Era una noche de marzo de 1995, recuerdo que iba con un recién conocido amigo, con el que muy poco duró la amistad, y no porque nos desentendiéramos sino porque seis meses después, en la víspera del aniversario de los CDR, se fue con sólo 30 años, pero voy al grano. Hacía frío y en pleno período especial, no había transporte, por lo que nos unimos en “La esquina de Toyo”, en la calzada de Luyanó , donde esperábamos las rutas 5 ó 10, que no llegaron y fuimos por dicha calzada, caminando hasta "Hijas de Galicia", donde tendríamos otra opción, la ruta 7, esperamos un poco y no venía nada que nos llevara hasta "La Virgen del Camino", seguimos hasta Concha y Luyanó, donde habrían tres opciones más, las rutas 3, 8 y la 12, pero tampoco vinieron y ya a las 3 de la madrugada nos decidimos a pasar el puente "Alcoy", donde podríamos tomarnos una caldosa que en ese horario vendían. Llegamos a la antigua feria, frente a la misma glorieta de “La Virgen del Camino” y allí estaba la caldosa, la pedimos y comenzamos a tomárnosla. Era una masa densa de grasa hirviente que abrasaba, pero igual la fuimos degustando al tiempo que la dejaba enfriar, pues no como nada caliente, de hecho hoy por hoy, mis comidas preferidas son la japonesa, la peruana, por su ceviche y de la italiana el Carpaccio, - de salmón preferiblemente -, porque eso sí, el pescado siempre me ha encantado, como a un buen "Pijuán", como dirían mi abuelo y mi padre, que ambos se llamaban Rogelio. Es un gusto que traemos y llevamos en el ADN.
Para no cansar. Al tiempo que se enfriaba
la caldosa, comencé a entonar "Dos Gardenias”, que siempre me ha
gustado, y hago la salvedad, porque corría
1995, y aún el fenómeno de "Buena Vista Social Club" no había
estallado, y no era común. Mi amigo Daniel, como se llamaba y que EPD , me
preguntó, que de quién era esa canción, a lo que le respondí, que de Isolina Carrillo. Acto seguido, una voz me interrumpió. Un señor fornido, que barría la calle, de aquellos negros
fuertes, que en su juventud habría levantado suspiros, y que contaría con unos
80 años me dijo con voz cansada, pausada, pero segura: Me perdona joven, he
estado escuchándolo y debo decirle algo que nunca le he dicho a nadie, pero yo
fui testigo del día y momento en que Ignacio Villa, "Bola de Nieve",
le dio a Isolina Carrillo esa canción, haciéndole prometer que diría que era de
ella. Me quedé atónito, ante tal confesión, por qué a mí, Dios, - me pregunté - y
prosiguió argumentando. Fíjese que esa señora no tuvo otro éxito así. Luego de
decir esto siguió su faena y nunca más hablé de esto, hasta hace poco que se lo
comenté a un amigo que conoció a ambos, - incluso, más a ella que a él -, y me dijo que era imposible porque ella era muy correcta.
Sólo que en mis 51 años ya he sido testigo de tantas cosas
que nunca podré decir, que digo como dice la canción:
"Nada es imposible, mientras que
vivamos..."
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