viernes, 25 de noviembre de 2016

Parlé de la flor con la mariposa




La “Rosa Cubana”, era una tienda que estaba cerca de la casa, en la misma Calzada de “10 de Octubre”.   En la década del ’70,  la antigua URSS, empezaba a surtirnos  de  equipos electrodomésticos.  Los daban por méritos en los centros de trabajo,  por el plan CTC (Central de Trabajadores de Cuba).   También entraron en la época relojes –tanto de mesa, como  de pulsera- pero ellos  no entraban en ese plan.   Muchos modelos de estas prendas se podían ver adornando las vitrinas de las tiendas; pocos los podían comprar, pues el salario mínimo era de $100,00 pesos y sus precios oscilaban, entre  70 y hasta 250 pesos. Sólo que él los miraba o mejor dicho admiraba,  como si fueran  suyos, y así siempre que iba a la tienda, repetía la misma la acción.  Entraba con su mamá al recinto e iba corriendo para el mostrador, con el temor de no encontrarlo, pero ahí permanecía, le sonreía y hasta aplaudía en silencio.
Se le quedaba mirando; a uno en específico.  Era dorado con la manilla de cuero carmelita, lo miraba y lo miraba, y hasta lo sentía en mi mano izquierda.
 -Robe, hay que comprarle un reloj a Nico, ya cumplió  10 años y se sabe la hora.  Así le tiraba “la chinita” su mamá, -que siempre fue una fiera, por decirlo de algún modo-  para que no le faltara nada a sus hijos. Era febrero y su hermanito acababa de nacer; los gastos aumentaron, por lo que el papá, se quedó callado, haciéndole saber que habría que esperar a ver cómo venía.  Ellos pensaban que estaba dormido; en el “pim-pam-pum” que le sirvió de regazo, desde que  tuvo uso de razón, y  en medio de esa conversación se durmió. 
Ese año la Federación de Mujeres  Cubanas (FMC), celebraría  el aniversario de la organización política, el 23 de agosto, con adornos que debían colocarse en las puertas de las casa. Estos consistían en una  cestica de papel con un ramito de flores y una mariposa posada -valga la redundancia-. Las federadas activistas se encargaron de hacerlo todo y para la fecha, las puertas de todo el país estarían adornadas de ese modo.
Al acercarse la fecha se caminaba y se veía mariposas y flores por todos los lados.  Fue así como a escondidas y con el pretexto de  que iba casa de Tamara la manicure, Alba se desvió antes y pasó por una casa vecina.
  Tocó a la puerta y salió un hombre ya mayor, entrado en canas, con un brazo enyesado.  Le dio un papel bien envueltico y sin decir una palabra, salió del portal de casa.  Este hombre era Armando y generalmente, nadie lo visitaba.  Él pasaba todas lasa tardes por las casas de sus clientes.  Esta vez fue lo contrario..
Al día siguiente,  a eso de las 9: de la mañana,-como siempre lo hacía-  se asomó el vecino por la ventana, con su cigarro y su taza de café, ambos humeantes y gritó: Elsa –que era su abuela, que EPD-,  la Flor con la mariposa.  Todos sabían a que se refería pero  a la voz del vecino se unió la de Alba madre que soltando la palangana y con las manos espumosas de la enjabonadura, fue para la sala en un salto; diciendo: Cogí el parlé.  Todos se asombraron porque Armando  había pasado por la casa el día anterior y nadie había jugado, pero ya ella se había adelantado y en el papel que le había entregado ante la presencia de Nico, estaba escrito 02-54; había jugado cinco pesos y por un peso te daban 800, eran 4000 pesos, más que el salario de un año de  su pobre padre. 
Alba había hecho algo que era prohibido; jugar a la suerte, algo que era prohibido y penado, pero le había tocado el premio. Nico que  iba a la escuela en la sesión de la tarde y estaba en casa todavía, fue nuevamente testigo de todo.
 A eso de las 12:00 del mediodía se apareció Armando con su eterno brazo enyesado, pues en el yeso guardaba las apuntaciones y el dinero. Ya lo esperaban, lo hicieron sentarse y le brindaron café, en lo que se deshacía del yeso, entregándole un fajo de billetes de 20,00 pesos a Alba, que acto seguido separó 100 y se los regaló.   Entró al cuarto, ante la mirada de todos, saliendo vestida, y en medio del alborozo y la alegría, miró a su hijo y le dijo, vamos que hoy no hay clases.
Cogieron por la calzada de Luyanó  y no pararon hasta la de “10 de Octubre”.  Las tiendas estaban recién abiertas y abierta estaba “La Rosa Cubana” Esta vez fue ella la que corriendo fue hasta el mostrador de los relojes, atrás el niño la seguía.  La dependienta de blanco, -como era normal en verano- la saludó,  porque ya la conocía.   Miró radiante a su hijo  y le dijo: Escoge tu reloj.  Miró y ahí estaba esperándolo, el que sería  su primer reloj; un Raketa dorado, con manilla de cuero carmelita, que costó 75 pesos cubanos, "por la flor y la mariposa".





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