domingo, 27 de noviembre de 2016

Cuba-moda '87


Pijuán, acompáñame, escuché a mi oído, sintiendo a la vez una mano masculina en mi hombro derecho. La señora me miró sonriente y yo, simplemente, obedecí. De tener sombrero me lo hubiese quitado, ante aquel oficial de la seguridad del estado; cómo sabía mi nombre. Me condujo a una sala elegante y me sentaron en un sofá de estilo Luis XV. Pedí ir al baño para efectuar mi maniobra y no me dejaron, por suerte el oficial salió y conseguí sacar del bolsillo el documento que me había permitido entrar al lugar y comérmelo con foto y todo. Cualquier cosa podía pasar menos saber cómo conseguí entrar.  Un gran amigo me había dado su “solapín” de entrada al trabajo para  que yo pasara sin problemas, y así lo hice.
El oficial volvió y yo aún masticaba una presilla con la que estaba prendida la foto. Esta vez me llevó a una oficina, donde una mujer, de aquellas enérgicas, me interrogó, queriendo saber qué hacía allí y cómo había entrado; fue entonces cuando del bolsillo izquierdo del pantalón saqué un recorte de periódico, mal recortado. Juventud Rebelde tenía una sesión dedicada a la moda, llamada “Qué hay de nuevo” y en dicha sesión había aparecido un anuncio a modo de invitación que decía en su titular: CUBA-MODA ’87. Hablaba del cierre de dicho evento y la premiación de la mejor modelo de CONTEX.  El evento sería en “La Maison” a partir de las 9:00 pm, no decía si era por invitación, así que se me ocurrió recortar, o mejor dicho, rasgar la noticia.  Ese año mis amigas Zaida y Zenia me habían regalado una camisa preciosa de El Corte Inglés, a listas azules y blancas y un amigo me había hecho un pantalón azul, tomando como modelo uno de la revista Opina. Salí temprano de San Miguel del Padrón, para llegar a tiempo, antes debía pasar por casa de mi amigo en el Vedado y de ahí mi incursión a Miramar y así lo hice. Todo perfecto.  Llegué y entraba una delegación de coreanos y en el medio entré yo, como ya me había indicado mi amiga Regina, cuando le pregunté la táctica para que no la pararan al entrar a los hoteles.  Usted es el dueño; y con tanta propiedad entré que ni se dieron cuenta. Ya adentro revisé el escenario y a la izquierda vislumbre una glorieta y en ella de espaldas una señora elegantísima rubia, muy bien acicalada, que yo juraba que era Mirtha Legrand, la actriz argentina por la que he sentido siempre una gran simpatía y pasión; pero no era ese mi objetivo; estaba ahí para ver a la modelo más linda de Cuba.  Hacía poco tiempo que había descubierto quién era esa belleza cubana que aparecía en todas las revistas y propagandas. Ella no solo era la hija de mi animadora preferida, sino que también era hermana de mi cantante favorito. Demasiada coincidencia. Por mi amigo supe su nombre, o sea que sólo me quedaba verla de verdad. En el tiempo que antecedía al desfile, me senté cerca de una piscina que tenía la casa y los camareros pasaban y me servían; unas veces Anís, otras Proseco y entre copa y copa, llegó el momento. Cuando me fui a levantar sentí un leve mareo, sólo tenía 22 años y beber no era costumbre en ese entonces.
Se apagaron las luces y se encendió la pasarela, para mi sorpresa animaba la noche su madre. Salió vestida de hilo blanco, alforzado, con aquella simpatía que la caracterizó siempre y ya empecé a sentirme en el cielo.
Comenzó el desfile y salían las modelos, pero ella no salía, hasta que al final, la magia la hizo aparecer, deslumbrante cada vez.  Estaba de pie y fui yendo poco a poco hacia el frente, de hecho que al comenzar el desfile de la última colección, ya estaba delante. Esta vez salió vestida de “madonna”, con una bata de hilo y encaje que la brisa de ese octubre de 1987 halaba hacia atrás, a modo de cola, llevaba en los brazos un bebé; - un muñeco, pensé yo - y cuando llegó a la punta de la pasarela, se inclinó hacia mí, mirándome espléndida y sonriente, mostrándome al bebé, como si hubiera leído en mi rostro la duda de que fuera real. Él bebé era real, pero lo que yo estaba viviendo era un sueño y más que un sueño; un ensueño.
Terminó el desfile y había que esperar el veredicto del jurado, así se sabría quien era la mejor modelo de 1987.  En ese intervalo, y en medio de mi euforia ante tanta belleza terrenal, fue que decidí ir a hablar, con la que imaginé fuera Mirtha Legrand, la seguridad me prohibió el paso pero en un descuido conseguí pasar, con su permiso, me senté a su mesa. Al verla de cerca, supe que no era quien pensaba, pero igual, era muy elegante la señora. Fue cuando me llamaron y me llevaron de allí, pasando por varias salas y después del interrogatorio, me montaron en una perseguidora, con un muchacho, blanco, rubio, de mi edad, que me sacó conversación e inocente le dije lo mismo.  No le pregunté lo que le había pasado a él.
Llegamos a la estación de policía, un carro color vino lo recogió y al poco rato me dijeron que me fuera. Cogí mi 132, cambié en el Vedado para la 10 y llegué a la Virgen del Camino. Al día siguiente, sábado, fui como siempre a casa de mis amigos de siempre en el Cerro y entrando por la puerta, me dijeron: Pijuán como te divertiste ayer en La Maison. Extrañado, le pregunté cómo lo sabía y supe que fue ella la que dio mi nombre y mi referencia a la directora de la institución, pues yo no reconocí al de la seguridad que era visita de su casa al igual que yo.

Pasmado me quedé en medio de la sala al saber que la señora era nada más y nada menos que una de las hermanas de quien fuera en ese momento el presidente de la República de Cuba, el recientemente desaparecido Fidel Castro Ruz, cuya sobrina e hija, respectivamente, también era modelo y esa noche desfilaba.  El muchacho que me acompañó era también su sobrino, hijo de un afamado pianista. Qué podía imaginar yo algo semejante. Ahora se sabe más pero en aquel entonces poco se sabía de la familia ni de su vida íntima  Al mirar hacia el sofá, estaba el periódico. La noche anterior no había podido saber quién había ganado.  Lo tomé en mis manos y lo hojeé, buscando la sección “Qué hay de nuevo”, ahí estaba la noticia; me la bebí y en medio de mi confusión tuve la alegría y satisfacción de saber que el premio  a la mejor modelo de 1987 había sido para también mi favorita: Ariana Pérez Vidal. La hermana de Amaury, la hija de Consuelo. 
Rio de janeiro, 27 de Noviembre de 2016. 03:45 am.