sábado, 31 de diciembre de 2016

¡De pie albergue tres!



Cuánta maldad en aquellos adolescentes que por uno o dos años de diferencia, los hacían “instructores” y pensaban que podían hacer con los menores lo que les daba la gana. Los mismos que los sábados inventaban el robo del dinero a uno de ellos mismos y luego se les veía cómo los vi yo en alguna ocasión repartiéndose el dinero en Coppelia.  Delincuentes en potencia. Al final lo hacían pero pienso que la vida les habrá cobrado su cuota y los habrá puesto en su debido lugar. Aprendices de criminales, infelices que se vanagloriaban de su mayoría de edad, para por un pelo en un jabón, o u empañe en el piso no dejar dormir a 80 niños de entre 11 y 12 años,  que salidos de sus casas, de su seno familiar no sabían cómo lidiar con esa impuesta superioridad.  Luego de secar el piso, o de estar horas de pie en el vestíbulo de un albergue, nos iban dejando entrar uno por uno, a las 2, las tres , y las 4 de la madrugada, para luego despertarnos a las 5 y 45, al son de Los compadres en Amanecer cubano e ir a enfrentarse a un surco de café, boniato, papa, plátano en labores de adultos , por 4 horas y luego bañarnos e ir para las clases. Qué aprovechamiento docente se podía tener?  Qué amor por la escuela, por el trabajo, por los propios compañeros de estudio.  Recuerdo que no me despedía nunca de nadie a final de curso y no podía quejarme con mis padres porque había sido muy difícil entrar en aquella escuela (ver “Adiós Toqui, adiós Violeta”)

La comida me sabía a odio y el dolor de la lejanía me hacían tragar lágrimas en vez de las lentejas y chícharos del almuerzo o la comida. Eso sí,  se nos alimentaba muy bien, pero igual éramos la fuerza de trabajo agrícola del país. La Reforma agraria, le había quitado la tierra todos lor terratenientes y a su vez le había dado estudios los campesinos y sus hijos.  No había quien trabajara la tierra y a mi generación le tocó ser parte de plan del “hombre nuevo”.  Herederos directos de los que habían luchado en y por la Revolución, teníamos un compromiso y una deuda a pagar, sólo saldada con la salida del país. Hoy encuentro en facebook a grupos completos de aquel período. Normal, los hijos de los jóvenes rebeldes de su época, que por ADN llevaban esa rebeldía que los hizo encarar todo tipo de imposición y escapar del grito, de Albergue 3. De pié, que se hacía extensivo a todos los sectores de nuestra convivencia.  Luego lo sufrimos en el trabajo y hasta hoy lo llevamos en el alma, como a “La Bayamesa” Me hicieron un ser desconfiado y experto en descubrir a las malas personas con solo sentir el sonido de su respiración.  Algo que no sé si deba agradecer, pero que me pone al tanto de todo antes que a muchos, que dudan de mis deducciones y  luego me tienen que dar la razón. 

jueves, 29 de diciembre de 2016

Café con leche (Comadreo cubano)




Llegó el café y no tengo leche, a ver si mañana voy pa San Antonio y le llevó los dos abriguitos de corduroy de los jimaguas al guajiro y el del forro del Electron, de la pobre tía Aurelia que en gloria esté. Suerte que se lo quitamos antes de enterrarla porque murió con él. Qué dilema, hubo que cortarlo por atrás porque no le salía, pero quedó bien el empate y el encajito del cuello; a la guajira le va a encantar.




Abrigo de corduroy. Eso y dos o tres cazuelas viejas, da pa leche y yogur, no puedo dejar que nelio me bote el poquito de yogur que es la madre pa que reproduzca, ya esa madre ha pario mas que la puta que parió, la tenemos desde el primer apagón y gracias a nosotros toma yogur to el vecindario. Si hubiera cobrao estuviera rica. Habrán matao a la puerca? A ver si me dan un poco e manteca, Sabe Dios , va y tengo suerte. estaba grande y gorda, igualita a la dueña, que Esmeralda esa más cochina, pero es buena; la gentedel campo es así, no tienen ná y son felices. Mira voy a derretir las estillas de jabón pacerle un cotel de jabón , puede que se le quite la picazón, porque el mes pasao estaba ardía, parecía que estaba bailando el bim-bom con la pared del bohío. Cómo se restregaba la pobre, así tendría aquel negocio. Echa pallá no quiero ni pensar. Déjame tomarme un poco de Colefilaxe que se me ha revuelto el estómago. Ni hablar de aquella dentadura. Ay mamá. Nelio tráeme el cubo que voy a devolver lamburguesa. Mejor no voy a ningún San Antonio, sabrá lo que me espera.





miércoles, 28 de diciembre de 2016

Todo o nada o Inocencia



















Sabía que le quedaban tres días; él viajaría, entonces tuvo una idea. Tomó lápiz y papel e hizo una lista de anhelos. Algunos les sería difícil; no sólo por el poco tiempo sino también por la lejanía, traducida en distancias y miedos.Lo primero fue hacerse un buen café con leche y unas tostadas con mantequilla, seguido de una ducha con un jabón que sólo usaba para ocasiones. Se fue a la tienda más cercana y ante la mirada de todos se compró aquel vestido de encaje blanco que parecía de novia, lo pagó al contado, no quería dejar deudas, luego pasó por la zapatería y se compró los zapatos de tacón que siempre quiso y que nunca tuvo porque no había ocasión para usarlo. Regresó a la casa y se paró ante el espejo; abrió el necessaire del maquillaje y se pintó como para una fiesta, estrenó las pestañas. Un tul brocado en bmargaritas le cubriría la cabeza, hasta la sien, a modo de turbante. Se dispuso a salir a la calle y salió; llevaban la cartera blanca y el abanico que casi no cabía.



Se sentó en el mismo restaurante donde sabía que él estaría, lo esperó. Él llegó, esta vez solo, lo miró de soslayo, abrió la cartera y sacó el abanico, al abrirlo este sonó y su estrépito llamó su atención; tanto que al final le sonrió; usó el lenguaje del abanico para decir que le acompañara y él así lo hizo. la figura blanca se levantó deslizante hacia la barra, pidió un martini con aceitunas, él pidió un ron carta oro ; al querer pagar su mano se interpuso con viril cortesía y en señal de prohibición pagó. Una mirada bastó para que la subiera a su apartamento, sin una palabra, se desvistieron ambos y se amaron como dos amantes en cautiverio. Salió del apartamento, llegó a su casa se quitó el atuendo blanco, aún con la etiqueta y lo llevó a la tinda para que le devolvieran su dinero, lo mismo hizo con los zapatos. A la noche tendrían otra cita esta vez se puso su terno de lino puro y sombrero Panamá y fueron a cenar los dos al restaurante más caro de la ciudad, ya nada importaba. Salió de casa y al salir rompió la lista. Era el comienzo del fin, era todo, era nada.









sábado, 24 de diciembre de 2016

La plancha sin nombre

Sala de mi casa. Al centro, mis abuelos Alberto y Esperanza.

La plancha.

Todo pasa el fin de semana, cuando no hay nada abierto, y la gente no está para nada. Tú sabes lo que es que se me rompa la plancha hoy, que tengo que planchar toda la ropa de la cena de navidad. Si estuviera en Cuba... -pensé-, mi abuelito me la arreglaría, porque mi abuelo materno, que dicho sea de paso, se llamaba Alberto, como yo, o yo como él, aunque creo que estaba destinado a llamarme así. Mi bisabuelo paterno se llamaba Alberto Primitivo, y mi bisabuela materna se llamaba Blanca, que es como llamarse Alberta o Alba o Albertina, porque el nombre Alberto viene del latín "arbus" que significa "blanco', tanto es, que el album de fotografía, quiere decir libro blanco y más lo confirme, cuando llegué a Brasil y supe que todo liquido blanqueador se llama "alvejante", y que el deporte del arco y flecha se llama, tiro al blanco, así como cuando uno no quiere que hablen de su persona, dice: "não quero ser alvo de comentarios"; como en español, pero blanco. Hago toda esta retórica porque como dije al principio, mi abuelo que EPD, arreglaba planchas para todo el barrio; él aprendió el arte de dejarlas como nuevas, con una serie de alambritos mágicos que las hacía funcionar y era para las pobres amas de casa de San Miguel del Padrón una especie de santo, por no decir San Alberto.
Resulta que iban a mi casa infinidad de personas conocidas y otras no, a las que se le preguntaba el nombre para reconocimiento de sue equipo, pero sucedió que un día fue una señora que trabajaba en el hospital "La Balear", que está frente a mi casa de Cuba; de esas que uno conoce de paso, pero no se sabe el nombre; en ausencia de mi abuelo, fue mi abuela quien recibió la plancha; sé gue al irse esta, mi abuela no supo nunca el nombre y puso en un cartoncito colgando de un alambre, las características de la señora . Mi abuelo llegó, arregló la plancha y al día siguiente la dueña volvió a recogerla; esta vez era mi abuela quien no estaba; había ido a cobrar su chequera a la "Vírgen del camino" por lo que la señora con mucho trabajo, tuvo que identificar su plancha, la que mi abuelo le entregó atentamente, pero él no había leido el cartoncito. Cuado aquella señora leyó lo que mi abuela había puesto, se quedó líbida, palideció y dijo con voz entrecortada y llena de ira: Alberto yo me llamo Elvira Domínguez Castillo. Mi abuelo no entendió nada, hasta leer lo que mi abuela había puesto para identificarla. Decía así: Negra culona de espejuelos, que no sé si trabaja en la Balear. La vergüenza le impidió a mi abuelo cobrarle por el trabajo a la ya identificada Elvira, que a la semana siguiente, volvió con otra plancha y la recibió mi abuela llorando de la risa. Se hicieron grandes amigas.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Por fiancé



Quinta "Covadonga"
Cuando llegué, ya la sacaban de terapia intensiva.  La “Covadonga” había sido en su época un hospital muy novedoso, con espléndidos jardines y pabellones aireados, al igual que soleados, pero el paso del tiempo fue dejándolo atrás; lleno de tristeza y calamidad, pasaron por allí varias generaciones y ahora la nuestra.

Terapia intensiva
Le vi el rostro a través del cristal de la sala donde le quitaban el suero y no la reconocí; dónde está el glamour de antaño - me pregunté -. Me sentía culpable en buena parte por haberle dado aquella idea que le resultó a mi amiga Tania y a ella también en buena parte, pero en esas condiciones, no sé si llevaría al fin su plan. Tania ya no estaba, se había ido casada “por fiancé” con el primo de  de su pareja de hacía siete años. Una vida juntas, viviendo a escondidas del qué dirán, hasta que se cansaron. Tenían 19 años cuando se conocieron en la ENA (Escuela Superior de Arte), aquella clase de expresión corporal en que la profesora Digna Amaral, que las colocó en pose amatoria, marcó para siempre sus vidas. Debajo de las sayonas, los pelones y el movimiento sinuoso de sus caderas. vivían, a partir de entonces, dos leonas que se amarían hasta las últimas consecuencias.
La primera sedujo a un anciano mexicano que se enamoró a primera vista de ella al verla en el show del Cabaret Parisien del Hotel Nacional, con todo el esplendor de aquel musical, en el que ella de solista bailaba el número “Azuquita en la cintura”.  Una invitación a la “Marina Hemingway”, una compra al día siguiente en la tienda del Tritón y un orgasmo bien actuado la llevaría al mes siguiente al DF y de ahí a la copa donde le colocó el somnífero que desde Cuba llevaba consigo. Cuando René se despertó a los tres días ya Mariví Portillo había pasado la frontera con Estados Unidos y estaba instalada en casa de Vivian, otra amiga que había hecho igual, con la que montaría una Academia de Salsa, que para eso ellas sí tenían calibre.
Al contarle a Olivia - sin intención ninguna - la historia de Tania y Mariví, se le encendió la chispa y no se detuvo hasta encontrarle una salida a su plan.  Ella, al igual que su madre y su abuela, era muy pajarera, le encantaban los gays, que le cosían, la peinaban, la maquillaban y lo mejor de todo, la adulaban.  Ellos, en medio de su carencia, dada por el desprecio de la sociedad, encontraban en aquella mansión de Aldabó el lugar ideal para desatarse y soltar todas las plumas sostenidas en “MI mayor”
Uno en particular la ayudaría a su cometido, sabía que Aldo tenía un novio americano que trabajaba en una agencia como reportero y con este podía fraguar su historia.  Una cena marcada con los tres llevó a John al convencimiento de que sí la ayudaría, para él era conveniente estar casado pues quería comprarse una casa y el estado lo ayudaría al saber del cambio de su estado civil.  El acuerdo consistía en hacer que ellos eran novios, que se amaban, aparentarlo sería el dilema.  Al este irse de Cuba a la semana siguiente, ella se presentaría en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos  e imitaría a Tania casándose “por fiancé”.
El plan debía llevarse en dos días por la premura de la partida de John, por lo que movilizaron a todos los pájaros para crearles ambientes y situaciones que pareciera que se conocieran por mucho tiempo.
Lo primero y más importante era el anillo y el momento en que John lo compraba en Estados Unidos, para ello buscaron una esquina de la casa donde había empotrada una Virgen de la Caridad del Cobre, que de ahí sacaron para colocar estuches de joyas vacíos y en medio el anillo, que había pertenecido a su abuela y luego a su madre,  a modo de vidriera.

El supuesto novio tenía el pelo lacio y se lo rizaron, para una impresión juvenil y un aspecto jovial en su modo de vestir, el que también cambiaron. Con él era todo más fácil, Tony “la católica” era el encargado de ella.  Para esto había surtido su “necessaire” con cuanto producto de maquillaje y peluquería encontrara, su meta era hacer que Olivia pareciera desde más joven y gorda, hasta  más vieja y flaca, o sea rejuvenecerla y engordarla y envejecerla y adelgazarla; además de pasarla por varias estaciones del año.
Por suerte la casa tenía piscina que aunque vacía daba para fantasear en ella. Lo primero y peor fue mojarla a ella y sacarla al exterior en biquini en un horrendo y plomizo día del invierno de enero. Fue rápido, como rápido el estornudo que inició un leve resfriado.  Le siguió a esto una batería de fotos con ropa de verano, con el pelo muy rojo.  


Luego vinieron las fotos de otoño para ello Tony había llevado la peluca que había usado su recién fallecida tía hasta el ataúd, la que se le había retirado para el entierro. Realmente ella era rubia, pero con los sueros se le caería el pelo y antes se lo cortó y Dora le hizo la peluquita de su propio pelo. Era sólo de la mitad del cráneo para atrás y el cerquillo, porque no era mucho pelo y la parte central la cubría con una cinta en combinación con lo que usara y así fue hasta que se marcho de este mundo. Murió ahogada con un pedazo de carne; al asustarse por la entrada de una “cucaracha voladora” a la casa, animal semi-doméstico al que ella le tenía pánico y que entró ese día lluvioso a la casa mientras cenaba.  El pedazo de carne de la dieta que le daban a los enfermos en fase terminal se le atragantó.  Quedó como una  palomita, saboreando el tan ansiado bistec.
Para esto, usaría también toda la ropa de la abuela transformada en modelos de Lady Di, por su modisto Duda que la adoraba y lo hizo todo con pasión y perfección.
Para las fotos de invierno sí tuvo que pintarse de negro, lo que demoró un poco, ya se acercaba la madrugada y el novio se iba al día siguiente. Había que imitar varios horarios pero para eso estaba Mateo, el fotógrafo de su infancia, con toda su antigua pero efectiva tecnología, deshecha en  pantallas doradas y plateadas, filtros y luces de estudio (Ver “Mateo tira peo”). A las tres de la madrugada ya habían terminado, luego una única foto de beso en la boca, que para Olivia no fue difícil pero para John sí, él nunca había besado a una mujer; era por decirlo de algún modo “raza pura”, fascinado por el arañazo del bigote sin afeitar, que marcaba y encendía su masculinidad. La piel de melocotón del labio de Olivia lo convenció aún más que no estaba hecho para el sexo opuesto, pero eso iba en el acuerdo.  Mateo llevaría las fotos reveladas a la mañana siguiente y estas serían entregadas junto a una carta de petición de matrimonio en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, el propio día. Todo salió a la perfección, las fotos lograron el clima que se requería de desenfado en algunos casos y de amor en otros.  Varias fueron las posiciones y situaciones.  Ella muy fina – como era y él bastante varonil.


Adicionar legenda
Al salir Olivia de su gestión en la Oficina, comenzó a sentir unos mareos, acompañados de una picazón por todo el cuerpo, iba caminando e hinchándose. Cogió la ruta 174 en la calla ”G” y el cuerpo no daba para más ya, y en Calzada del Cerro y Boyeros cerró los ojos, se desvaneció y solo el ruido del carro "Moskvich"de una empresa de la Academia de Ciencias la recogió, la trajo en sí, había llegado al cuerpo de Guardia del Hospital “La Covadonga” en estado grave, intoxicada por tanta química en  su cuerpo entre tintes y maquillajes vencidos, fue directamente para la unidad de terapia intensiva, en la que permaneció tres semanas internada.
Llegaba yo en el momento en que la sacaban acompañada de su madre que en la mano llevaba un sobre y dentro la aprobación para irse de Cuba inmediatamente, “por fiancé”




jueves, 15 de diciembre de 2016

¿Por qué te vas?


¿Por qué te vas?
Recoge y vete, que come mucho y no trae ná, y no te voy a dar de baja en la Oficoda, en seis meses. Salación, se come hasta los durofrío de las jimaguas. Llévatelo, viento e agua. sal de aquí con el micocilén y déjame el perfume TÚ, que está nuevo y sirve pa las misas espirituales, que por lo menos si no atrae los espíritus buenos, espanta a los malos. Asa, se van los seres pa otra nación. A dormir pa la funeraria, pa La Nacional; coge el lsamo analgésico pa que te lo pongas en los ojos y piensen que estás allí llorando de doliente y puedas tomar café y masarreal. Coge periódico pal baño.Dale. Mastica y traga. No te ría que le falta un diente a la dentadura y parece una mazorca degraná. Aquí no te quiero más.
Ibbaéee

domingo, 11 de diciembre de 2016

La Guadalupe.


Mañana hace 32 años que comencé a trabajar en "mi museo". Un buen día en sueños se me apareció en sustitución de un cuadro que hay en la escalera principal del edificio, la imagen de la Guadalupe. 




No entendí por qué ella si era de México, luego recordé la fecha de inicio en ese lugar que había sido convento de San Agustín (1639) y luego de San Francisco (1842). Al lado del convento, ahora museo está la iglesia de San Francisco, pero estuvo cerrada por muchos años por problemas políticos. Al reabrirla y entrar en ella, descubrí que pared con pared, a la entrada a la derecha, estaba el altar dedicado a la Virgen y se me aclararon las dudas. Ahora al ir a Cuba, siempre voy al museo y a la iglesia donde permanece.
Gloria 
12:00 en Rio de janeiro.



sábado, 10 de diciembre de 2016

Mi vida es un bolero



 Ahora, viendo esta invitación a uno de los bailes de Salsa a los que sigo siendo invitado a pesar de mi rotunda negación, acompañada de la frase hecha de "Yo soy la salsa";  lo digo por muchas razones y se me ocurre algo, que tengo que decir: 
como buen cubano, me siento orgulloso de mis raíces y sobre todo de mi cultura; no la que he adquirido con años de estudio y observación animada sino con la que me toca, me es difícil no estremecerme ante el sonido del toque de un tambor ni ante un buen y meloso bolero.  Una vez escuché un parlamento, en una película argentina, en el que uno de los protagonistas - en un momento de reflexión - le decía a su pareja, mirándola como solo se mira al objeto de la pasión: “Vos sos un tango” y me dije caramba es eso lo que somos los cubanos, pero traducido a nuestro universo, “somos un bolero” y podría agregar más, somos una rumba, un cha-cha-chá, un mambo, un danzón, un danzonete y una contradanza, porque si algo tenemos es una historia y un diapazón musical “de miedo” y eso somos, la mezcla de todos nuestros ritmos inigualables, incomparables e irrepetibles. El mundo entero baila a nuestro "son", a nuestro modo, y nos quieren usurpar y reinventar, pero al final la matriz está en la cadencia de nuestros movimientos acompasados y de buen gusto, de sutil sensualidad y provocadora arrogancia.  ¿Igualarnos? Sí, pueden, pero nunca superarnos y mucho menos transformar lo que es nuestro, con articulados, vulgares y hasta ridículos movimientos. 
Al inicio decía que, “como buen cubano”, al vivir en un país donde el ritmo esencial es otro y la música también, al llegar aquí me convertí en una especie de ícono de mi país. No me considero el gran bailador, pero al menos tengo el don de saber cómo se hace bien. Ese temor del que llega, de perder lo suyo, me hacía aparecer en cuanto baile de "salsa" había y era una gracia, como al salir todos paraban para ver de qué manera nos movíamos los cubanos. Comenzaron a proliferar así escuelas de “salsa”, y ahí comenzaron los choques, las fiestas se llenaban de alumnos que, indicados por alguien que se decía profesor de salsa, hacían y hacen movimientos exagerados y ajenos a lo que realmente  debe ser y no se les puede culpar porque así son instruídos. El solo hecho de que le llamen “salsa”, ya me incomoda, sabiendo que es “Casino” lo que se baila, tanto en pareja como en grupo, al hacer la “rueda”,  del propio nombre. Entonces ya no bailaba, me quedaba observando como en algunos casos estropeaban los pasos y malgastaban la energía en el mal gusto al relacionarse con la música, “con mi música”, con una gestualidad forzada que obligaba a sujetarse el pelo a la muchacha que no se le mueve y a veces ni lo tiene o a hacer contorsiones de circo de las rumberas de los años ’50, sin cordura ni cordialidad expresiva y que me tilden de chovinista, pero es así: Al que le tocó le tocó.
De este modo, poco a poco me fui alejando de los salones de baile cubano o de música cubana y/o de “salsa” en general y me fui integrando a los salones de samba, proponiéndome aprender a sambar;  fueron siete años seguidos yendo al “Beco do Rato” (lugar de samba de Río) sin atreverme a salir al ruedo hasta que un día me solté, fue como una explosión sambística que se me apoderó y que no ha parado hasta la actualidad.  Me alejé totalmente de los bailes de salsa y del disgusto que me provoca su mala ejecución para arrojarme a los brazos del “pagode” y la samba.  Eso sí, en dieciséis años viviendo en Brasil no me sé ni una canción en portugués, no he conseguido inocularme ese virus; para ese caso parafraseo a Darín en “Golpe por golpe", título cinematográfico que mencionaba al inicio y me digo: Mi vida es un bolero.
Rio de Janeiro sábado 10 de diciembre de 2016.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Mi "Toy Story"



Ahora, viendo en facebook una foto que puso Amarilys, - mi amiga de años, antaños - paseando con una muñeca  en un cochecito, me viene a la mente una experiencia que tuve; no singular, pero recurrente. Estaba de visita en casa de otra amiga y, después de cenar, me propuso ver una película; propuesta a la que accedí con gusto.  Hizo su selección y, para mi sorpresa, no era lo que yo esperaba.  Era un dibujo animado, a lo que me negué rotundamente. Ella insistió e insistió en que yo debía verlo y al final me sometí a ello.
Comenzó el dibujo y no me gustó el diseño de los personajes, ni las voces ni la trama.  Pasaron los diez primeros minutos y algo me atrajo, no sé qué fue, si una frase, un gesto o la música.  ¿Dios, qué me estaba pasando?
Me fui adentrando y adentrando y no quería que se terminara la película, porque ya a esa hora había dejado de ser dibujo animado y ya yo era un personaje más. La identificación estaba siendo basta, el dolor me ahogaba la garganta. Comencé a recordar y ver todos mis juguetes, algunos que aún conservo en mi casa de La Habana. Me vino a la mente el último viaje que estuve en Cuba, cuando entré al cuarto y fui a abrir el closet, sentí un ruido extraño, mecánico pero familiar, muy familiar, y cuando busqué y miré bien vi una caja que al abrir descubrió mi “robosito’, mi último juguete de los 11 años, que me estaba saludando, como lo hizo siempre, lo saludé y ahora lamento no habérmelo traído para Río y darle un lugar cerca de mí.




La película continuaba y llegaba a su fin.  Mi amiga se había dormido y mis sollozos no la despertaban, las lágrimas me nublaban la vista y en ese momento ya me había convertido en el protagonista de aquella historia de juguetes. Terminó la sesión y desperté a mi amiga, ella, entre dormida y sorprendida,  por mi estado deplorable, me abrió la puerta y yo no pude despedirme, apenas podía hablar.  Salí del edificio anegado en llantos y continué así hasta que llegué a casa, que tomé un baño y al acostarme, me prometí nunca más ver “Toy Story”

Rio de Janeiro 03 de diciembre de 2016.  12:00 (mediodía)

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Itá no se equivoca.













Hoy hemos tenido un día de preocupación, por la operación de un amigo en Cuba y me viene a la mente cuando me operé en  el 2000, antes de venir. Sí, me operé de varicoceles, porque recuerdo que, en una consulta que me hice, me salió que iba a una mesa de operación. Con la dichosa “FOREVER”, me había dado un golpe en los lugares y me dije pa luego es tarde, por lo que me operé en el “Ameijeiras” (ver: Ellos nunca nos abandonan), pero para ello tuve que recibir un “Orisha”, que en su itá me vino diciendo que no podía vestirme de listas horizontales.  Tenía yo una camisa así mismo que era mi joya y me la ponía para casos y cosas de aquellas tremendas
Cuando me dijeron esto supe que tenía razón pues la única vez que me condujeron a la estación, estaba yo con ella en La Maison. (ver: Cuba-moda ’87). Por lo que no me resistí, además ya la había usado bastante.
Salgo de Cuba con mi itá de no usar listas horizontales y pasa un año, dos y tres; y al cuarto año, viene un amigo de España. Me llama que vaya a verlo a Copacabana, donde estaba hospedado y para allá voy.  Me recibió con aquella alegría que ya sabemos los cubanos, que pensamos que, al salir, nunca más nos vamos a ver; que es algo en lo que no dejamos de tener razón. Me llevó al último piso donde estaba el restaurante del hotel, cenamos  que aquello fue lo más grande de Tejadillo, con la vista al mar, bueno, aquella cosa de la película.  Al despedirnos me dice, espérate que te tengo un regalo. Lo trae deseando que me guste y pidiéndome que no lo abriera allí, para evitar deshacer toda la envoltura. Sólo me fijé que, en medio del paquete, decía El Corte Inglés, lo que era normal, viniendo él de España. Llego a la casa y abro el paquete y, para mi grata sorpresa, era un pullover de mangas largas, color azul y blanco, pero un azul vitral colonial que era un escándalo y en medio de  mi ilusión de con qué ponérmelo y cómo y cuándo, me dije: “aguanta que la están peinando”; si yo no podía usar listas horizontales, a pesar de que estas eran unas franjas bien anchas.
Bueno tanto di que el sábado, en medio de un friito sabroso que hacía, decidí hacer estreno de mi pullover, con un pantalón vaquero blanco y mis zapatos marineros azules ribeteados en blanco. La combinación era un escándalo, pero se me ocurre que me hacía falta un cinto azul, haciendo juego con los zapatos; para ello debía ir a la tienda a comprar el cinto y escogí una tienda masculina, tradicional que hay en el centro de Río.

Me levanté temprano, hice las cosas normales del  día, me bañé y me vestí como había pensado. Arranqué para mi tienda y entrando di de cara con el cinto. Llamé al dependiente y al no venir lo tomé yo en mis manos, al tiempo que viene el dependiente y le estoy explicando todo mi plan, cuando siento un golpe contundente en la cabeza, que me deja atontado, al punto de no poder ni hablar; palidecí, quedándome paralizado y al volver en mí, busco para ver qué me había asestado tan duro golpe y veo al dependiente que en vez de preocuparse por mí, que era su cliente, estaba recogiendo un maniquí de yeso del piso, de aquellos años ’50, con la cara de Errol Flynn y con la misma me doy cuenta de lo que había sucedido, Dios mío, me había caído un maniquí en la cabeza. Al yo ver la preocupación del señor, ya mayor, por aquel objeto y no por mí con el dolor y el susto que había pasado, le fui arriba y en un arrebato, le quité aquel muñecón viejo de las manos y lo cogí por la cintura al tiempo que  inicié una pelea con él, incrustándolo contra el piso; yo quería ver la sangre correr, mientras más tiza le salía de la cabeza. Cuando caí en mí, que me di cuenta de lo que yo estaba haciendo, la tienda estaba paralizada y los clientes riéndose.  Del interior escuché una voz que decía la dirección del lugar y percibí que estaban llamándome a la autoridad.  Miré a Erroll Flynn con todo el odio del mundo y salí corriendo de la tienda con mi camisa de listas y sin el cinto, atravesé una plaza y entré en otra tienda, miré y miré, buscando otra camisa para cambiarme, la que tenía era muy llamativa y me identificarían con mucha facilidad. En una percha vi un pullover sin cuello, y color entero, era de una amarillo mango espectacular.  Ay  Ochún,  mamá, sácame de esto. Fui hasta él, lo descolgué y pedí que me indicaran donde estaban los probadores. Me quedó perfecto, como pintao.  Lo pagué y en una bolsa eché el otro. Ese día estaba nublado, pero me puse los espejuelos oscuros para salir de allí; al salir venían hacia mí dos policías y me quiso dar el ataque de la croqueta, cuando se pega en el cielo de la boca, pero me pasaron de largo. Cogí caminito de Guaimaral y volví para casa en el metro, pensando en mandar la camisa para Cuba con el primero que viniese, cosa que cumplí después. Si ahora me había caído un maniquí, que es una figura masculina inanimada, la próxima no quería saber. Al entrar a la casa y cerrar la puerta, mi madre Santa que estaba pasando un tiempo conmigo, al saber lo sucedido, y ver el tremendo chichón que me había provocado "Erroll"; entre asustada y sorprendida, murmuró en un suspiro una frase que siempre escuché de mis mayores de santo: Itá no se equivoca.


Erroll Flynn.



lunes, 28 de noviembre de 2016

Con la papa en la boca







Viendo un “sketch” que puso mi nuevo amigo de facebook, que radica en Bulgaria,  Rey González, me he dado cuenta de una cosa. Es algo que es general en Cuba, un fenómeno que comenzó a partir de  un momento y que le toca solo a una  generación y que continuó degenerando en las subsiguientes.

Al salir de Cuba, - como ya he dicho y muchos saben - era museólogo; graduado en Historia del Arte. En 1998 comencé a ir a la radio a divulgar el museo; un director de Radio Ciudad de La Habana, me escuchó haciendo tal trabajo, y  me invitó a  conducir un programa de radio, en Radio Ciudad de La Habana, llamado “Rumbo 2000”. Cada lunes a las 9:00 am. estaba yo en mi cabina, feliz como una lombriz. 



Programa de Radio con Mery Delgado y Adrián Torres.
Radio Enciclopedia. 1999.

Confieso que en los primeros programas me moría de miedo, pero luego comencé a hablar con el micrófono, como si fuera alguien y fue fluyendo que de no haber salido del país, creo que me hubiera dedicado a eso. 
De niño me ponían a dormir la siesta con la novela de las 2:00, con la voz de Aurora Pita, Fela Jar, Juan Ramón González Ramos, que eran actores radiales. 



RCA Víctor. 1946.

No dormía nada; me sabía todas las novelas de radio, cosa que adoraba.  Práctica que continué de adulto.  No me olvido de una novela de los ’90, en que ya anciana, pero con la voz de una niña, actuaba Aurora Pita, con Odalys Fuentes; una especie de Conde de Montecristo, pero del siglo XX; que tuvo tanto éxito que el último capítulo lo televisaron. Algo sui-generis, nunca antes había sucedido cosa igual.





Bueno volviendo a mi programita.  Jamás nadie me dijo nada sobre mi conducción, a pesar de no haber recibido clases de locución, puesto que ya el trabajo de explicación del museo, me había dado mucho continente.  En el año 2000, salgo del país y cumplo mi sueño de ser maestro. En este caso, profesor de idioma español. Las primeras clases son muy simples; el abecedario, los artículos, los verbos regulares y ya luego comienza a complicarse, porque hay que encadenar y completar frases. En un inicio no, pero sentía que los alumnos no pronunciaban bien y yo les insistía. La mayor dificultad la encontraba en la “s” y la “r” intermedia; me la arrastraban, la “r” salía como “d” y la “s” como “j”; de ahí que en vez de decir masculino, me decían  majculino  y en vez de decir gordo, decían goddo. Todo terminó cuando un alumno al llamarle la atención, me dijo: Profesor, así lo dice usted. Me silenció con su sentencia y a partir de ahí comencé a “policiarme” y realmente tenían razón mis alumnos, era yo quien hablaba mal, articulando de modo incorrecto. Hablé con un amigo que aunque no se dedicaba a la enseñanza, es conferencista y este me lo aclaró todo, al decirme muy bajito, para no colocarme en  una situación embarazosa, ante los presentes:
     -Alberto, ¿tú sabes qué es?  La carne - continuó -. 
Por mi mente pasaron tantas alternativas de respuesta y la que me salió, fue la precisa.
      - ¿Qué carne Vicente? - le dije -
      - Eso mismo, ninguna - me respondió -
Yo seguía sin entender
-         La falta de carne que afecta las articulaciones y el sistema motor, a la hora de la dicción. Eso se llama “dislalia”.  En Cuba no se come carne. Nuestros padres y abuelos sí comieron, pero nosotros no y padecemos de esa condición, producto de las papillas y comestibles blandos, como el huevo, el pollo o el pescado.
Yo me quedé patidifuso. Al llegar a casa fui corriendo para google, coloqué en grande DISLALIA y era cierto. A los tres meses estaba yo articulando, como si hubiera nacido en el siglo XVIII, pero a eso se sumaron una serie de malestares y dolores en las articulaciones, no de la boca; esta vez de las piernas y parecía que tenía un corazón en el dedo gordo del pie. Corriendo fui para el médico.  Me hicieron un chequeo “de aquí te espero”; cuando estuvieron los resultados, regresé y para mí sorpresa, estaba a punto de padecer la enfermedad de los reyes.  Es usted candidato a la gota, me dijo el Dr. Jorge Nunes.
Claro, tanta carne roja comí que el ácido úrico estaba en el cielo.  Me quedé en una pieza, cuando me prohibió lo único rojo que me faltaba y por qué digo esto, pues al hacerme santo e iniciarme en mi religión, me prohibieron todo lo rojo, lo principal la ropa,  pasando por las frutas, las hortalizas y las bebidas; pero cómo,  a un italero cubano (religioso y adivino que dicta el llamado “itá”, que son las reglas de la osha o religión afrocubana) se le va a ocurrir prohibir la carne roja en Cuba; un país donde comerse un bistec de res es un lujo reservado a pocos.
Un tratamiento urgente normalizó mi ácido úrico, al tiempo que normalizaba y mejoraba mi dicción; al punto que en  mi último viaje a Cuba, al entrar al avión, se quedaron mirándome y una se atrevió a indagarme, tratando de averiguar mi nacionalidad; mencionó todos los países de habla hispana, menos el mío.  Triste al comprender la pérdida de mi acento, al no reconocerlo, le dije: De Cuba.  Una de ellas feliz dijo: No te lo dije. Es de Cuba, lo que me animó, al saber que al menos una, a pesar de la duda, me había descubierto.
Es por eso que hoy al escuchar a Garrido y Piñero hoy expresarse en su programa, recordé este suceso.



En clases.


Río de Janeiro,   2016-11-27.
23:50 pm.

Bibliografía:  
-Influencia de la masticación en el desarrollo del habla
Articulo elaborado por:
Nelsy Corral Lopez
Fonoaudiologa – Especialista en Terapia Miofuncional 

 





domingo, 27 de noviembre de 2016

Breve reseña numerológica.


Murió de muerte natural.  Así diría el atestado de óbito de un suicida, según Cantinflas,  "porque quien atenta contra su vida, es natural que se muera"; pero alguien que ha  muerto a los 90 años, que ha vivido  exactamente diez (10) ciclos de vida, conociendo que los ciclos son de nueve; que sobrevivió a 640 atentados  y gobernó a un pueblo, durante 57 años.   (5+7=12. 1+2=3) .
Marcado por el número TRES, el del don de la comunicación, su número de nacimiento (13/8/1926 =3).
Siempre fue TRES, el número que marcaría su nacimiento y su muerte, el número del orador, del comunicador, de aquel que convence por “el verbo”. El tres de Elegguá, el santo del panteón yoruba que abre y cierra los caminos; el niño que juega, que vence, que guerrea;  el que ostenta los colores rojo y negro, los mismos de la bandera del "26 de julio"; el movimiento que surgió a partir del ataque al cuartel Moncada, hecho que lo llevo a la cárcel, a la "Sierra Maestra" y luego al poder, con tan solo  33 años, y estaría ese año  en número tres “3”.
Hizo siempre lo que le dio su “reconsultiverísima” gana. Nos hizo repetir junto a él tantas veces quiso: "Patria o Muerte Venceremos".  Lo decía en primera persona, pero no del plural y sí del singular: Venceré; y venció.
Escogió fecha para salir, de Tuxpan - hace 60 años - e iniciar todo el proceso que lo llevó a la cima y escogió fecha para salir de este mundo en número “9”  NUEVE, múltiplo de tres y el número final de un ciclo de vida.  Marcado por nueve días de luto, la cantidad de números perfectos para su levantamiento espiritual, que vino a caer el 3 de dicembre, Día de la Medicina Americana y víspera de Santa Bárbara Bendita o Changó; a saber si este era el santo que tenía coronado. 
Cuánta perfección numérica.  Un gran estadista, hasta el final.

Rio de Janeiro 27 de noviembre de 2016.  
12:00.  Medianoche.


  .

Cuba-moda '87


Pijuán, acompáñame, escuché a mi oído, sintiendo a la vez una mano masculina en mi hombro derecho. La señora me miró sonriente y yo, simplemente, obedecí. De tener sombrero me lo hubiese quitado, ante aquel oficial de la seguridad del estado; cómo sabía mi nombre. Me condujo a una sala elegante y me sentaron en un sofá de estilo Luis XV. Pedí ir al baño para efectuar mi maniobra y no me dejaron, por suerte el oficial salió y conseguí sacar del bolsillo el documento que me había permitido entrar al lugar y comérmelo con foto y todo. Cualquier cosa podía pasar menos saber cómo conseguí entrar.  Un gran amigo me había dado su “solapín” de entrada al trabajo para  que yo pasara sin problemas, y así lo hice.
El oficial volvió y yo aún masticaba una presilla con la que estaba prendida la foto. Esta vez me llevó a una oficina, donde una mujer, de aquellas enérgicas, me interrogó, queriendo saber qué hacía allí y cómo había entrado; fue entonces cuando del bolsillo izquierdo del pantalón saqué un recorte de periódico, mal recortado. Juventud Rebelde tenía una sesión dedicada a la moda, llamada “Qué hay de nuevo” y en dicha sesión había aparecido un anuncio a modo de invitación que decía en su titular: CUBA-MODA ’87. Hablaba del cierre de dicho evento y la premiación de la mejor modelo de CONTEX.  El evento sería en “La Maison” a partir de las 9:00 pm, no decía si era por invitación, así que se me ocurrió recortar, o mejor dicho, rasgar la noticia.  Ese año mis amigas Zaida y Zenia me habían regalado una camisa preciosa de El Corte Inglés, a listas azules y blancas y un amigo me había hecho un pantalón azul, tomando como modelo uno de la revista Opina. Salí temprano de San Miguel del Padrón, para llegar a tiempo, antes debía pasar por casa de mi amigo en el Vedado y de ahí mi incursión a Miramar y así lo hice. Todo perfecto.  Llegué y entraba una delegación de coreanos y en el medio entré yo, como ya me había indicado mi amiga Regina, cuando le pregunté la táctica para que no la pararan al entrar a los hoteles.  Usted es el dueño; y con tanta propiedad entré que ni se dieron cuenta. Ya adentro revisé el escenario y a la izquierda vislumbre una glorieta y en ella de espaldas una señora elegantísima rubia, muy bien acicalada, que yo juraba que era Mirtha Legrand, la actriz argentina por la que he sentido siempre una gran simpatía y pasión; pero no era ese mi objetivo; estaba ahí para ver a la modelo más linda de Cuba.  Hacía poco tiempo que había descubierto quién era esa belleza cubana que aparecía en todas las revistas y propagandas. Ella no solo era la hija de mi animadora preferida, sino que también era hermana de mi cantante favorito. Demasiada coincidencia. Por mi amigo supe su nombre, o sea que sólo me quedaba verla de verdad. En el tiempo que antecedía al desfile, me senté cerca de una piscina que tenía la casa y los camareros pasaban y me servían; unas veces Anís, otras Proseco y entre copa y copa, llegó el momento. Cuando me fui a levantar sentí un leve mareo, sólo tenía 22 años y beber no era costumbre en ese entonces.
Se apagaron las luces y se encendió la pasarela, para mi sorpresa animaba la noche su madre. Salió vestida de hilo blanco, alforzado, con aquella simpatía que la caracterizó siempre y ya empecé a sentirme en el cielo.
Comenzó el desfile y salían las modelos, pero ella no salía, hasta que al final, la magia la hizo aparecer, deslumbrante cada vez.  Estaba de pie y fui yendo poco a poco hacia el frente, de hecho que al comenzar el desfile de la última colección, ya estaba delante. Esta vez salió vestida de “madonna”, con una bata de hilo y encaje que la brisa de ese octubre de 1987 halaba hacia atrás, a modo de cola, llevaba en los brazos un bebé; - un muñeco, pensé yo - y cuando llegó a la punta de la pasarela, se inclinó hacia mí, mirándome espléndida y sonriente, mostrándome al bebé, como si hubiera leído en mi rostro la duda de que fuera real. Él bebé era real, pero lo que yo estaba viviendo era un sueño y más que un sueño; un ensueño.
Terminó el desfile y había que esperar el veredicto del jurado, así se sabría quien era la mejor modelo de 1987.  En ese intervalo, y en medio de mi euforia ante tanta belleza terrenal, fue que decidí ir a hablar, con la que imaginé fuera Mirtha Legrand, la seguridad me prohibió el paso pero en un descuido conseguí pasar, con su permiso, me senté a su mesa. Al verla de cerca, supe que no era quien pensaba, pero igual, era muy elegante la señora. Fue cuando me llamaron y me llevaron de allí, pasando por varias salas y después del interrogatorio, me montaron en una perseguidora, con un muchacho, blanco, rubio, de mi edad, que me sacó conversación e inocente le dije lo mismo.  No le pregunté lo que le había pasado a él.
Llegamos a la estación de policía, un carro color vino lo recogió y al poco rato me dijeron que me fuera. Cogí mi 132, cambié en el Vedado para la 10 y llegué a la Virgen del Camino. Al día siguiente, sábado, fui como siempre a casa de mis amigos de siempre en el Cerro y entrando por la puerta, me dijeron: Pijuán como te divertiste ayer en La Maison. Extrañado, le pregunté cómo lo sabía y supe que fue ella la que dio mi nombre y mi referencia a la directora de la institución, pues yo no reconocí al de la seguridad que era visita de su casa al igual que yo.

Pasmado me quedé en medio de la sala al saber que la señora era nada más y nada menos que una de las hermanas de quien fuera en ese momento el presidente de la República de Cuba, el recientemente desaparecido Fidel Castro Ruz, cuya sobrina e hija, respectivamente, también era modelo y esa noche desfilaba.  El muchacho que me acompañó era también su sobrino, hijo de un afamado pianista. Qué podía imaginar yo algo semejante. Ahora se sabe más pero en aquel entonces poco se sabía de la familia ni de su vida íntima  Al mirar hacia el sofá, estaba el periódico. La noche anterior no había podido saber quién había ganado.  Lo tomé en mis manos y lo hojeé, buscando la sección “Qué hay de nuevo”, ahí estaba la noticia; me la bebí y en medio de mi confusión tuve la alegría y satisfacción de saber que el premio  a la mejor modelo de 1987 había sido para también mi favorita: Ariana Pérez Vidal. La hermana de Amaury, la hija de Consuelo. 
Rio de janeiro, 27 de Noviembre de 2016. 03:45 am.