Ese día había sido de cobro, una alumna
me había pagado, la cantidad suficiente como para darme un gusto, al menos
uno. Trabajaba en el 4° Piso del “Shopping Leblón”, ubicado en el barrio del mismo
nombre de la “Zona Sul”, para la gerente de una importante y “chic” tienda que estaba en el
edificio. Terminé y me dije: Debo
escoger o voy al cine o al restaurante japonés que está en el mismo piso. El
cine ganó y fui a ver qué echaban. Miré todos los anuncios y decidí, vería la
nueva y última versión de “Cenicienta”, sin saber a lo que me estaba
sometiendo. Comenzó la película y todo
iba muy bien, hasta que el personaje principal se depara con la anciana que
resultaría ser –como todos sabemos- en su hada madrina. Hasta ahí todo bien. Ella le da el vaso de
leche a la anciana; y fue cuando comencé a rebobinar, y a rebobinar en el
tiempo y vi a Papá llegar con un librito, que yo no sabía cómo leer, y que desde ese
día él mismo me leyó antes de dormir. Recordaba que la figurita iba de azul; luego cuando pude leerlo, supe se llamaba “Había una vez”, yo. Con esto me vino
la banda sonora de la canción del verano, que decía: “…Cenicienta se marchó …”
cantada por los “Fórmula V”. Cuando llegó la escena de la llegada al baile, ya
el cine entero estaba atento a mí, que no conseguía ver la película entre
sollozos y el sonido de la nariz. Dos
muchachas que habían en las lunetas delanteras, miraban hacia tras. Qué situación. Me fui al baño y me lavé el rostro; pasé por la cafetería, compré una Coca-Cola y fue peor,
porque a pesar de en Cuba no haber esa gaseosa, sí teníamos ese sabor en el
refresco “SON”, lo que hice fue darle sabor al recuerdo. Me senté en la parte delantera, ya más libre
y seguí sollozando, hasta el fin de la película. Sólo apaciguó ese estado, el combinado de
Sushi con Sachimí que pude degustar en paz y con el alma lavada en el
restaurante japonés. De eso no había en
Cuba, por ende no estaba registrado en la memoria.
15/11/2016. 13:11 pm
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