viernes, 11 de noviembre de 2016

Esperando el día nacer


Era una de esas noches en la que uno está cansado y se deja llevar por el sueño, cuando de pronto nota que no está dormido, que está en otra dimensión y se siente bien uno ahí.  Así fue como mágica y espectacular se me apareció Santa Bárbara, sí la misma virgen mártir, que dio su vida por el cristianismo. Estaba de blanco, con una capa roja, que por dentro era azul, las manos muy blancas y finas, en señal de ofrecimiento.
Me arrodillé, la miré suplicante y me miró, con una sonrisa estampada en la lozanía y blancura de su rostro, que no era virginal  pero sí bello,  el pelo ondeado sobre los hombros; diciéndome en tono dulzón y susurrante:  "Yo soy Santa Bárbara, pídeme lo que quieras. A mis cortos 16 años, sólo atiné a balbucear: Un niño. 
No la vi  irse, y nunca supe de qué manera llegó a la sala de la recién construída casa. Quedé de rodillas un rato, hasta que volvi a la cama, para esperar el día nacer.

No hay comentarios.: