidad. En una percha vi un pullover sin cuello, y color entero, era de una amarillo mango espectacular.  Ay  Ochún,  mamá, sácame de esto. Fui hasta él, lo descolgué y pedí que me indicaran donde estaban los probadores. Me quedó perfecto, como pintao.  Lo pagué y en una bolsa eché el otro. Ese día estaba nublado, pero me puse los espejuelos oscuros para salir de allí; al salir venían hacia mí dos policías y me quiso dar el ataque de la croqueta, cuando se pega en el cielo de la boca, pero me pasaron de largo. Cogí caminito de Guaimaral y volví para casa en el metro, pensando en mandar la camisa para Cuba con el primero que viniese, cosa que cumplí después. Si ahora me había caído un maniquí, que es una figura masculina inanimada, la próxima no quería saber. Al entrar a la casa y cerrar la puerta, mi madre Santa que estaba pasando un tiempo conmigo, al saber lo sucedido, y ver el tremendo chichón que me había provocado "Erroll"; entre asustada y sorprendida, murmuró en un suspiro una frase que siempre escuché de mis mayores de santo: Itá no se equivoca.


Erroll Flynn.



lunes, 28 de noviembre de 2016

Con la papa en la boca







Viendo un “sketch” que puso mi nuevo amigo de facebook, que radica en Bulgaria,  Rey González, me he dado cuenta de una cosa. Es algo que es general en Cuba, un fenómeno que comenzó a partir de  un momento y que le toca solo a una  generación y que continuó degenerando en las subsiguientes.

Al salir de Cuba, - como ya he dicho y muchos saben - era museólogo; graduado en Historia del Arte. En 1998 comencé a ir a la radio a divulgar el museo; un director de Radio Ciudad de La Habana, me escuchó haciendo tal trabajo, y  me invitó a  conducir un programa de radio, en Radio Ciudad de La Habana, llamado “Rumbo 2000”. Cada lunes a las 9:00 am. estaba yo en mi cabina, feliz como una lombriz. 



Programa de Radio con Mery Delgado y Adrián Torres.
Radio Enciclopedia. 1999.

Confieso que en los primeros programas me moría de miedo, pero luego comencé a hablar con el micrófono, como si fuera alguien y fue fluyendo que de no haber salido del país, creo que me hubiera dedicado a eso. 
De niño me ponían a dormir la siesta con la novela de las 2:00, con la voz de Aurora Pita, Fela Jar, Juan Ramón González Ramos, que eran actores radiales. 



RCA Víctor. 1946.

No dormía nada; me sabía todas las novelas de radio, cosa que adoraba.  Práctica que continué de adulto.  No me olvido de una novela de los ’90, en que ya anciana, pero con la voz de una niña, actuaba Aurora Pita, con Odalys Fuentes; una especie de Conde de Montecristo, pero del siglo XX; que tuvo tanto éxito que el último capítulo lo televisaron. Algo sui-generis, nunca antes había sucedido cosa igual.





Bueno volviendo a mi programita.  Jamás nadie me dijo nada sobre mi conducción, a pesar de no haber recibido clases de locución, puesto que ya el trabajo de explicación del museo, me había dado mucho continente.  En el año 2000, salgo del país y cumplo mi sueño de ser maestro. En este caso, profesor de idioma español. Las primeras clases son muy simples; el abecedario, los artículos, los verbos regulares y ya luego comienza a complicarse, porque hay que encadenar y completar frases. En un inicio no, pero sentía que los alumnos no pronunciaban bien y yo les insistía. La mayor dificultad la encontraba en la “s” y la “r” intermedia; me la arrastraban, la “r” salía como “d” y la “s” como “j”; de ahí que en vez de decir masculino, me decían  majculino  y en vez de decir gordo, decían goddo. Todo terminó cuando un alumno al llamarle la atención, me dijo: Profesor, así lo dice usted. Me silenció con su sentencia y a partir de ahí comencé a “policiarme” y realmente tenían razón mis alumnos, era yo quien hablaba mal, articulando de modo incorrecto. Hablé con un amigo que aunque no se dedicaba a la enseñanza, es conferencista y este me lo aclaró todo, al decirme muy bajito, para no colocarme en  una situación embarazosa, ante los presentes:
     -Alberto, ¿tú sabes qué es?  La carne - continuó -. 
Por mi mente pasaron tantas alternativas de respuesta y la que me salió, fue la precisa.
      - ¿Qué carne Vicente? - le dije -
      - Eso mismo, ninguna - me respondió -
Yo seguía sin entender
-         La falta de carne que afecta las articulaciones y el sistema motor, a la hora de la dicción. Eso se llama “dislalia”.  En Cuba no se come carne. Nuestros padres y abuelos sí comieron, pero nosotros no y padecemos de esa condición, producto de las papillas y comestibles blandos, como el huevo, el pollo o el pescado.
Yo me quedé patidifuso. Al llegar a casa fui corriendo para google, coloqué en grande DISLALIA y era cierto. A los tres meses estaba yo articulando, como si hubiera nacido en el siglo XVIII, pero a eso se sumaron una serie de malestares y dolores en las articulaciones, no de la boca; esta vez de las piernas y parecía que tenía un corazón en el dedo gordo del pie. Corriendo fui para el médico.  Me hicieron un chequeo “de aquí te espero”; cuando estuvieron los resultados, regresé y para mí sorpresa, estaba a punto de padecer la enfermedad de los reyes.  Es usted candidato a la gota, me dijo el Dr. Jorge Nunes.
Claro, tanta carne roja comí que el ácido úrico estaba en el cielo.  Me quedé en una pieza, cuando me prohibió lo único rojo que me faltaba y por qué digo esto, pues al hacerme santo e iniciarme en mi religión, me prohibieron todo lo rojo, lo principal la ropa,  pasando por las frutas, las hortalizas y las bebidas; pero cómo,  a un italero cubano (religioso y adivino que dicta el llamado “itá”, que son las reglas de la osha o religión afrocubana) se le va a ocurrir prohibir la carne roja en Cuba; un país donde comerse un bistec de res es un lujo reservado a pocos.
Un tratamiento urgente normalizó mi ácido úrico, al tiempo que normalizaba y mejoraba mi dicción; al punto que en  mi último viaje a Cuba, al entrar al avión, se quedaron mirándome y una se atrevió a indagarme, tratando de averiguar mi nacionalidad; mencionó todos los países de habla hispana, menos el mío.  Triste al comprender la pérdida de mi acento, al no reconocerlo, le dije: De Cuba.  Una de ellas feliz dijo: No te lo dije. Es de Cuba, lo que me animó, al saber que al menos una, a pesar de la duda, me había descubierto.
Es por eso que hoy al escuchar a Garrido y Piñero hoy expresarse en su programa, recordé este suceso.



En clases.


Río de Janeiro,   2016-11-27.
23:50 pm.

Bibliografía:  
-Influencia de la masticación en el desarrollo del habla
Articulo elaborado por:
Nelsy Corral Lopez
Fonoaudiologa – Especialista en Terapia Miofuncional 

 





domingo, 27 de noviembre de 2016

Breve reseña numerológica.


Murió de muerte natural.  Así diría el atestado de óbito de un suicida, según Cantinflas,  "porque quien atenta contra su vida, es natural que se muera"; pero alguien que ha  muerto a los 90 años, que ha vivido  exactamente diez (10) ciclos de vida, conociendo que los ciclos son de nueve; que sobrevivió a 640 atentados  y gobernó a un pueblo, durante 57 años.   (5+7=12. 1+2=3) .
Marcado por el número TRES, el del don de la comunicación, su número de nacimiento (13/8/1926 =3).
Siempre fue TRES, el número que marcaría su nacimiento y su muerte, el número del orador, del comunicador, de aquel que convence por “el verbo”. El tres de Elegguá, el santo del panteón yoruba que abre y cierra los caminos; el niño que juega, que vence, que guerrea;  el que ostenta los colores rojo y negro, los mismos de la bandera del "26 de julio"; el movimiento que surgió a partir del ataque al cuartel Moncada, hecho que lo llevo a la cárcel, a la "Sierra Maestra" y luego al poder, con tan solo  33 años, y estaría ese año  en número tres “3”.
Hizo siempre lo que le dio su “reconsultiverísima” gana. Nos hizo repetir junto a él tantas veces quiso: "Patria o Muerte Venceremos".  Lo decía en primera persona, pero no del plural y sí del singular: Venceré; y venció.
Escogió fecha para salir, de Tuxpan - hace 60 años - e iniciar todo el proceso que lo llevó a la cima y escogió fecha para salir de este mundo en número “9”  NUEVE, múltiplo de tres y el número final de un ciclo de vida.  Marcado por nueve días de luto, la cantidad de números perfectos para su levantamiento espiritual, que vino a caer el 3 de dicembre, Día de la Medicina Americana y víspera de Santa Bárbara Bendita o Changó; a saber si este era el santo que tenía coronado. 
Cuánta perfección numérica.  Un gran estadista, hasta el final.

Rio de Janeiro 27 de noviembre de 2016.  
12:00.  Medianoche.


  .

Cuba-moda '87


Pijuán, acompáñame, escuché a mi oído, sintiendo a la vez una mano masculina en mi hombro derecho. La señora me miró sonriente y yo, simplemente, obedecí. De tener sombrero me lo hubiese quitado, ante aquel oficial de la seguridad del estado; cómo sabía mi nombre. Me condujo a una sala elegante y me sentaron en un sofá de estilo Luis XV. Pedí ir al baño para efectuar mi maniobra y no me dejaron, por suerte el oficial salió y conseguí sacar del bolsillo el documento que me había permitido entrar al lugar y comérmelo con foto y todo. Cualquier cosa podía pasar menos saber cómo conseguí entrar.  Un gran amigo me había dado su “solapín” de entrada al trabajo para  que yo pasara sin problemas, y así lo hice.
El oficial volvió y yo aún masticaba una presilla con la que estaba prendida la foto. Esta vez me llevó a una oficina, donde una mujer, de aquellas enérgicas, me interrogó, queriendo saber qué hacía allí y cómo había entrado; fue entonces cuando del bolsillo izquierdo del pantalón saqué un recorte de periódico, mal recortado. Juventud Rebelde tenía una sesión dedicada a la moda, llamada “Qué hay de nuevo” y en dicha sesión había aparecido un anuncio a modo de invitación que decía en su titular: CUBA-MODA ’87. Hablaba del cierre de dicho evento y la premiación de la mejor modelo de CONTEX.  El evento sería en “La Maison” a partir de las 9:00 pm, no decía si era por invitación, así que se me ocurrió recortar, o mejor dicho, rasgar la noticia.  Ese año mis amigas Zaida y Zenia me habían regalado una camisa preciosa de El Corte Inglés, a listas azules y blancas y un amigo me había hecho un pantalón azul, tomando como modelo uno de la revista Opina. Salí temprano de San Miguel del Padrón, para llegar a tiempo, antes debía pasar por casa de mi amigo en el Vedado y de ahí mi incursión a Miramar y así lo hice. Todo perfecto.  Llegué y entraba una delegación de coreanos y en el medio entré yo, como ya me había indicado mi amiga Regina, cuando le pregunté la táctica para que no la pararan al entrar a los hoteles.  Usted es el dueño; y con tanta propiedad entré que ni se dieron cuenta. Ya adentro revisé el escenario y a la izquierda vislumbre una glorieta y en ella de espaldas una señora elegantísima rubia, muy bien acicalada, que yo juraba que era Mirtha Legrand, la actriz argentina por la que he sentido siempre una gran simpatía y pasión; pero no era ese mi objetivo; estaba ahí para ver a la modelo más linda de Cuba.  Hacía poco tiempo que había descubierto quién era esa belleza cubana que aparecía en todas las revistas y propagandas. Ella no solo era la hija de mi animadora preferida, sino que también era hermana de mi cantante favorito. Demasiada coincidencia. Por mi amigo supe su nombre, o sea que sólo me quedaba verla de verdad. En el tiempo que antecedía al desfile, me senté cerca de una piscina que tenía la casa y los camareros pasaban y me servían; unas veces Anís, otras Proseco y entre copa y copa, llegó el momento. Cuando me fui a levantar sentí un leve mareo, sólo tenía 22 años y beber no era costumbre en ese entonces.
Se apagaron las luces y se encendió la pasarela, para mi sorpresa animaba la noche su madre. Salió vestida de hilo blanco, alforzado, con aquella simpatía que la caracterizó siempre y ya empecé a sentirme en el cielo.
Comenzó el desfile y salían las modelos, pero ella no salía, hasta que al final, la magia la hizo aparecer, deslumbrante cada vez.  Estaba de pie y fui yendo poco a poco hacia el frente, de hecho que al comenzar el desfile de la última colección, ya estaba delante. Esta vez salió vestida de “madonna”, con una bata de hilo y encaje que la brisa de ese octubre de 1987 halaba hacia atrás, a modo de cola, llevaba en los brazos un bebé; - un muñeco, pensé yo - y cuando llegó a la punta de la pasarela, se inclinó hacia mí, mirándome espléndida y sonriente, mostrándome al bebé, como si hubiera leído en mi rostro la duda de que fuera real. Él bebé era real, pero lo que yo estaba viviendo era un sueño y más que un sueño; un ensueño.
Terminó el desfile y había que esperar el veredicto del jurado, así se sabría quien era la mejor modelo de 1987.  En ese intervalo, y en medio de mi euforia ante tanta belleza terrenal, fue que decidí ir a hablar, con la que imaginé fuera Mirtha Legrand, la seguridad me prohibió el paso pero en un descuido conseguí pasar, con su permiso, me senté a su mesa. Al verla de cerca, supe que no era quien pensaba, pero igual, era muy elegante la señora. Fue cuando me llamaron y me llevaron de allí, pasando por varias salas y después del interrogatorio, me montaron en una perseguidora, con un muchacho, blanco, rubio, de mi edad, que me sacó conversación e inocente le dije lo mismo.  No le pregunté lo que le había pasado a él.
Llegamos a la estación de policía, un carro color vino lo recogió y al poco rato me dijeron que me fuera. Cogí mi 132, cambié en el Vedado para la 10 y llegué a la Virgen del Camino. Al día siguiente, sábado, fui como siempre a casa de mis amigos de siempre en el Cerro y entrando por la puerta, me dijeron: Pijuán como te divertiste ayer en La Maison. Extrañado, le pregunté cómo lo sabía y supe que fue ella la que dio mi nombre y mi referencia a la directora de la institución, pues yo no reconocí al de la seguridad que era visita de su casa al igual que yo.

Pasmado me quedé en medio de la sala al saber que la señora era nada más y nada menos que una de las hermanas de quien fuera en ese momento el presidente de la República de Cuba, el recientemente desaparecido Fidel Castro Ruz, cuya sobrina e hija, respectivamente, también era modelo y esa noche desfilaba.  El muchacho que me acompañó era también su sobrino, hijo de un afamado pianista. Qué podía imaginar yo algo semejante. Ahora se sabe más pero en aquel entonces poco se sabía de la familia ni de su vida íntima  Al mirar hacia el sofá, estaba el periódico. La noche anterior no había podido saber quién había ganado.  Lo tomé en mis manos y lo hojeé, buscando la sección “Qué hay de nuevo”, ahí estaba la noticia; me la bebí y en medio de mi confusión tuve la alegría y satisfacción de saber que el premio  a la mejor modelo de 1987 había sido para también mi favorita: Ariana Pérez Vidal. La hermana de Amaury, la hija de Consuelo. 
Rio de janeiro, 27 de Noviembre de 2016. 03:45 am.



sábado, 26 de noviembre de 2016

A mis cincuenta y uno


Ha sido mucha su presencia,
Ha sido extensa la batalla,
Como lidiar ahora con su ausencia.
Nada fue conseguido con migajas,
Abandonamos nuestra amada  tierra, y
Mantuvimos nuestra escencia intacta.
Se vaciaron las mesas,  consecuencia
muchas vidas partidas y sin patria.
Tanta razón perdida en la experiencia,
De  salir adelante  en nuestra causa.
No es de alegría, tampoco es de tristeza,
Se nos ha ido el tren en la esperanza.
Sólo la fe de una vida más cierta,
Que el sacrificio no saque más ventaja.
Lo que no entiendo por qué este desencanto
Alguien me explica, hay algo que no encaja.
Qué veinte años no son estos cincuenta,
Que me calan la piel llegando al alma.


Un antes, un después



Fidel.
Ayer pedí silencio en todos los lugares a los que fui, nada me convenía, la noticia no me había llegado oficialmente, hoy me ha despertado.  Alguien me pidió un escrito y como siempre no sé si lo he logrado.
Es Jesús, decían cuando bajó de la Sierra a la edad de 33 años, la misma edad que el hijo de Dios con su melena, su barba y su crucifijo. Su imagen se mitificó desde el inicio. Las mujeres lo adoraron y de rodillas caían ante él; rodeado de hombres jóvenes, vigorosos, hermosos y blancos. Eran la imagen de los tres reyes magos: Fidel, Camilo y el Che.
El mundo entero cayó a sus pies y aunque fue prohibido el pelo largo dentro de la isla, habían sido ellos los promotores de esta moda que promovió en movimiento “hippie” tan mal visto por algunos. No por gusto tienen como íconos a Bob Marley,  pero también al Che Guevara y la imagen eternizada por Korda.
Una paloma blanca se le posó en el hombro, en pleno discurso y fue el colofón para que se fusionara una vez más la creencia de que era el mesías de Cuba. Obatalá estaba con él, entonces lo amaron los afrocubanos. Venía marcado.
Dicen que a la tercera va la vencida y es esta la tercera vez que recibo la noticia de la muerte de Fidel, las dos primeras, confieso que me emocioné mucho, casualmente estaba comiendo en las dos ocasiones y se me atragantó la comida y eché a llorar como un niño. Busqué dentro de mí un porqué a tal actitud, a tal sentimiento ignorado hasta ese entonces y creo que tuve la respuesta en el recuento que luego le siguió y que trato de explicar a continuación.
Salí de Cuba no por razones políticas ni económicas, salí de Cuba por amor y no porque me estuviera esperando fuera como a muchos si no porque lo había perdido allá y de hecho nunca más lo he encontrado. No había condiciones para establecerse ni tener pareja con el gusto y la proporción que quería.  Salí dejando afectos mil y nunca me pregunté si entre ellos estaba Fidel.
Llegué a Brasil hace 16 años con la conciencia de que estaba en un país extraño, de que era extranjero y siempre lo sería. Había que empezar de cero, había que hacer de tripas corazón para mitigar el dolor de las ausencias, de lo incierto e inseguro de la soledad y la espera y creo que lo logré, pero no lo logré solo; lo logré por las manos amigas, por la gente que amaba a Cuba. Al principio me chocaba que cuando decía de dónde era, lo primero que les salía de los labios era un gran Fidel y era en lo que menos pensaba, pero luego pensando y pensando caí en cuenta de que la cara de Cuba era Fidel y que los cubanos de mi generación somos diferentes por él. Nos miran de otro modo y es envidiable nuestra posición ante los latinos o hispano-parlantes que viven en Brasil. Que somos lindos, sí lo somos, el mestizaje de razas que cargamos nos dio un abanico de colores y tonos que no solo se expresa en el físico, se expresa en nuestro modo de vivir y de ver las cosas y así pasa a las artes, a las ciencias, a los deportes. 
Pero también somos arrogantes y destemidos, y trabajamos y conseguimos y mantenemos a nuestra familia y miramos de frente y decimos las verdades en la cara.  Llevamos en el subconsciente los tantos atentados que trataron de hacerle y con él no pudieron, como no pueden con nosotros.  Heredamos el don de la palabra por los tantos discursos a que fuimos sometidos durante años y disfrutamos mucho más porque un día supimos hacerlo con muy poco. Somos incansables porque un día a los 11 años nos vimos en un surco con una guataca, cosechando lo que comíamos en casa.
Volamos alto porque nos dieron alas y luego nos las quisieron cortar y actuamos con la misma rebeldía que nos impregnaron ellos que fueron jóvenes rebeldes. Supe esto desde la escuela cuando los hijos de los altos dignatarios del gobierno eran los más indisciplinados y no me daba cuenta que era su ADN, sus padres también lo habían sido y se fueron a la Sierra Maestra. Luego sus hijos se enfrentaron a ellos yéndose del país.
Desde siempre fuimos la mira de todos. En 1902 la comisión norteamericana encabezada por Jessie Lazear fue a Cuba a saber del  descubrimiento de Finlay sobre el mosquito y la fiebre amarilla y cuando supieron del valor de dicha investigación se adjudicaron los derechos.
Con el advenimiento de la Revolución y la salida de muchos músicos de los países, tanto cubanos como extranjeros, entre ellos puertorriqueños que estaban en la isla por razones de estudio o de trabajo, comenzaron a hacer la música cubana fuera y le pusieron el nombre de “Salsa”. Con esto trataban de borrar un pasado y una tradición musical que nos caracteriza.
Pero nada de eso nos hizo decaer y el reconocimiento universal pronto llegó, como llegó aquel día de enero que marcó una nueva era. La era de Fidel.
Un antes y un después.

26/11/16

viernes, 25 de noviembre de 2016

Parlé de la flor con la mariposa




La “Rosa Cubana”, era una tienda que estaba cerca de la casa, en la misma Calzada de “10 de Octubre”.   En la década del ’70,  la antigua URSS, empezaba a surtirnos  de  equipos electrodomésticos.  Los daban por méritos en los centros de trabajo,  por el plan CTC (Central de Trabajadores de Cuba).   También entraron en la época relojes –tanto de mesa, como  de pulsera- pero ellos  no entraban en ese plan.   Muchos modelos de estas prendas se podían ver adornando las vitrinas de las tiendas; pocos los podían comprar, pues el salario mínimo era de $100,00 pesos y sus precios oscilaban, entre  70 y hasta 250 pesos. Sólo que él los miraba o mejor dicho admiraba,  como si fueran  suyos, y así siempre que iba a la tienda, repetía la misma la acción.  Entraba con su mamá al recinto e iba corriendo para el mostrador, con el temor de no encontrarlo, pero ahí permanecía, le sonreía y hasta aplaudía en silencio.
Se le quedaba mirando; a uno en específico.  Era dorado con la manilla de cuero carmelita, lo miraba y lo miraba, y hasta lo sentía en mi mano izquierda.
 -Robe, hay que comprarle un reloj a Nico, ya cumplió  10 años y se sabe la hora.  Así le tiraba “la chinita” su mamá, -que siempre fue una fiera, por decirlo de algún modo-  para que no le faltara nada a sus hijos. Era febrero y su hermanito acababa de nacer; los gastos aumentaron, por lo que el papá, se quedó callado, haciéndole saber que habría que esperar a ver cómo venía.  Ellos pensaban que estaba dormido; en el “pim-pam-pum” que le sirvió de regazo, desde que  tuvo uso de razón, y  en medio de esa conversación se durmió. 
Ese año la Federación de Mujeres  Cubanas (FMC), celebraría  el aniversario de la organización política, el 23 de agosto, con adornos que debían colocarse en las puertas de las casa. Estos consistían en una  cestica de papel con un ramito de flores y una mariposa posada -valga la redundancia-. Las federadas activistas se encargaron de hacerlo todo y para la fecha, las puertas de todo el país estarían adornadas de ese modo.
Al acercarse la fecha se caminaba y se veía mariposas y flores por todos los lados.  Fue así como a escondidas y con el pretexto de  que iba casa de Tamara la manicure, Alba se desvió antes y pasó por una casa vecina.
  Tocó a la puerta y salió un hombre ya mayor, entrado en canas, con un brazo enyesado.  Le dio un papel bien envueltico y sin decir una palabra, salió del portal de casa.  Este hombre era Armando y generalmente, nadie lo visitaba.  Él pasaba todas lasa tardes por las casas de sus clientes.  Esta vez fue lo contrario..
Al día siguiente,  a eso de las 9: de la mañana,-como siempre lo hacía-  se asomó el vecino por la ventana, con su cigarro y su taza de café, ambos humeantes y gritó: Elsa –que era su abuela, que EPD-,  la Flor con la mariposa.  Todos sabían a que se refería pero  a la voz del vecino se unió la de Alba madre que soltando la palangana y con las manos espumosas de la enjabonadura, fue para la sala en un salto; diciendo: Cogí el parlé.  Todos se asombraron porque Armando  había pasado por la casa el día anterior y nadie había jugado, pero ya ella se había adelantado y en el papel que le había entregado ante la presencia de Nico, estaba escrito 02-54; había jugado cinco pesos y por un peso te daban 800, eran 4000 pesos, más que el salario de un año de  su pobre padre. 
Alba había hecho algo que era prohibido; jugar a la suerte, algo que era prohibido y penado, pero le había tocado el premio. Nico que  iba a la escuela en la sesión de la tarde y estaba en casa todavía, fue nuevamente testigo de todo.
 A eso de las 12:00 del mediodía se apareció Armando con su eterno brazo enyesado, pues en el yeso guardaba las apuntaciones y el dinero. Ya lo esperaban, lo hicieron sentarse y le brindaron café, en lo que se deshacía del yeso, entregándole un fajo de billetes de 20,00 pesos a Alba, que acto seguido separó 100 y se los regaló.   Entró al cuarto, ante la mirada de todos, saliendo vestida, y en medio del alborozo y la alegría, miró a su hijo y le dijo, vamos que hoy no hay clases.
Cogieron por la calzada de Luyanó  y no pararon hasta la de “10 de Octubre”.  Las tiendas estaban recién abiertas y abierta estaba “La Rosa Cubana” Esta vez fue ella la que corriendo fue hasta el mostrador de los relojes, atrás el niño la seguía.  La dependienta de blanco, -como era normal en verano- la saludó,  porque ya la conocía.   Miró radiante a su hijo  y le dijo: Escoge tu reloj.  Miró y ahí estaba esperándolo, el que sería  su primer reloj; un Raketa dorado, con manilla de cuero carmelita, que costó 75 pesos cubanos, "por la flor y la mariposa".





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jueves, 24 de noviembre de 2016

Elegido de Brasil.






Siempre me preguntan: por qué siendo cubano, elegí a Brasil, a lo que siempre argumento que ya mucho antes de mi salida de Cuba, hacía un tiempo, algunas personas me decían que parecía brasileño. En aquel momento, ni por mi mente me pasaba vivir en el gigante del Sur, en la tierra de Roberto Carlos,  mi cantante preferido, el de la música que me transportaba al paraíso, en el tono y la voz de Djavan, Milton, Bethania o Simone, por algunos mencionar.
He venido a parar aquí, a este Brasil verde y amarillo, que siempre fueron mis colores preferidos y el de mi ensalada predilecta y la de muchos cubanos - la de aguacate - o el de Carmen Miranda que, aunque era portuguesa, en "Cine del Hogar", y en una de las películas de Mirtha Legrand,  entonaba: "...un beso de amor en Brasil, Brasil, Brasil..." Y al llegar a Brasil supe que una de sus canciones más populares fue “Tico-Tico no fubá”. Tico es como me conocen en Cuba, sobrenombre que viene del diminutivo de Alberto, dado por mi primito, que al quererme decir "Albertico" lo acortó, y fue como fui conocido durante mi infancia por todos en mi barrio, Luyanó; cuna de muchos Pijuanes, que es el apellido de mi familia paterna.
 En las vacaciones de 1971,  estuve alquilado en una casa en la playa con mis padres, en “Santa María”,  y una noche fuimos a cenar a un hotel llamado “Atlántico”, que tenía en su entrada una especie de serpentina en blanco y negro. Creo que fue cuando escuché hablar por primera vez de Copacabana, cuya acera (calçadão) le sirvió de inspiración a la que le daba acceso al hotel. Desde ese entonces, siempre que iba a la playa y me preguntaban: a cuál playa había ido, decía que a Copacabana, sin saber siquiera dónde quedaba.
 Años más tarde, en 1984, al formarme como museólogo, me tocó iniciar mi historia laboral en un museo cuya ubicación era en la calle Cuba #460 entre Amargura y Brasil.  Allí trabajé durante 16 años, siendo mi única experiencia laboral en mi país de nacimiento, lugar que hice como mío y donde me superé como profesional y como ser humano y donde  estuve hasta que tuve que decidir entre Cuba, Amargura  o Brasil.
Por eso, hoy, cuando me preguntan por qué elegí a Brasil, siempre respondo lo mismo: Brasil me eligió a mí.

Rio de Janeiro, Jueves,   2016-11-24

miércoles, 23 de noviembre de 2016

“Mateo, el fotógrafo del barrio






Ayer, mirando la cantidad de fotos en las que aparezco, me preguntaba el porqué de esa fascinación de los cubanos de mi generación por las fotografías, y haciendo un recuento, me vino la respuesta; que ahora se la trato de esclarecer.
Nunca se supo de dónde, ni cómo y mucho menos cuándo vendría; lo cierto es que un buen día él aparecía, y había que dejarlo todo porque era la única forma de tener acceso al precioso documento gráfico que nos perpetuaría en imagen; donde podían aparecer 50 o más tonos de gris.





Yo 2 años. Foto por Mateo.
La voz se corría: Ahí viene, y era un corre, corre; como si por radio hubiesen anunciado un fenómeno natural. Las madres iban hacia las escuelas e interrumpían las clases para sacar a los niños en pleno trabajo docente. Era una oportunidad única mensual, bimensual o trimestral. La cuestión es que era irrepetible. 
Recuerdo un día de noviembre del ’71, que había un frío, pero había venido el agua y había que lavar. Todas las amas de casa sacaron su lavadera y el duro jabón “Batey”, la espuma corría por los vertederos y el olor a hervidura de la ropa de cama se sentía; el agua caliente servía para mitigar el frío de la temporada. Todas las familias aprovecharon para lavar los macferlanes guardados desde el pasado invierno.  Cuando ya estaba todo tendido y goteando, pues en aquel tiempo no había aparecido la primera “AURIKA”; se oyó a Caridad, la del 16, dar la voz de alarma; ella era la encargada de avisar, pues vivía puerta de calle y sus amigas y vecinas de edad contemporánea vivían en el interior. No, no era lo que se conoce como “solar”; era más que eso; era y sigue siendo - porque aún se conserva - un pasaje, que tenía tres entradas y sus viviendas se comunican por un pasillo interior que dan continuación a otras viviendas y que fue el escenario de todas mis travesuras infantiles y digo así, porque no era un niño que le gustaban los juegos, prefería quedarme en casa, para ello, le escondía los juguetes a mi primito y así él no salía tampoco, lo que era causa de interminables peleas y discusiones infantiles.


Mi madre Santa y mi hermano Alexis- foto por Mateo.


Fue una sorpresa para mí al estudiar en Historia del Arte la tipología doméstica de la Habana el hecho de encontrame en el aula estudiando como caso único la fachada y pórtico de mi casa de la calle Ensenada en Luyanó.
 ¡Muchachitas, prepárense que llegó! Así retumbaba en todo el pasaje.
Unas pintaban a las otras, se prestaban las joyas y aderezos, los niños tenían que estar perfectos.  Todas se deshacían en artificios, lo que le llamo el antecedente del “fotoshop”. Así de pronto aparecía él, con su aparato en la mano y un bolso al costado. Era blanco, rosado y con cara de bonachón.  En el bolso traía el documento gráfico de la última visita, reluciente, con aquel brillo de la juventud que solía retratar.
Recuerdo aquella mañana como hoy. Mi madre Santa estaba tendiendo con los rolos y sin zapatos, cuando llegó Mateo. Fue una magia lo que la hizo transformarse en una dama de la sociedad.  Se quitó la redecilla que sostenía los rolos, quitándose solo los de la parte delantera,  se pasó la mota con “SIRENE”, aquel polvo facial antiguo y un rímel y ya el rostro estaba listo, arrancó de la tendedera un abrigo de corduroy  negro con botones grandísimos, con el que ya se había fotografiado el año anterior y que estaba enchumbado en agua, pero ahora se lo puso al revés con un collar de cristal de roca.  Mateo, que era un artista, la hizo posar con la cara junto al espejo, en la punta de la cómoda para que no se viera la parte de abajo y mucho menos la espalda y esa fue una de las  mejores fotos de su juventud. 





También fue este momento la causa  de una pulmonía que la llevó  a la Quinta Benéfica y a ganar millones, no de dinero, sino de Penicilina, por usar una prenda de vestir mojada. Detalle que fue hasta mejor, porque el tejido tomó otro tono y ayudó a lo impecable del registro.

Un atuendo siempre debía estar listo. Nos obligaban a dejarlo todo para lograr su objetivo. Por eso los niños del barrio le pusimos un nombrete, por el que se nos castigaba, pero siempre nos lo hacían porque era muy cómico llamarle de “Mateo, tira peo”, a ese ser que perpetuó nuestra imagen y la de nuestros padres en blanco y negro.

Adulto ya, una vez que iba para la casa de mis amigos de “Los Pinos”, me fijé en un cartel antiguo, ya rasgado, que pendía en el portal de una casa de madera y en el cual se podía leer: MATEO-FOTÓGRAFO.  Esbocé entonces una sonrisa de alegría, sorpresa y melancolía, al recordar  aquellos tiempos.
Miércoles 23de noviembre de 2016. 03:00 am






sábado, 19 de noviembre de 2016

Envase universal


Isolina ¿qué te pasa?
Na, Cary, voy pal Calixto, mira como tengo el cuello,
Pensé que era colonia “Fiesta” y me eché Salfumán, fui a hacerme un refresco de mantecado y tomé colonia Fiesta. Una desgracia, que tó viene en la misma botella y con el mismo color, y como no huelo bien, ahora estaba pensando qué le habré echao al pollo a la barbacoa de mamá
Ay dios mío, pa qué, yo creo que en vez de echarle salsa soya, le eché Creolina
Mamá, mamá,  despierta mamá.
- Mataste a la vieja, Isolina.
- Una ambulancia, caballero.


La bolita. Comadreo habanero 5.


Tú sabes lo que es que salió el 82 y el 54 y yo jugué el parlé, por no tener un peso. Tanta salación con la flor y la madre y la flor y la madre, yo lo sabía, así me pasó cuando lo de la de enfrente el día que la arrollaron en la calzada, que no salió el 34 y el 83; la tragedia y el mono, mejor dicho la mona, porque aquí entre tú y yo, ella era muy buena pero qué fea y la madre paqué, paqué,  ahí se acabó Tana y el susto de la Catana, que un día la vieron por el circo y la querían contratar, ella corrió pobrecita porque no sabía si la iban a disfrazar o meterla en una jaula. Tan arregladita que siempre estaba, porque eso sí, pobre y fea, pero muy limpia.  Como planchaba y almidonaba los pantalones del marido, que al final la dejó por la gorda, pero cambiaron sus amaneceres porque abrir los ojos y encontrarse aquella cara en la mañana, nadie se lo merecía. La gorda era gorda pero, como todas las gordas, tenía su cara muy linda Tampoco él estaba muy católico, pero el hombre limpio y respetuoso ya se ve bonito.  Ella se traumatizó, yo creo que lo del accidente fue premeditado, ella se tiró delante de la guagua, sólo que el chofer se impresionó y paró, dice que parecía una aparición, del tiro nunca más trabajó de noche y al poco tiempo se retiró.
Bueno me voy que ahora cuando llegue le voy a poner una asistencia de agua con hielo a ese ser, con un poco de colonia o creolina, porque creo que la colonia se me acabó y de paso espero al bolitero; al  "Quebrao" , si no  es que lo cogieron, porque dicen que ayer hubo una redada tremenda en “La Lisa”, pero si pasa voy a repetir el parlé, a ver si cojo algo pa ir pa  "La Tropical" con el pepillo. 
Besos mi amiga
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