Cuando entré ese día por segunda vez, ya
se habían llevado a Bertha la del PCC (Partido Comunista de Cuba) para el hospital.
La algarabía en el museo era general, trajeron a unos peritos y a la de la cocina le dio un ataque de asma, que
hacía años no le daba, nadie quería pasar para la sala de la Real Academia de
Ciencias Físicas y Naturales de La Habana. Había aparecido una brujería en el
medio de la sala. Todas las malas personas se la atribuían a sí mismas, entre
ellas la del partido, la veladora del museo, la jefa de la biblioteca. ¡Lo que es el sentimiento de culpa y la
superstición! Yo tenía mi coartada, había
llegado después que todo sucediera.
Realmente todo ocurrió así: La noche
anterior yo ya estaba en rolos y bata de casa - como dijera mi vecina Ana -, cuando
suena el teléfono; del otro lado escucho una voz conocida, la de una amiga y
compañera de trabajo, que me dice en tono desesperado - como si yo fuera la
última Coca Cola en el desierto - Pi, por favor, ¿quieres ganarte $20 dólares?
Niña, cómo tú vas a preguntarle al muerto si quiere sepultura. ¿A quién hay que meterle? A nadie - me dice ya sonriente - y
continua diciéndome: Hay que llevar $200
dólares hasta Aguacate. ¿Adónde?, - le dije
yo - ¿a Aguacate?, yo no sé ni dónde está eso. Mira, ven para acá como si fueras para
el trabajo que aquí te explico.
Una mula había traído el dinero y nadie
quería ir hasta allá, ni ella. Llegué a su casa en un santiamén. Al llegar ya
me tenían todas las generales de cómo llegar y a qué hora salía el tren que me
llevaría.
Arranqué para la terminal de trenes,
desde Nuevo Vedado, y ya el tren estaba al salir. Yo con un miedo, nunca había
llevado tanto dinero arriba, eran 220 dólares ya contando los míos, me los
metí en el calzoncillo. Al tren subió un elemento “chichipó”, que ni miré. Salí a las 10:00 pm y llegué a las 02:00 de
la madrugada. Cuando bajé del tren, me
dije: Mamá qué es esto. Era una ciudad sin
luz, como llegar al Siglo de las Luces pero en apagón. Una luz tenue salía de un
“Infotur” (buró de información turística, que todavía estoy preguntándome,
qué turismo hacer allí) que estaba
abierto y allí mismo me dijeron hacia donde ir.
A Elena Aguilera, la conocía todo el pueblo, ya saben en pueblo chiquito… Llegué al portalito de la casa también sin
luz, entré y toqué la puerta. Me abrió
la puerta una señora blanca ojerosa de ya cerca de 70 años, a la que su hijo,
que se había ido hacía dos años, le mandaba el dinerito. Le pedí su Carnet de
Identidad, me firmó un documento y al salir la animé a comprar bombillos para
aquella casa con el dinerito. Sonriente,
me despidió y volví para la parada del tren que pasó a las 03:00 am; llegando a La Habana a las 06:30.
Claro ya que estaba en la Habana Vieja,
me fui directo al museo. Cuando llegué
no eran las 07:00 am, aún estaba la guardia nocturna que me conocía, por lo que
me dejó pasar, subí al Departamento u oficina del museo, para llegar a este
debía atravesar por un patio, en el que habían canteros con plantas; lo miré y vi
que uno de los canteros tenía mucha lengua de vaca, arranqué una para ponerla
en una jarrita con agua, como protección, pero al subir las escaleras, me
tropecé con un rabo de papalote que terminaba en una cinta naranja. Fue cuando se me ocurrió la maldad. Entré al departamento, dejé mis cosas y me
dispuse a ir hasta la Sala de la Real Academia. Tomé la lengua de vaca en mis
manos y le amarré la cinta naranja, dejándola en el medio de la sala de la Real
Academia. No había llegado nadie. Salí del
museo y me fui a ver qué podía desayunar y regresé antes de la 08:00 am y firmé
en medio de la algarabía. Para ese entonces ya la guardia que me había visto
entrar se había marchado y solo estaba la pobre Teresa, la recepcionista. Cuando supe del asunto solo atiné a decir: Si fuera en yudo...pero en santería no hay brujería con cinta naranja.
Al mediodía, pedí por favor ir para mi
casa, porque era yo quien se iba a desmayar, por la mala noche y la emoción
matutina, yéndome para mi casa con mis
20 dólares; garantizando el comino, el puré de tomate y el detergente y con
ello haciendo la alegría de mi Santa madre.
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