Siempre fue muy delgado con un tono de
piel de quien fue a la playa. Es ojo namá, dijeron cuando nació. Le pusieron
Diosdado, como su abuelo paterno que no lo pudo conocer, por eso de siempre lo
llamaron Dios, achicándole el nombre y un poco para no vincularlo tanto a la
figura del abuelo que había, fallecido
un mes antes de su nacimiento, lleno de ilusión por su primer nieto, pero
también lleno de una enfermedad galopante que lo fulminó. Su padre, un militar que había bajado de la
sierra lo crió como él pensaba y así se moldeó. Su madre, mientras tanto, disfrutaba de los placeres
del cargo de su marido y no salía de salones de belleza y de visita a otras
amigas del mismo barrio residencial donde los habían instalado cuando llegaron
de Bayamo, en la zona oriental de Cuba.
A los 12 años lo internaron en las recién inauguradas escuelas en el campo
ESBEC, y allí comenzó y pasó su pubertad y desarrollo físico. Los ojos y el
tono de piel continuaron igual, pero el propio trabajo del campo y los deportes
lo convirtieron en una Adonis. Las muchachitas
rápidamente lo notaron, al presentarse en el curso después de las
vacaciones. Él a su vez no se daba
cuenta de lo que le estaba pasando a su físico, hasta que comenzaron a aparecer
por toda la escuela corazones con nombres femeninos y el suyo, atravesados por
una flecha. Al hacerse evidente, los propios compañeros, que ya comenzaban a
noviar y enamorar a las niñas lo obligaron a escoger entre uno de esos nombres. Al verse
ante tal disyuntiva fue tanteando, no solo en belleza sino también en clase
social, de su madre había heredado ese aspecto y ya afloraba. Por su parte sus amiguitos también eran los
hijos de personalidades influyentes, tanto de la política como de la cultura y
diplomacia cubana; habanera en este caso.
Andaban todos como en manadas, tribus,
equipos. Al parecer de las muchachitas
enamoraderas de la época, ¿cómo podrían
ser todos tan bellos y de buena familia? - se preguntaban - pero Diosdado era el
que más resaltaba y así lo vieron los editores de una revista juvenil que
circulaba en todo el país, al ir a hacer un reportaje sobre la educación en Cuba, y fue él el escogido para servir de
modelo. Este hecho lo marcó aún más,
porque también escogieron a una muchacha preciosa de la escuela, y que era la
que todos le asignaban. Miriam, era uno
de los nombres que aparecían en los corazones dispersos por los muros. Miriam y Diosdado se convirtieron entonces en
la pareja ideal; en el par que todos querían ver juntos. Así, la energía de los
647 alumnos restantes de la escuela - eran 650 - conspiró tanto que un
miércoles de recreación, en el que ponían música para bailar, al son de los Bee
Gees entonando “My world is your world…”, ella lo sacó a bailar y ante la mirada
de tantos él aceptó y se dieron el primer beso, sellando así el inicio de un
noviazgo que todos querían menos él, que
mirando a su derecha, no dio con el rostro de una figura masculina, adolescente,
que se había volteado, para evitar ser testigo de aquel acto; era alguien de la
tribu, manada o equipo. Alguien que no se alegraba, alguien que por primera vez
sintió celos sin saber por qué; qué sentimiento era ese; qué mejor cosa que su amigo
de infancia y vecino de toda la vida fuera feliz. Raymundo o Mundito, como le
llamaban, no soportaba la idea de que su compañero de aula, de litera, de
estudios, de salidas los fines de semana noviara. Dios continuó buscando su
mirada, pero no la encontró y al volver a mirar, tampoco encontró su figura,
había desaparecido.
Al terminar el baile, se despidió de Miriam
con una sonrisa y subió corriendo, a buscar a Mundo que ya estaba dormido. Durante los dos días restantes de la semana,
antes del sábado, continuó evadiéndolo y un dolor inmenso comenzó a apoderarse
de Dios. Ese fin de semana no se vieron,
a pesar de ser vecinos. El silencio invadió la relación de ambos, y con el
silencio el dolor de la pérdida, el dolor de lo que nunca había sido.
Cabizbajos, llegaron a la escuela, Mundo,
con sus ojos miopes azul vibrante, y Dios no se saludaron más. Nadie lo percibía.
Mientras, la relación con Miriam empezaba
a florecer, ella ya cumpliría sus 15 años y en el salón bailaría con Dios. La fiesta estaba ya marcada y sería por todo lo
alto, en el antiguo “Tennis Club”, que llevaba el nombre de un mártir de la
revolución cubana. Las madres estaban
felices por sus hijos.
Dios fue elegido para ser de la UJC y
aceptó, su padre orgulloso, no podía pedir más. Pero nadie le preguntaba a él. A
su vez, Mundo comenzaba a verse y a aparecer con Aracelys, hasta que se hizo pública su relación. Poco a
poco los amigos Dios y Mundo fueron acercándose nuevamente.
La táctica de Mundo había surtido su
primer efecto. Volvieron a salir juntos
los sábados pero ahora eran cuatro, dos parejas, de amigos y compañeros de
escuela. Inseparables, nada ni nadie podría contra su relación. Fue así que una de aquellas noches de
recreación, luego del baile y del roce de los cuerpos de cada uno con sus
parejas, se miraron, y al llegar al albergue fueron a ducharse
juntos, algo que era normal. Pero algo sucedió, el instructor del albergue
también fue a refrescarse y los encontró en un acto que al día siguiente los
llevó a la dirección de la escuela. Un carro los llevó a su casa, y no se les
vio más. Algunos nunca supieron por qué,
otros lo imaginaron.
A partir de aquel momento cuando se
habla de ellos se mencionaba el caso de “La diosa arrodillada”, haciendo alusión al clásico del cine mexicano,
protagonizado por María Félix y Arturo de Córdova en 1947.
En el año ’80, Dios y Mundo salieron por
el puerto del Mariel, con documentos falsos y viven hoy en Miami, prósperos y felices, un
amor que dura más de tres décadas, y que superó tabúes y fronteras.
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