La “Rosa Cubana”, era una tienda que
estaba cerca de la casa, en la misma Calzada de “10 de Octubre”. En la década del ’70, la antigua URSS, empezaba a surtirnos de equipos electrodomésticos. Los daban por méritos en los centros de
trabajo, por el plan CTC (Central de
Trabajadores de Cuba). También entraron
en la época relojes –tanto de mesa, como de pulsera- pero ellos no entraban en ese plan. Muchos
modelos de estas prendas se podían ver adornando las vitrinas de las tiendas; pocos
los podían comprar, pues el salario mínimo era de $100,00 pesos y sus precios oscilaban,
entre 70 y hasta 250 pesos. Sólo que él los
miraba o mejor dicho admiraba, como si
fueran suyos, y así siempre que iba a la
tienda, repetía la misma la acción. Entraba
con su mamá al recinto e iba corriendo para el mostrador, con el temor de no
encontrarlo, pero ahí permanecía, le
sonreía y hasta aplaudía en silencio.
Se le quedaba mirando; a uno en específico. Era dorado con la manilla de cuero carmelita,
lo miraba y lo miraba, y hasta lo sentía en mi mano izquierda.
-Robe,
hay que comprarle un reloj a Nico, ya cumplió 10 años y se sabe la hora. Así le tiraba “la chinita” su mamá, -que
siempre fue una fiera, por decirlo de algún modo- para que no le faltara nada a sus hijos. Era febrero y su hermanito acababa de nacer; los gastos aumentaron, por lo que el papá, se quedó
callado, haciéndole saber que habría que esperar a ver cómo venía. Ellos pensaban que estaba dormido; en el “pim-pam-pum”
que le sirvió de regazo, desde que tuvo uso de razón, y en medio de esa
conversación se durmió.
Ese año la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), celebraría el aniversario de la organización política, el
23 de agosto, con adornos que debían colocarse en las puertas de las casa. Estos consistían en una cestica de papel con un
ramito de flores y una mariposa posada -valga la redundancia-. Las federadas activistas se encargaron
de hacerlo todo y para la fecha, las puertas de todo el país estarían adornadas
de ese modo.
Al acercarse la fecha se caminaba y se veía mariposas y flores por todos los lados. Fue así como a escondidas y con el pretexto de
que iba casa de Tamara la manicure, Alba se
desvió antes y pasó por una casa vecina.
Tocó a la puerta y salió un hombre ya mayor, entrado en canas, con un brazo enyesado. Le dio un papel bien envueltico y sin decir
una palabra, salió del portal de casa.
Este hombre era Armando y generalmente, nadie lo visitaba. Él pasaba todas lasa tardes por las casas de sus clientes. Esta vez fue lo contrario..
Al día siguiente, a eso de las 9: de la mañana,-como siempre lo
hacía- se asomó el vecino por la ventana,
con su cigarro y su taza de café, ambos humeantes y gritó: Elsa –que era su abuela, que EPD-, la Flor con la mariposa. Todos sabían a que se refería pero a la voz del vecino se unió la de Alba madre que
soltando la palangana y con las manos espumosas de la enjabonadura, fue para la
sala en un salto; diciendo: Cogí el parlé.
Todos se asombraron porque Armando había pasado por la casa el día anterior y
nadie había jugado, pero ya ella se había adelantado y en el papel que le había
entregado ante la presencia de Nico, estaba escrito 02-54; había jugado cinco pesos y
por un peso te daban 800, eran 4000 pesos, más que el salario de un año de su pobre padre.
Alba había hecho algo que era
prohibido; jugar a la suerte, algo que era prohibido y penado, pero le había
tocado el premio. Nico que iba a la
escuela en la sesión de la tarde y estaba en casa todavía, fue nuevamente testigo de todo.
A
eso de las 12:00 del mediodía se apareció Armando con su eterno brazo enyesado, pues
en el yeso guardaba las apuntaciones y el dinero. Ya lo esperaban, lo hicieron
sentarse y le brindaron café, en lo que se deshacía del yeso, entregándole un
fajo de billetes de 20,00 pesos a Alba, que acto seguido separó 100 y se los
regaló. Entró al cuarto, ante la mirada
de todos, saliendo vestida, y en medio del alborozo y la alegría, miró a su hijo y le
dijo, vamos que hoy no hay clases.
Cogieron por la calzada de Luyanó y no pararon hasta la de “10 de Octubre”. Las tiendas estaban recién abiertas y abierta
estaba “La Rosa Cubana” Esta vez fue ella la que corriendo fue hasta el
mostrador de los relojes, atrás el niño la seguía.
La dependienta de blanco, -como era normal en verano- la saludó, porque ya la conocía. Miró radiante a su hijo y le dijo: Escoge tu reloj. Miró y ahí estaba esperándolo, el que sería su primer reloj; un Raketa dorado, con manilla
de cuero carmelita, que costó 75 pesos cubanos, "por la flor y la mariposa".
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