viernes, 4 de noviembre de 2016

Con mi hijo no


Era junio y el verano volvía, 1974 sería un año caluroso, El curso escolar ya llegaba a su fin y a su fin llegaba la carrera de la maestra Ana Josefa. El niño llevaba su pomito de agua todos los días y todos los días lo traía lleno, hasta que la madre un día se percató y al llegar de la escuela le preguntó el porqué del pomito lleno siempre e indagó sobre si el niño no sentía sed; a lo que él respondió que la maestra no lo dejaba tomar agua para que no fuera al baño. Al día siguiente - como siempre - la madre le llenó su pomito de agua "HEALTH", con tapa amarilla y aparte le dio otro. A las 12 el niño no llegaba como siempre y un emisario le llegó para decirle que el niño estaba de castigo porque se había orinado.
La madre a sabiendas que la maestra no lo dejaba ir al baño; con mucha calma preparó una limonada espectacular, casi "frappé" y se apareció en la escuela, para saber lo que había pasado. Se había vestido bien deportiva y llevaba además una bolsa de fibra vegetal, muy a la moda en los '70. Llegó y la maestra Ana Josefa se estaba riendo con la maestra Migdalis de Pre- escolar. Muy fina preguntó por el niño y le indicaron que estaba en la otra sala. Entró a la sala y lo vio tembloroso y todo meado y ni se inmutó; sacó de la bolsa la jarra de limonada y le sirvió a las maestras con afabilidad, ellas la aceptaron con la ansiedad de quien está en el desierto sin encontrar aquel oasis prometido, les sirvió una vez más y se tomaon cada una otro vaso de limonada entre risas. ella sentada contemplaba como las dos mujeres jóvenes se deleitaban sin saber lo que les esperaba. En el fondo de la bolsa ella traía algo más, algo bien enroscado de tono gris y gomoso. esperando para saltar. Fue entonces que la primera dijo: Ay tengo que ir al baño y la segunda respondió: Te acompaño. Llegaba el momento. La madre que estaba ya parada en la puerta, se paró en medio de esta, sacando la manguera de agua del edificio y con voz pausada les dijo: De aquí no se mueven. Una de ellas se quiso revirar y fue la que llevó el primer manguerazo que la hizo orinarse en un santiamén, en lo que la otra corría hacia el fondo del aula. A esas alturas el niño ya había salido corriendo para la casa y llamó a la abuela, que apareció con otro pedazo de manguera. Al llegar ya Ana Josefa estaba toda meada y amoreteada al fondo del aula con el jarro de limonada al lado y los restos del refresco esparcidos por el suelo. Al día siguiente el niño volvió a la casa con el pomito de agua vacío y las maestras Migdalia y Ana Josefa. nunca más aparecieron.

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