martes, 8 de noviembre de 2016

No debió pasar (A la memoria de "la niña" Omayra)






Cuando salí de Cuba en el año 2000, nunca imaginé que el hecho de no despedirme de mis personajes del museo, me iba a traer tanta tristeza y consecuencia. Había entrado a trabajar en aquel lugar en 1984; el propio día de la Guadalupe - el 12 de diciembre.
Entregamos "curriculum", cuatro "grandes amigos" de la Escuela de Museología, en la cual habíamos estudiado; en la que habíamos sido inseparables, esos dos años importantísimos de nuestras vidas. Dos muchachas y dos muchachos, entre ellos yo. Queríamos seguir unidos en nuestra vida laboral también, pero el azar hizo que fuera sólo uno el escogido y ese fui yo.
Cuando llegué aquella mañana de diciembre de 1984 al Museo Histórico de las Ciencias "Carlos J. Finlay", supe que mis amigos no estarían. Una cortina de niebla me nubló y no atiné a más que llamarlos a todos. Sólo él no se sintió abrumado con la elección; ellas me viraron la espalda, hasta el sol de hoy y sólo yo sé el tamaño del sufrimiento, nunca más me perdonaron el hecho de haber sido yo "el elegido"
Pasó el tiempo y en medio de mi dolor, el que me sirvió para adelgazar más de diez kilos, conseguí establecer una relación espiritual, casi íntima, con aquellos personajes que se homenajeaban en dicho museo.
Allí crecí como profesional, pero más como persona, allí me formé como Licenciado en Historia del Arte y no les faltó misa cada día de aniversario de nacimiento y muerte, en la iglesia de la Merced, y siempre tuvo Laura Martínez de Carvajal; - considerada la primera mujer médico cubana - su flor en forma de corsage el "Día de la Mujer", pero más, Carlos Juan Finlay y Barrés, quien el día 14 de agosto de 1881 había discutido en ese mismo edificio, que otrora fuera sede de la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana, su teoría sobre el agente tansmisor de la fiebre amarillla. Ese día era de fiesta y yo - particularmente - montaba una exposción y le ponía misa en la Iglesia de la Merced. Fueron 15 años para hacerlos parte de mí.
Así llegó el año 2000 y salí de Cuba, me despedí de cada uno de ellos, en particular, pero no fue suficiente. Al año siguiente - en 2001- cayó el techo del museo, de la sala de reuniones, cerrando definitivamente.
Llegó 2002. Mayo es un mes en el que en Brasil - y más en Río de Janeiro, donde vivo - hay una temperatura que invita al sueño profundo y fue así como en un mediodía de ese propio mes, e inmerso en una siesta de domingo, tengo un sueño-revelación, de aquellos que lo dejan a uno en vilo varios días. Estaba yo en el vestíbulo del museo y a mi derecha había una rueda de mujeres afro-cubanas, gordas y vestidas de blanco; al centro otra mujer que, al preguntar yo: quién era, una voz me respondió: Tu tía, y al mismo tiempo fui hacia la entrada del museo, fijándome en la acera de enfrente, donde había un gran taller de mecánica, una cama con baldaquino, vestida de blanco con una figura humana tendida sobresalía y pregunté nuevamente; ¿Qué es eso? y me respondieron: Una niña muerta.
Esa misma noche llamé a La Habana y di cuenta de mi sueño. Tengo dos primas, que nacieron el, mismo día, 22 de febrero con un año de diferencia. Una de 1972 y otra de 1973, pero yo sabía que era la primera, la materna y llamé a mi mamá; todos se movilizaron y llevaron a mi prima a un babalawo, realmente sí le salió, lo que se llama en religión Yoruba, una letra de sangre; ella debía hacerse un ebbó (limpieza de cuerpo, para salvarse), al que se negó y se fue sin hacer nada, al lugar donde hacía el "servicio social", de su recién finalizada carrera de medicina.
El 13 de agosto del 2002, al salir de la guardia médica, le pidió al chofer de un camión que la adelantara hacia su casa en la Isla de Pinos, este accedió, ella se montó y sucedió algo que nunca he querido saber. el 14 de agosto a las 8;00 de la noche, recibía una llamada en la que me avisaban de su prematura muerte, por accidente.
Hoy 14 de agosto de 2016, es "Día de los Padres" en Brasil; se cumple el "135 Aniversario de la noticia del descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla" y 14 años de la perdida de la que fue mi prima-hermana, mi muñeca, mi amiga y mi mayor dolor y pérdida en esta vida y en la de mi familia materna.
 Sólo ahora a los 14 años es que puedo describir esto, porque creo que me lo merezco, es una forma de sacar el llanto contenido y seco ya de años. ocurrió y no pude ir, estaba sin papeles, sólo me imaginaba a mi mamá y a tía Dulce solas en tal momento. Ellas, como lo sufrieron de cerca, la pasaron mejor, yo me atenía a la música de los bares de Río de Janeiro y gritaba al son de la samba, salía y entraba en otro lugar gritando, hasta que una noche ya después de mucho desespero ella vino y se sentó en la punta de la cama, muy bien peinada hacia atrás y con un vestido largo, color chocolate, me cogió la mano y se despidió con una sonrisa, confortándome bastante.
Años más tarde, mi madre - a petición mía - llevaba un ramo de flores al lugar donde otrora estaba ubicado aquel taller de mecánica, donde apareció la imagen de la niña yaciente, convertido en un parque en homenaje a "Carlos J. Finlay y Barres"; el médico que descubrió y dio a conocer que el mosquito Aedes Aegipty era el agente transmisor de la fiebre amarilla.

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