lunes, 28 de noviembre de 2016

Con la papa en la boca







Viendo un “sketch” que puso mi nuevo amigo de facebook, que radica en Bulgaria,  Rey González, me he dado cuenta de una cosa. Es algo que es general en Cuba, un fenómeno que comenzó a partir de  un momento y que le toca solo a una  generación y que continuó degenerando en las subsiguientes.

Al salir de Cuba, - como ya he dicho y muchos saben - era museólogo; graduado en Historia del Arte. En 1998 comencé a ir a la radio a divulgar el museo; un director de Radio Ciudad de La Habana, me escuchó haciendo tal trabajo, y  me invitó a  conducir un programa de radio, en Radio Ciudad de La Habana, llamado “Rumbo 2000”. Cada lunes a las 9:00 am. estaba yo en mi cabina, feliz como una lombriz. 



Programa de Radio con Mery Delgado y Adrián Torres.
Radio Enciclopedia. 1999.

Confieso que en los primeros programas me moría de miedo, pero luego comencé a hablar con el micrófono, como si fuera alguien y fue fluyendo que de no haber salido del país, creo que me hubiera dedicado a eso. 
De niño me ponían a dormir la siesta con la novela de las 2:00, con la voz de Aurora Pita, Fela Jar, Juan Ramón González Ramos, que eran actores radiales. 



RCA Víctor. 1946.

No dormía nada; me sabía todas las novelas de radio, cosa que adoraba.  Práctica que continué de adulto.  No me olvido de una novela de los ’90, en que ya anciana, pero con la voz de una niña, actuaba Aurora Pita, con Odalys Fuentes; una especie de Conde de Montecristo, pero del siglo XX; que tuvo tanto éxito que el último capítulo lo televisaron. Algo sui-generis, nunca antes había sucedido cosa igual.





Bueno volviendo a mi programita.  Jamás nadie me dijo nada sobre mi conducción, a pesar de no haber recibido clases de locución, puesto que ya el trabajo de explicación del museo, me había dado mucho continente.  En el año 2000, salgo del país y cumplo mi sueño de ser maestro. En este caso, profesor de idioma español. Las primeras clases son muy simples; el abecedario, los artículos, los verbos regulares y ya luego comienza a complicarse, porque hay que encadenar y completar frases. En un inicio no, pero sentía que los alumnos no pronunciaban bien y yo les insistía. La mayor dificultad la encontraba en la “s” y la “r” intermedia; me la arrastraban, la “r” salía como “d” y la “s” como “j”; de ahí que en vez de decir masculino, me decían  majculino  y en vez de decir gordo, decían goddo. Todo terminó cuando un alumno al llamarle la atención, me dijo: Profesor, así lo dice usted. Me silenció con su sentencia y a partir de ahí comencé a “policiarme” y realmente tenían razón mis alumnos, era yo quien hablaba mal, articulando de modo incorrecto. Hablé con un amigo que aunque no se dedicaba a la enseñanza, es conferencista y este me lo aclaró todo, al decirme muy bajito, para no colocarme en  una situación embarazosa, ante los presentes:
     -Alberto, ¿tú sabes qué es?  La carne - continuó -. 
Por mi mente pasaron tantas alternativas de respuesta y la que me salió, fue la precisa.
      - ¿Qué carne Vicente? - le dije -
      - Eso mismo, ninguna - me respondió -
Yo seguía sin entender
-         La falta de carne que afecta las articulaciones y el sistema motor, a la hora de la dicción. Eso se llama “dislalia”.  En Cuba no se come carne. Nuestros padres y abuelos sí comieron, pero nosotros no y padecemos de esa condición, producto de las papillas y comestibles blandos, como el huevo, el pollo o el pescado.
Yo me quedé patidifuso. Al llegar a casa fui corriendo para google, coloqué en grande DISLALIA y era cierto. A los tres meses estaba yo articulando, como si hubiera nacido en el siglo XVIII, pero a eso se sumaron una serie de malestares y dolores en las articulaciones, no de la boca; esta vez de las piernas y parecía que tenía un corazón en el dedo gordo del pie. Corriendo fui para el médico.  Me hicieron un chequeo “de aquí te espero”; cuando estuvieron los resultados, regresé y para mí sorpresa, estaba a punto de padecer la enfermedad de los reyes.  Es usted candidato a la gota, me dijo el Dr. Jorge Nunes.
Claro, tanta carne roja comí que el ácido úrico estaba en el cielo.  Me quedé en una pieza, cuando me prohibió lo único rojo que me faltaba y por qué digo esto, pues al hacerme santo e iniciarme en mi religión, me prohibieron todo lo rojo, lo principal la ropa,  pasando por las frutas, las hortalizas y las bebidas; pero cómo,  a un italero cubano (religioso y adivino que dicta el llamado “itá”, que son las reglas de la osha o religión afrocubana) se le va a ocurrir prohibir la carne roja en Cuba; un país donde comerse un bistec de res es un lujo reservado a pocos.
Un tratamiento urgente normalizó mi ácido úrico, al tiempo que normalizaba y mejoraba mi dicción; al punto que en  mi último viaje a Cuba, al entrar al avión, se quedaron mirándome y una se atrevió a indagarme, tratando de averiguar mi nacionalidad; mencionó todos los países de habla hispana, menos el mío.  Triste al comprender la pérdida de mi acento, al no reconocerlo, le dije: De Cuba.  Una de ellas feliz dijo: No te lo dije. Es de Cuba, lo que me animó, al saber que al menos una, a pesar de la duda, me había descubierto.
Es por eso que hoy al escuchar a Garrido y Piñero hoy expresarse en su programa, recordé este suceso.



En clases.


Río de Janeiro,   2016-11-27.
23:50 pm.

Bibliografía:  
-Influencia de la masticación en el desarrollo del habla
Articulo elaborado por:
Nelsy Corral Lopez
Fonoaudiologa – Especialista en Terapia Miofuncional 

 





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