viernes, 4 de noviembre de 2016

Adiós Toqui; adiós Violeta


Guardo profundo agradecimiento hacia todos los que me han brindado ayuda y apoyo en los momentos difíciles, por eso no me puedo quejar. Itá me lo dijo: Nunca lograrás nada por ti solo; y así se me ha cumplido a cada paso de mi existencia; claro que hay un ángel que me guía, pero siempre me deja en las manos de otro que es el que da el paso final. Cuando terminé la escuela primaria, en el año '76, se habían formado las "ESBEC" (Escuelas Secundarias Básicas en el Campo). Mi padre, al ser formado como maestro normalista, conocía a muchos funcionarios del Ministerio de Educación, por lo que el curso anterior ya mi primo Lazarito había sido internado en una de las mejores "ESBEC" de la provincia Habana, interrumpiendo así mi infancia, al separarme de mi primito, que ya era un adolescente. No veía yo la hora de terminar el sexto grado, para unírmele y continuar algo que ya no sería más. Todos los domingos lo iba a despedir al punto de ómnibus, donde todos los niños lucían aquellos uniformes con sus corbatas, todo en azul, con un diseño y combinación de colores perfectas. Entretanto me debatía en ir a la "Allende" o Escuela Formadora de Maestros "Salvador Allende", por mi vocación para enseñar y para mostrar al mundo, algo que no pudo ser en ese momento porque el destino así lo quiso. El día que fueron con las planillas para llenar los formularios, mi madre Santa me había llevado a una consulta de alergia, y sabe Dios lo que lloré y sentí en silencio. Energía que lancé con sólo 11 años y a los 19, no era maestro pero, sí Museólogo y tenía que enseñar todas las salas del museo. Recuerdo que cuando papá me vio, me dijo: ya eres maestro y me di cuenta que sí, de cierta manera lo estaba logrando no como ahora que sí lo soy, de idioma español, pero para eso pasaron muchos años.
Finalmente llegó septiembre de 1976 y entraba yo en la flamante ESBEC "Máximo Gómez" de Güira de Melena, el destino me estaba desviando cuando al llegar, me mandaron de vuelta, pues no estaba en las listas y había una inspección, cambiaron al director y no se sabía quien era el nuevo. No me olvido de la cara de mi madre, cuando el carro de los padres de otro niño en la misma situación me dejó en la puerta de la casa. A esa hora ya se sabía el nombre del director que resultó ser otro amigo de papá y así el domingo siguiente pude entrar matriculado como Dios manda, diciéndole adiós a "Toqui" y a "Violeta y sus muñecos", dibujos animados que había disfrutado en esas que serían mis últimas vacaciones de inocencia.

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