viernes, 20 de enero de 2017

Los pasteles verdes




 Sí, cuando leemos “Pasteles verdes”, lo primero que nos viene a la mente es aquel grupo peruano que a finales de los ’70 llegó a Cuba con la canción “Hipocresía” que tanto gustó, como popular se hizo,  y que yo de cansancio hasta parodié con: Hipocresía, porqué ir a pie habiendo tanta guagua?  Hasta hoy los escucho y no me quedo por ahí; le pedí a un amigo peruano me trajera su disco de Perú y me lo trajo, con todas las canciones lindas de la época; incluyendo Hipocresía.  
Pero de lo que yo voy a hablar es realmente de la hipocresía de la gente y hasta de la propia familia.
Hace un tiempo, estando en Cuba, -cuando ya la cosa comenzó a ponerse con perpuntes gises, -porque clara nunca estuvo- se acercaba el cumple de mi amiga Nora, una virgo del 20 de septiembre, de aquellas cascarrabias y llenas de majaderías, como suelen ser las mujeres y hombres de ese signo, que amo, no sé si por ser el de mi padre o el de mi amiga Silvia. 
El asunto es que a mi a mi amiga le gustaban  los pasteles de hojaldre de guayaba  y a quién no, Estos estaban perdidos, sólo los había en alguna tienda en dólar; $4:00 dólares en pastel de hojaldre, nadie gastaría, habiendo tanta escasez de artículos elementales (jabón, detergente, pura de tomate, comino, aceite etc.)  

Nadie?!  Para que estaba yo que con el esfuerzo del mundo el 20 de septiembre, me aparecí con el estuche  plástico, de 12 frescos y brillantes pasteles de hojaldre. Cuando ella abrió el paquete y vio el interior, dos lágrimas le corrieron y entre sollozos me dijo: no son verdes Pi y se me abrazó a llorar.




A esa hora yo quería entender, pero no le veía pies ni cabeza, a la reacción y mucho menos al comentario, yo que había hecho un gran esfuerzo para hacerlo ese regalo en la Habana de los ’90.  Así fue para la cocina abrió el estuche, colocó el primer pastel en un platico y con  un vaso de agua, poniéndolos encima de la vitrina, encendiéndole un resto de vela.





 Un silencio inundó el recinto, nos llamó a mí y a una amiga común que también estaba y de manos tomadas  inició la oración del Padre nuestro. Sabía que la abuela había fallecido hacía poco, pero no sabía que también era del mismo día, o sea que ella había sido presente de cumpleaños de su abuela.  Al morir su última palabra había sido: Pasteles verdes  Claro que todo eso tenía un porqué que pronto fue explicado el porqué. 
Ellas eran tres hermanas, Zenaida, la mayor, Ana la del medio,  y Luisa la menor, que era su abuela.   





Años atrás su hermana mayor Zenaida, que tenía muchos hijos cumplió años y ella en secreto le envió una caja de pasteles. Ese sería su regalo. Cuando llegó a casa de la hermana, no le brindaron ni agua, tratándola hipócritamente, como quien quiere que se vaya.
Ella no dijo una palabra y se fue, dudando de la persona a quién le había encomendado la entrega.  Al comprobar que dicha encomienda había llegado a su destino, nada comentó al respecto. Vecinas como eran, había querido darle la sorpresa, y así en silencio quedó hasta el día de su muerte; nunca más le dirigió la palabra  a Zenaida;  que a su vez fue desenmascarada por Ana la del medio, que yendo también de visita se le abrió el monedero al pasar al baño,  que estaba en el cuarto.  Tuvo que  agacharse a recoger las monedas, y encontró la caja de pasteles, verdes ya por el paso del tiempo. Sin decir nada fue y se lo comentó a la otra hermana,  abuela de mi amiga, la que dolida tomó la dura desición
Fue por eso que al morir  pronunciara  los "pasteles verdes".  Arrepentida tal vez de no haber hablado en el momento; decepcionada quizás de la hipócrita actitud de la propia hermana. Un dónde están los pasteles y todo se hubiera aclarado. 



Nota: Pueden comentar o calificar, en las casillas más abajo. Gracias.

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