miércoles, 2 de noviembre de 2016

El hijo y su deuda





De niño siempre había escuchado a su madre quejarse de dos cosas, la primera, que nunca había tenido una muñeca para jugar y la segunda que por la enfermedad de su abuela, la que murió un mes después de su cumpeaños número 15, no había tenido fiesta de 15 años. Conservaba el tejido de encaje blanco, para su boda, y cuando llegó la hora de su casamiento, le alquilaron un frondoso traje, por lo que todo estaba intacto. Al poco tiempo de casada, exactamente a los nueve meses de su luna de miel, tuvo a su primer hijo que amó como su hijo y como su muñeca, aquella que nunca pudo tener. Pasaron los años y de niño siempre escuchaba el cuento de la falta de una muñeca en la infancia de su madre; por lo que cuando tenía ya cinco años y al acercarse el día de los reyes magos, le hicieron la pregunta normal que se le hace a los niños: Qué quieres que te traigan los reyes? Estaba ante la presencia de su padre y tíos, su abuelo paterno y más integrantes masculinos de la familia y él sin pensarlo dos veces y pensando en su adorada madre, respondió: Una muñeca Loreta.

El padre al escucharlo levantó la mano y le dió un manotazo por el hombro y él sin entender nada lo miró con el odio que solo la inocencia de un infante puede superar. Sin saber qué hacer ni por qué lo estaban agrediendo ya todos a esas alturas, salió corriendo adonde estaba su bisabuela llorando a sabiendas de su razón. Llegó el día de reyes y le dieron una pelota y un bate, además de un carrito y un juego de bolas; lo que influyó en su odio hacia todos los deportes, algo que no mudó ni en la edad adulta.
Al llegar a la adultez, terminó su carrera universitaria y comenzó a trabajar. Desde el primer salario, comenzó a guardar dinero, y así pasaron los años. Se acercaba el cumpleaños 60 de su madre que ya había olvidado la muñeca y la fiesta de 15 años que nunca tuvo. Fue cuando una mañana de octubre se encaminó al banco a ver sus ahorros. Eran muchos pues ya habían pasado muchos años. Sacó todo el dinero y con los ojos cerrados alquiló un salón de fiestas, contrató un buffet y mandó a imprimir las invitaciones. Esta vez nada iba a fallar. Fue a la juguetería más cara de la ciudad y compró una muñeca. Ese día, invitó a cenar a la madre, no sin antes regalarle un vestido blanco de encaje. Un carro los iba a recoger a las 8;00, hora en que ya se abría ido la peluquera de la casa.

Elizabeth nada imaginaba, el carro se desvió y en vez de ir al resturante anunciado, fue para el salón de fiestas donde estaban todos sus amigos de infancia y familiares. Al llegar, una gran cesta con un ramo de flores y en el centro una muñeca la esperaban entrando al salón al compás del "Danubio azul", cuya primera pieza bailó él - su hijo - con ella y en fila sus amigos de la escuela y del barrio, entre lágrimas por la emoción y los ausentes familiares, - incluyendo a su padre que ya no estaba - Elizabeth tuvo su muñeca y su fiesta de 15 años. Y su hijo pagaba la deuda que llevaba consigo.

1 comentario:

Lía Granela dijo...

Me gustó la historia está muy bonita. Se evidencia el amor de un hijo a su madre , queriendo cumplir el sueño de su madre con su esfuerzo.