martes, 8 de noviembre de 2016

Cada uno viene con lo suyo



Ná que las cosas son como son y no como uno quiere que sean.
Estaba en 4to. grado, cuando comenzó una oleada contra el fraude escolar, sí eso a lo que llamábamos fijarnos en los exámenes; yo que siempre y de otras vidas he sido de "letras" odiaba las matemáticas desde lo más profundo de mi ser, y digo odiaba, porque ahora reconozco la importancia, tanto de ellas como de los números, y hablo de la "numerología", pseudociencia sin la que no vivo desde que la conocí, hará más o menos 10 años, por una gran amiga que debe estar por ahí leyéndome, como ustedes. Entre tantos discursos que tuvimos que oír los cubanos, faltó en las escuelas uno que se refiriera al uso de las matemáticas en la vida y a la aplicación de esas "absurdas" ecuaciones que nos obligaban a resolver, sin tener conciencia de que estas nos abrirían el entendimiento de las ecuaciones y problemas en los que nos pondría la vida futura.

El curso escolar constaba de cuatro períodos con cuatro exámenes acumulativos. el primero era de 10 puntos, el segundo de 20, el tercero de 30 y el cuarto de 40, lo que sumaba 100 puntos finales. El que suspendiera o sacara sesenta y nueve puntos repetía el curso, algo indecoroso para cualquier alumno.
Así llegó el tercer período con su tercer examen y yo preparado - porque sí estudiaba - pues llegué muy inseguro al examen y al terminar llamé al de al lado para preguntarle y en el momento que me fue a responder, la maestra Mercedes - una de las más severas - lo cogió y él en su instinto le dijo que yo lo había llamado; acto seguido me quitaron el examen y quedé suspenso. En los dos exámenes anteriores había sacado el máximo, por lo que tenía 30 puntos acumulados y ahora tendría que sacar 40 en el último, o sea, el máximo, algo de lo que estaba seguro que no sucedería y repetiría cuarto grado, echando por tierra todos los esfuerzos de mis padres por que entrara a los cuatro años en la escuela, porque como soy de enero de entrar con cinco sería con cinco años y medio, por lo que decidieron hacer algo a lo que yo llamo hoy de "abuso infantil", pues violentaron mi infancia, tan malcriado y ñoño que siempre fui, no estaba preparado para entrar a la escuela con esa edad, pero bueno ya pasó.





Llegó el cuarto período y con él el cuarto examen; nosotros los de la escuela "María Cabrales" tuvimos que hacer la prueba en otra escuela, para que nos sintiéramos peor y fuera de nuestro punto de confort, con otros profesores que no nos conocían, por lo que nos trasladaron en fila por toda la calle Pérez hasta la calle donde estaba la escuela "Carlos Astiazaraín" - escuela que ni sabía que existía. Para ese examen, - en el que debía sacar el máximo - no estudié nada, seguro de que lo suspendería. Cuando me entregaron la impresionante y temida prueba, me remití a hacer lo que realmente entendía, dejando lo que no entendía para el final.




Llegué al final y entonces me dispuse con extrema rebeldía a hacer esta pregunta, "la peor de todas" y para hacerla me dije: Albertico hazlo todo al contrario de lo que piensas y así lo hice, entregando la dichosa hoja y saliendo del aula.
Al día siguiente daban la nota, la que sabía era la peor. Me levanté temprano y fui para la escuela y a eso de la 9:00 am vi como todos corrían hacia el mural, ya habían colocado las notas, con calma fui el último en levantarme del pupitre, al irme acercando todos me miraban con el rostro asombrado y mis temores aumentaron, desvaneciéndose al llegar al mural y ver entre tantas notas un único 100 en matemáticas; era el de Alberto Pijuán Coipel, era el mío. Albertico me había ayudado al decirme que lo hiciera todo al revés. Así supe que los ángeles existen. Maferefum mi ángel de la guarda.








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