Toda la vida la
conocieron en el barrio por "Martha la santera", tenía no sé cuántos
ahijados y todos los meses hacía un tambor que llenaba la cuadra. Cuando
bajaba su entidad, hasta las guaguas paraban en la calzada, porque si no ella
con su fuerza no las dejaba arrancar.
Un buen día amaneció y lo
echó todo a la basura y empezó a predicar el evangelio. Nadie se lo explicaba,
algunos la dieron por loca, los ahijados
estaban arrasados con la idea, pero ella tenía un objetivo secreto: salir del país. Debía conquistar a
alguien de la congregación para lograrlo y lo logró. Anselmo era un buen
hombre, al que le había ido mal en su matrimonio y ya divorciado había decidido
juntarse a su familia en los Estados Unidos, de la que estaba separado por
causa de ese mismo matrimonio que le impidió irse, siendo su ex-mujer del
partido y antes de la juventud. En medio de su decisión y soledad, aparece
Martha, por la que se sintió completamente atraído, pero cómo quedarse de
nuevo, y si fallaba, por lo que le propuso matrimonio y así marcaron fecha para
el 4 de abril. Llegó el día y, casados ya, comenzaron sus gestiones; saldrían
por motivos religiosos y reunificación de familia.
Así, los aceptaron y
lo prepararon todo. Nadie sabía nada, salieron temprano para el aeropuerto, aunque
el vuelo era para mediodía, fueron los primeros en chequear el equipaje, a las
11;50 am estaban subiendo las escalerillas cuando de pronto, al llegar a la puerta de la
nave, Martha viró los ojos en blanco y el rostro se le transformó, se rasgó el
vestido de hilo blanco finísimo y con voz de ultratumba dijo: Aquí está Changó. Anselmo, un religioso ferviente y consagrado a la biblia y sus lecturas, no
entendía nada, ya dado el mediodía (12:00) aquel instrumento que era Martha se
lanzó de la baranda de la escalerilla del avión y salió corriendo hasta que la
entidad se fue. Cuando volvió en sí, estaba semidesnuda en la Avenida Rancho Boyeros,
el avión se había ido y para su sorpresa también Anselmo. Al quererse levantar
no pudo. A su casa no consiguió entrar
pues ya tenía un sello y otro dueño, que era del evangelio y lo dejó todo para
hacerse santo, para que su santo le diera una casa para vivir con su familia.
El final de Martha fue
fatal, fue a dormir a lo que quedaba del cine moderno y se perdió en el
derrumbe de uno de sus adornos en yesería “art decó”. Ninguno de sus antiguos ahijados la quiso
asistir y fue enterrada como indigente.
Vnes 140815.
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