lunes, 14 de noviembre de 2016

La vida cobra; no enseña.

La vida no enseña, ella muestra las cosas - que no es lo mismo en este caso conociendo la ambigüedad del verbo -  y uno las escoge; a veces por selección natural, otras porque no queda más remedio.  Eso de escoger es tan relativo, tiene que ver con ADN, con principios, con gusto  - sea malo o bueno - con el destino y cómo vengan las cosas.  Dios sabe cuánto uno se esfuerza para todo, y las cosas llegan en su momento y en el peor de los casos no llegan. Sonreímos  y nos expresamos con alegría, sin dejar ver la procesión, que va por dentro, como decían los mayores.
Hace unos días le consultaba el Tarot a una muchacha vecina del barrio y  se quedó horrorizada, por la salida de  la carta que tuvo “La Muerte”. Antes le había hecho la numerología y estaba en número “1”.  Me preguntó: cómo la muerte si estoy en número “1”.  Querida, le dije, es que para estar en número uno, tienes que pasar por el “9” que es el final, algo tiene que morir; si no se rompen las cosas, no las compras y renuevas, así de simple funciona el universo. Ella quería revivir un amor gastado, y cuando el amor muere no se revive ni en un crucero por el Caribe, a no ser que te encuentres otro. Simplemente hago una traducción de las experiencias mezcladas con la formación y educación que he tenido.  Me criaron lo mejor que pudieron pero siempre supe lo que era bueno y malo.  Si quería lo malo, sufriría las consecuencias y así fue desde el primer momento que hice cosas que nunca he contado ni contaré, porque a pesar de ser malas, las disfruté y no tengo cargo de conciencia. Tampoco le hacía daño a nadie, quizá a mí mismo, un daño consentido, como aquel dolor que antecede al placer o viceversa, aquel placer que te da dolor, en muchos casos eterno. Estoy hablando de amor, de sexo, de pareja, de relaciones,  de aquella  traición en la que uno no traiciona, pero traiciona el otro lado y no le duele a nadie en ninguna parte, a no ser que se entere el traicionado.  Esto no es igual con los amigos, con ellos es diferente, creo que duele más, porque los amigos o son como amores con todo, menos sexo. Los amigos son familia rescatada de otros núcleos y senos tal vez de otras vidas. Duele mucho que ellos traicionen. Lo peor es cuando  no se dan cuenta que están quebrantando normas y valores; incapaces de ponerse en  tu lugar, de no sentirte, y es realmente eso: no te conocen.  Cuando te haces conocer, tomando una actitud,  no lo aceptan y se ofenden, a veces tildándote de incoherente, es cuando la razón viene e impera, donde el ojo  salta y lo ve todo.
A esos solo les deseo suerte, porque la van a necesitar, es que  la vida no enseña, ella cobra.

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