jueves, 3 de noviembre de 2016

Una cosa tremenda.



Caballero que sueño he tenido, bueno no sé si sueño o pesadilla. La cosa es que existen en Río y creo en todas partes, librerías de libros viejos, alguno no tan viejos, como usados y a las que yo, como historiador y museólogo, amante desde que tengo uso de razón de las cosas antiguas, frecuento.
Resumiendo, entré en una de esas librerías y como suelo hacer siempre, me adentré entre sus altos anaqueles, con aquel olor a polilla que me traslada a la niñez cuando, mientras los niños jugaban en la calle, en silencio me escapaba al cuarto de mi bisabuela, mi querida "abuela patata", después supe que era patata como - le decía porque era muy bajita - y abría su escaparate, aún siento esa sensación, el sonido de las bisagras, y el olor fascinante a "cosas viejas", siempre me detenía en un montón de revistas "Bohemia", en las que descubría a Eduardo Chivás , el lider ortodoxo que se suicidó y la editorial donde aparecía su vida, hasta su sepelio; luego iba a las páginas de atrás y ahí estaban los hechos policiales, que recordando ahora, en uno de ellos descubrí al padre de uno de mis compañeros de colegio en una foto donde aparecía sentado en el piso junto a otros detenidos, por no sé qué délito, sí sé que no era político y eso me buscó un problema con él que era un niño agresivo, genéticamente justificado. Pero la mejor parte era la de la farándula, donde pude ver la belleza y plenitud de María de los Ángeles Santana, Fela Jar, Gina Cabrera, Alba Marina, Dinorah del Real, Manolo Ortega, Enrique Navarrete, y una de las más impactantes, que aparecía en todas las revistas: Consuelo Vidal con su anuncio del jabón Rina, de pronto una claridad inundaba el cuarto y un grito estremecía al niño curioso de pocos seis o siete años; era mi bisabuela que gritaba: sale de ahí, Santa - mi madre-, míralo otra vez registrandome el escaparate, a eso se sumaba el clásico chancletazo pástico que intentaba mutilar al futuro historiador; por eso odio ese anuncio de facebook que justifica el cintazo, el chancletazo y otras agresiones a niños por parte de sus padres como actos educativos, para mí no son más que actos de abuso infantil, y deformadores. El niño nunca va a entender que quién lo debe defender lo agreda por algo tan inocente, tampoco el adulto piensa que ese niño va a crecer y que tal tratamiento puede ser maléfico. Por dónde iba que me perdí entre tanto detalle? Ah, bien, volviendo al sueño, entré en la librería de libros viejos, y me encuentro a una alumna, - a una de mis mejores alumnas - que con la sonrisa jovial que la caracteriza, me saludó y me dijo: Profe, mire lo que le encontré. tenía entre sus manos un cuadernito ya raído por el tiempo y cuando lo tome y abrí, lei en él una lista de nombres y al lado productos alimenticios. Perdí el aliento y en un total desespero, la miré y le dije: Vavá ,-como llamo la llamo cariñosamente, aunque su nombre es Vanessa-, por Dios, ¿cómo, por qué es esto? y ahí me desperté. Era una libreta de abastecimiento.

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