viernes, 4 de noviembre de 2016

Zapatos ortopédicos

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¿Te molestan? No mami. Respondía el niño de tan solo 8 años, al preguntarle delante del peletero sobre los zapatos de piel, sabía que si no respondía afirmativamente le iban a encender la leva tan pronto llegara a casa. Allí lo estaba esperando la colección de chancletas y zapatos plásticos de la madre que no se le había ocurrido otro modo de conseguirle a su único hijo un par de zapatos de piel. Así Albertico tendría otro año más de burla colegial, aunque esta vez no serían las horrorosas botas, ahora serían corte bajo, pero igual de feas para su gusto. Por otra parte no podía usar zapatos plásticos porque la planta del pie le comenzaba a picar y se le llenaba de burbujitas; ya por eso había estado ingresado dos veces en "Hijas de Galicia" y solo salía luego de largas sesiones de Permanganato en fomento y raspado de la planta del pie; algo torturante, sin contar las faltas al colegio.
No había otro modo de encontrar en la Cuba de los '70, un par de zapatos de cuero, por tanto me inventaron un problema ortopédico inexistente y así con una receta del especialista, amigo de la familia podía obtener cada cierto tiempo un par de zapatos de cuero; sin preguntarse las consecuencias que esto me traería en un futuro. No me faltó nunca mi par de zapatos anti-hongos. Hasta que terminé la primaria y entonces la carrera fue para encontrar las botas marca "Centauro", tan codiciadas en ese tiempo.
Ahora los dejo porque debo sacar los pies de la palangana y ponerlos en alto según me dijo el ortopédico. Es lo único que puedo hacer para una deformación que me causó usar zapatos indebidos.

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