domingo, 13 de noviembre de 2016

Con los santos no se juega




Toda la vida la conocieron en el barrio por "Martha la santera", tenía no sé cuántos ahijados y todos los meses hacía un tambor que llenaba la cuadra. Cuando bajaba su entidad, hasta las guaguas paraban en la calzada, porque si no ella con su fuerza no las dejaba arrancar.

Un buen día amaneció y lo echó todo a la basura y empezó a predicar el evangelio. Nadie se lo explicaba, algunos la dieron por loca, los ahijados estaban arrasados con la idea, pero ella tenía un objetivo secreto: salir del país. Debía conquistar a alguien de la congregación para lograrlo y lo logró. Anselmo era un buen hombre, al que le había ido mal en su matrimonio y ya divorciado había decidido juntarse a su familia en los Estados Unidos, de la que estaba separado por causa de ese mismo matrimonio que le impidió irse, siendo su ex-mujer del partido y antes de la juventud. En medio de su decisión y soledad, aparece Martha, por la que se sintió completamente atraído, pero cómo quedarse de nuevo, y si fallaba, por lo que le propuso matrimonio y así marcaron fecha para el 4 de abril. Llegó el día y, casados ya, comenzaron sus gestiones; saldrían por motivos religiosos y reunificación de familia.

Así, los aceptaron y lo prepararon todo. Nadie sabía nada, salieron temprano para el aeropuerto, aunque el vuelo era para mediodía, fueron los primeros en chequear el equipaje, a las 11;50 am estaban subiendo las escalerillas cuando de pronto, al llegar a la puerta de la nave, Martha viró los ojos en blanco y el rostro se le transformó, se rasgó el vestido de hilo blanco finísimo y con voz de ultratumba dijo: Aquí está Changó. Anselmo, un religioso ferviente y consagrado a la biblia y sus lecturas, no entendía nada, ya dado el mediodía (12:00) aquel instrumento que era Martha se lanzó de la baranda de la escalerilla del avión y salió corriendo hasta que la entidad se fue. Cuando volvió en sí, estaba semidesnuda en la Avenida Rancho Boyeros, el avión se había ido y para su sorpresa también Anselmo. Al quererse levantar no pudo.  A su casa no consiguió entrar pues ya tenía un sello y otro dueño, que era del evangelio y lo dejó todo para hacerse santo, para que su santo le diera una casa para vivir con su familia.
El final de Martha fue fatal, fue a dormir a lo que quedaba del cine moderno y se perdió en el derrumbe de uno de sus adornos en yesería “art decó”.  Ninguno de sus antiguos ahijados la quiso asistir y fue enterrada como indigente.

Vnes 140815.


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