viernes, 4 de noviembre de 2016

Maferefúm mis Santos, maferefúm mis muertos



Qué año '96 aquel, había salido de una semi-relación turbulenta, de aquellas en las que la traición está en el aire y así mismo te deja: en el aire, cuando descubres o alguien te abre los ojos hacia la verdad y te da la luz de las tinieblas. Pero siempre hay una salida de entre los 21 caminos de Elegguá; así fue como una gran amiga me hizo la propuesta de cuidar su casa y alquilarla para turistas, ganando una comisión y de pronto me vi en un piso 20 de un apartamento propiedad horizontal en el Vedado, frente al malecón. La me vida cambió de la noche a la mañana, así conocí a un amigo austríaco-chileno, que me pidió, para hacerle un guión para un documental sobre cultura afrocubana; le di toda la información y se fue a su país, regresando a los tres meses con todo un equipo de filmación en el que yo estaba incluido como asistente de cámara, de dirección y producción, además de guionista; fue un lujo, un regalo que me elevó mi auto-estima a la cima y me graduó en esta disciplina del arte de hacer documentales. Filmamos todo diciembre , en la iglesia de Santa Bárbara, en el Rincón, en Bauta, fue un renacimiento total, gané en dólares y pude comprarle a mi madre Santa todo el comino y el puré de tomate que me pedía. Al finalizar diciembre y en enero mi cumpleaños 32 fue por las alturas, qué alegría. Nuevos amores llegaron y me olvidé de aquel por el que un día sufrí, pero la felicidad en casa del pobre dura poco y en marzo tuve que salir del apartamento y regresar a la dura San Miguel del Padrón.  Cuando yo abrí la ventana al día siguiente, y vi aquel paisaje me quiso dar y realmente me dio, no pasó un mes para caer internado por segunda vez con hepatitis, esta vez, pienso que por depresión, caí en un cuarto con un anciano que roncaba y no me dejaba dormir. Esa noche mi compañero se fue de pase y me dije: hoy si voy a dormir bien, y así fue, dormí tan bien que se me presentó en sueños una mulata jabá, a la que luego reconozco en mi madrina Ala ibbo y que al baiar con una saya amarilla y un maribbo, alrededor de la saya y una blusa  blanca, en su baile se echaba hacia atrás e incrustaba contra la pared un muñeco negro vestido de amarillo que estaba sentado en una sillita, al muñeco se le cae la cabeza y ella le quita la ropa y me la pone a mí, lanzándome hacia la calle Ensenada, frente a la puerta de la casa de mi infancia, en Luyanó, ya en medio de la calle una comparsa de orishas se entrecruza y yo en medio comienzo a bailar, en el momento en el que abro los ojos porque ya había amanecido, acto seguido llamo a una compañera de trabajo que profesaba la religión y que luego se convirtió en mi yubbona, Olomi Iddé, ibbaé, recientemente fallecida, este pasado 23 de octubre,  y me dice, en voz muy baja - como solía hacerlo -: Muy lindo el cuento, pero lo que no me gusta es la cabeza que cae. Ese fin de semana salí de pase del hospital y el sábado lo último que hice fue hablar por teléfono con papá antes de dormir. A las siete de la mañana tocó el teléfono anunciando su partida en esa madrugada, había amanecido sentado frente a la calle Ensenada donde nací y me crié yo. En medio de tal confusión supe que al mes siguiente él se haría santo, por lo que asumí todo lo que él tenía.
No obstante del Festival de Cine Latinoamericano me estaban llamando para ir a recoger el primer premio para el documental que habíamos filmado, titulado: "Orishas, dioses de doble rostro".
A los cinco meses - marca de Ochún - estaba coronándome con un dolor en mi alma que sólo yo sé. El 6 de enero como siempre me habían exigido los que sabían que mi cumpleaños es el siete, por el Día de reyes y el 7 de enero cumpliendo 33 años, la edad de Cristo, me exponía en un trono africano vestido de amarillo y dorado, cumpliéndose mi sueño y el de mi padre, que debía hacerse Changó. Siempre quise hacerle un pescado a papá bien grande por el Día de los Padres, por su gusto por los frutos del mar que también heredé yo y fue muy fuerte saber que mi padre en el santo es Inle y que debía servirle una mesa fina con un pargo. Pasé un año de luto vestido de blanco. Por eso hoy día de la Dulce María (12-09-2016), y día de Ochún digo: Maferefúm mis Santos, maferefúm mis muertos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bravo Pijuan, sigue escribiendo que tienes mucho que contar. Memoria y sensibilidad.

Unknown dijo...

Gracias. Seguiré, contando y lavándome el alma.